Al
amor
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Al Sol
La luz de aquella tarde, amada mía, que pintó en mi alma por la vez primera las rosas de tu imagen hechicera, no se apaga en mi inquieta fantasía. En tu frente, en tus rizos todavía, y en tus dulces miradas reverbera; juega con tu sonrisa placentera, y arde con el rubor que te teñía. Sentí en mis pies, al ausentarme, abrojos; sentí domado el corazón salvaje, y devoré cien gritos lastimeros. ¿Tú me amaste? No sé; pero tus ojos descubrí tras un albo cortinaje como entre leves nubes dos luceros. |
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Por los Gregorianos muertos (Banquete fraternal de la Sociedad Gregoriana, 1872)
Cesen las risas y comience el
llanto.
Mientras que vinos espumosos
vierte
y en raudales se escapa la
armonía;
y el júbilo de todos se
concierta
Rechazar unas sombras, ¿no las
vemos?
¿No los oís?, ¡se llaman
gregorianos!
Pudo del mundo la sentencia
injusta
Algunos de ellos viven en la
historia;
Villalba asoma su tranquila
frente
¡Ay! en Fonseca ved cómo se
inflama
¿Será de nuestro seno
arrebatado
¿No guarda nuestro oído todavía
Pero ¿será la Parca quien
respete
¡Separóse el hermano del
hermano!
Para vosotros, ¡infelices!, no arde
¡Sólo va tras vosotros un
suspiro!
Odio el sepulcro, convertido en
cuna
Arraigue
en vuestros huesos una rosa
Escuchad sin temor el rayo
impío;
¡Para irnos con vosotros es
temprano!
Más que a vosotros ¡ay!
rápidamente
al otro dobla con su mano ruda;
en las entrañas, y en las venas
hielo.
y este festín veremos desde
afuera.
¿Sabéis cuál es el puerto, del
camino
quién en las aguas moribundo
vaga;
la luz de la esperanza todavía,
Sube el fuego a bajar las
banderolas,
¿Qué es nuestra vida sino tosco
vaso
Si derramado por la edad le
veo,
Cárcel es y no vida la que
encierra
Madre naturaleza, ya no hay
flores |
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