Jaime Siles

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Cristal

El corazón del agua

Lectura de la noche

Marina

Ulises y las sirenas

A la heroica defensa...

   CRISTAL

 Cruza la luz tus párpados

y en ellos

como una sola voz

te reconoces,

 repetida pupila que se abre

desde una gota azul

a su interior.

 Debajo del cristal

la luz

es sólo un punto.

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EL CORAZÓN DEL AGUA

 Remos, mareas, olas.

Un murmullo impreciso perpetúa

la oculta faz del imposible aliento.

 Una gota de sal disuelta llama

sobre un pecho pretérito

buscándote.

 Un párpado de luces diminutas

donde tus dedos tocan el azogue.

 Un latido oxidado que penetra

y lame y teje y corta claridades.

 Sólo existir perdido

donde el agua

multiplica su rostro en otras ondas...      

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  LECTURA DE LA NOCHE

 Y me dejas aquí, frente al Lenguaje,

en una sola y misma vastedad

de tinta extensa que me borra,

de tatuada noche que me anula,

porque nada en ti suena,

teclado, tacto, tatuaje. Todo:

correspondencias lejos apagadas,

letra invisible, cero

del principio nocturno

y del final.

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MARINA

Una antorcha es el mar y, derramada

por tu boca, una voz de sustantivos,

de finales, fugaces, fugitivos

fuegos fundidos en tu piel fundada.

Una nieve navega resbalada

en resplandor de rojos reflexivos,

de sonoros silencios sucesivos

y de sol en la sal por ti mojada.

La turbamulta del color procura

dejar sobre tu tez la tatuada

totalidad miniada de la espuma.

Tu cuerpo suena a mar. Y tu figura,

en la arena del aire reflejada,

a sol, a sal, a ser, a son, a suma.

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ULISES Y LAS SIRENAS

Atraído hacia un mar por las canciones

que una sirena en top-less y miniada

de laca me servía entre porciones

de gin con soda bien dosificada,

decidí aprenderme las lecciones

del rumor de las comas en la nada

y sepultar todas mis ilusiones

en el cadáver de la madrugada.

Así llegué a un sitio que tenía,

por su perfil, aspecto de mañana

y pregunté por dónde se iba al día

para poder volver a la semana.

Como no había metro ni tranvía,

entré en otra barra americana.

 

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A LA HEROICA DEFENSA

DE SU CONOS GRANA

Detenida la luz por dos limones

que ofrecían materia a mi mirada,

se me quedó la vista desviada

por el coral imán de sus pezones.

Por el cénit del cielo dos aviones

supersónica fresa bronceada

subían y bajaban en rimada

floración de carnívoros leones.

Las puntas de sus flechas la mañana

teñían de rosados tulipanes.

Todos los cimbreantes cormoranes

combatieron al sol una semana

y cayeron, valientes capitanes,

en la defensa de sus conos grana.

 

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