Ignacio Elguero

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Cicatriz

Siempre

El cuarto a oscuras

Retrato

CICATRIZ
T
iene la cicatriz
siempre una historia.
Una forma, un grosor,
una oración, un drama.
Es un humo interior
amargo, seco;
como si no acabase
de quemarse del todo.
Somos un mapa extenso
de negras cicatrices,
de cicatrices blancas,
heredadas, cosechadas, apátridas.
De niña tú llevaste
mis dedos a tu frente
para que acariciara
la marca del columpio sobre el ojo.
Luego miré mi ombligo
como quien busca un padre,
una madre, un hermano.
He elevado una cruz.
La he levantado a lo alto
para ver si su sombra cicatriza
o se ulcera o supura.
Luego viniste tú,
o tú, quién sabe quién
para ser golpe, estigma,
tentación, abandono.
Para dejar la brecha
abierta, gangrenada.
Fue tardío saber
que todo cura.
Saber que ya tu madre
no acude con tu llanto.
Que el nombre que escribiste
en la corteza roja de aquel árbol
nunca tuvo de ti la misma idea.

 

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SIEMPRE
He cogido su mano.
Qué extraña sensación
cuando la aprieto.
Tengo su mano fría entrelazada.
Sé que la despedida está más cerca
pues el tacto es más seco, más duro, más terrible.
Siempre tendré su mano
muriendo entre las mías.
He cogido otra mano con los años.
Un dedo, dos. Luego toda la mano.
Su frío es otro frío,
su tacto es otro, es nuevo.
Hay un paso tan sólo hasta su boca.
Me quedo con su tacto como con un perfume.
Este frío es distinto. Es un calor oculto
aún inmaduro. Verde.
Un calor que boquea, que germina.
Es otoño esta tarde.
Es la primera tarde del otoño.
Cojo sus manos blancas como plata
con los dedos delgados como espigas.
Su mano con mi mano
abre un mundo sin sombras,
un recorrido nuevo, un lugar apartado.
Se ha acelerado el ritmo de mi pulso,
es el tramo final, resolutivo.
Tienen las manos siempre
la humedad de la espera,
la misma que los labios al juntarse
decididos, abiertos, entregados.

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EL CUARTO A OSCURAS

Se ha apagado la luz: el cuarto a oscuras.
Sólo escucho un zumbido.
Soy yo, nace de mí.
Si buscase mi imagen
qué obtendría, qué doble,
qué rostro, qué presencia.
No hay lógica ni cálculo
más allá de los límites.
Es todo figurado
y estructura difusa su sistema.
El hecho de estar solo
me entristece, me merma, me limita

Si encendiese la luz
¿acaso el pensamiento variaría?
En este cuarto a oscuras
la noche da más miedo;
es todo más confuso
sin las formas abiertas
en este espejo negro de colores,
ausente todo aquello
que le otorga sentido a cada cosa.

Se ha apagado la luz. El cuarto a oscuras.
¿Hay luz más allá, fuera?

 

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Retrato

Déjame besar tus pies
y tu memoría

en donde viven alas genitales,
mientras presiento como te desvistes
y siembras de sol
mis láminas de yodo.
Al tiempo voy creando
la imagen que me plazca.
Era extraño rozar tu vientre ajeno,
cruzarnos humedad con los cerrojos,
y ver la estrella abierta de tu pecho
cómo rueda hacia la costa circular
de mi deseo.
Déjame encontrar
la esencia de tu forma.
Te beso donde estés
alma suprema.
(Los versos en cursiva pertenecen a J. E. Adoum.)

 

 

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