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Isla Correyero

Coño azul

Terciopelo azul

Las medias blancas

No fluye la sangre

Metamorfosis

Coño azul
         Mi coño es negro como carbón
evaporado. Pero se vuelve azul a la luz
de la tele y de la luna.
La característica más peculiar que
explica su color y su forma
es
que tiene circulación lenta y
estremecida que va navegando hacia la
tinta de las venas y se abre al desamparo
de mi dormitorio como si
comprendiese que un dedo impenetrable,
masculino,
no pasara por él ni por las sábanas.
Sería una esperanza considerar
que sobre mi coño solitario aún pueden
caber volúmenes remotos
o
un pañuelo azul que penetrase las dos
mitades húmedas y abiertas y así pasar
esta tela azul, ensangrentada,
quedándose,
rompiéndome
porque mi coño ya es invencible,
mi enemigo.
Aislado del amor
cualquier coño es violento.

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Terciopelo azul

Mi coño eleva el conocimiento que tú le has enseñado.

La velocidad y el violento latido de una horca.

Mi coño alimentado por una boca física

tiene el oficio azul de ser frágil y exacto.

Flexible y religioso, mi coño es la pirámide

de un resplandor de oxígeno que se pone mis bragas.

Tiene quinientos años de elegancia y de músculos,

 batidero de sangre volada de partículas.

Fluye con tabaco, la cicuta y el whisky,

tiene chispas de plata, monedas de cerveza.

Con tu estremecimiento causas en mí palabras

que dicen deserciones y dulces animales.

En tu lengua me dices cosas extraordinarias,

se me llena la oreja del ardor de los fósforos.

Pasa todo a mi coño, se forman las arrugas,

aprende, coronado cómo abrirse las venas.

Tan despierto y profundo como un túnel en llamas,

llega al centro, al tugurio de un burdel que se mueve.

Es un párpado oliendo tu medida en centímetros,

 el aceite de un arma, con una bala de oro.

Extremaución del vértigo que crece en los amantes,

 mi coño es un estado mental de luz y sombra.

Suda como una sábana. Palpita como un trago.

Es móvil terciopelo azul. Báilalo lento.

Por la muerte.

Jode la tristeza.

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Las medias blancas 

Tengo unas medias blancas de encaje que me pongo
cuando me visto el traje negro de los recuerdos.
Son unas medias finas, hambrientas de fantasmas
que hacen juego con pájaros interiores, oscuros.

Las piernas, penetradas por estas bocas blancas,
levemente se abren con signos vegetales.
Los hilos amanecen mi piel,
brotan, perdiéndose,
entre los elevados pensamientos más íntimos.

En derredor: imágenes de ocupación pelviana,
soberbias latitudes desde el puente atestiguan
la entraña y las enaguas levantadas al vuelo.

¡Qué holgada está la tela de la falda de flores,
la rodilla suavísima con olor a naranjas!

Por los muslos se agrandan los dibujos henchidos,
son copos invisibles calcinando altas cumbres.
Me infunden sobresaltos, me clavan dulces flechas,
tan finas son las mallas que saltan los engarces
y hasta el ocre desierto los poros me rezuman
feroces destinos, presagios entreabiertos.

Siento flores y manos crecer entre las piernas
y más arriba el musgo
tapando el azulón vellón de la albufera.

No podía ponerme estas medias sabiendo
la gracia que se esconde, generosa en tu boca.
Espomosas persisten, sin causa me rodean,
temibles de tu roce, sin fatiga,
explorando.

 

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No fluye la sangre

 No he venido a traerte la violencia

que habita en mi corazón.

No he venido a mostrarte mis ojos

despintados y mi último vestido.

No he venido a distraerte ni a olvidar.

Ni vengo a matarte ni a vivir de tu sombra.

He venido a verte envejecer

y a que en tu decadencia
me veas como nunca me viste:

Fría, paciente y azul como un cadáver.

 

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Metamorfosis

 Con la misma línea estrangulada
en el talle enfatizando las caderas y los pechos
viene mojada la maniquí.

De dónde esta muchacha que era pobre
ha sacado ese aire de comercio
dónde ha dejado el martirio de Kavafis
la revolución de sus sandalias con suela de pescado,
el negro sentido de su furiosa réplica de Goya
aquella especie de cráneo hermafrodita
ni de varón ni de hembra
sólo un cráneo sediento
interminablemente herido por las moscas
perfecto para dar indiferencia
lento para negar.

Qué diferente fue
sometida
esclavizada a otro.
Y que domesticada ahora por los flases
los dólares
las telas dóciles a la luz y al hilo.

Que cambiazo esta negra con penas
que lloró y ahora
inmaculadamente seria y rica
anda
mojándose de lluvia
libertad.

 

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