Cruza la luz tus párpados y en ellos como una sola voz te reconoces, repetida pupila que se abre desde una gota azul a su interior. Debajo del cristal la luz es sólo un punto. |
Remos, mareas, olas. Un murmullo impreciso perpetúa la oculta faz del imposible aliento. Una gota de sal disuelta llama sobre un pecho pretérito buscándote. Un párpado de luces diminutas donde tus dedos tocan el azogue. Un latido oxidado que penetra y lame y teje y corta claridades. Sólo existir perdido donde el agua multiplica su rostro en otras ondas... |
Y me dejas aquí, frente al Lenguaje, en una sola y misma vastedad de tinta extensa que me borra, de tatuada noche que me anula, porque nada en ti suena, teclado, tacto, tatuaje. Todo: correspondencias lejos apagadas, letra invisible, cero del principio nocturno y del final. |
Una antorcha es el mar y, derramada por tu boca, una voz de sustantivos, de finales, fugaces, fugitivos fuegos fundidos en tu piel fundada. Una nieve navega resbalada en resplandor de rojos reflexivos, de sonoros silencios sucesivos y de sol en la sal por ti mojada. La turbamulta del color procura dejar sobre tu tez la tatuada totalidad miniada de la espuma. Tu cuerpo suena a mar. Y tu figura, en la arena del aire reflejada, a sol, a sal, a ser, a son, a suma. |
Atraído hacia un mar por las canciones que una sirena en top-less y miniada de laca me servía entre porciones de gin con soda bien dosificada, decidí aprenderme las lecciones del rumor de las comas en la nada y sepultar todas mis ilusiones en el cadáver de la madrugada. Así llegué a un sitio que tenía, por su perfil, aspecto de mañana y pregunté por dónde se iba al día para poder volver a la semana. Como no había metro ni tranvía, entré en otra barra americana.
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DE SU CONOS GRANA Detenida la luz por dos limones que ofrecían materia a mi mirada, se me quedó la vista desviada por el coral imán de sus pezones. Por el cénit del cielo dos aviones supersónica fresa bronceada subían y bajaban en rimada floración de carnívoros leones. Las puntas de sus flechas la mañana teñían de rosados tulipanes. Todos los cimbreantes cormoranes combatieron al sol una semana y cayeron, valientes capitanes, en la defensa de sus conos grana.
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