Javier Egea

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Poética

Me desperté de nuevo...

Eran tiempos muy duros...

Noche canalla

Sobre estos leños...

Mientras Mayo florece

Poética

 

A Aurora de Albornoz
Mas se fue desnudando. Y yo le sonreía.
Juan Ramón Jiménez

Vino primero frívola _yo niño con ojeras_
y nos puso en los dedos un sueño de esperanza
o alguna perversión: sus velos y su danza
le ceñían las sílabas, los ritmos, las caderas.
Mas quisimos su cuerpo sobre las escombreras
porque también manchasen su ropa en la tardanza
de luz y libertad: esa tierna venganza
de llevarla por calles y lunas prisioneras.
Luego nos visitaba con extraños abrigos,
mas se fue desnudando, y yo le sonreía
con la sonrisa nueva de la complicidad.
Porque a pesar de todo nos hicimos amigos
y me mantengo firme gracias a ti, poesía,
pequeño pueblo en armas contra la soledad.

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Me desperté de nuevo
entre dos sombras.
No quedaban palabras
en mi memoria.
Con los dedos, a tientas,
las fui palpando:
sus ojos enemigos,
sus secos labios,
el mapa señalado,
los hondos cráteres,
corazones escritos
con soledades.
A su fiel prisionero
siempre velando
mis compañeras sombras
de tantos años.
E
llas, que me robaron
la luz de un sueño,
ya no piden rescate
por mi secuestro.

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Eran tiempos muy duros. No era fácil vivir.
Por eso madrugué por los despachos,
volví mañana, les expuse el caso
y conseguí un empleo para ella:
tras mirarla a los ojos _al menos eso dijo_
le entregaron la llave más preciada,
pusieron a su cargo el alumbrado.
Yo hice lo que pude, lo que en mi mano estaba.
Y no la he vuelto a ver:
aquella misma noche me cortaron la luz

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Noche canalla

Yo no sé si la quise pero andaba conmigo,
me guiaba su risa por la ciudad tan gris.
Ella tenía en su boca colinas de Ketama
y el cielo de sus ojos me pintaba de añil. 
Yo vi tantas estrellas como ella puso siempre
en aquel cielo raso como un paño de tul.
Ella llevaba el pelo como la Janis Joplin
y los labios morados como el Parfait-Amour.
La he perdido en un bosque de jeringas brillantes
por donde nos decían que se llegaba al mar;
se fue sobre un caballo de hermosos ojos negros,
por más que yo me muera no la podré olvidar.
Bajo el cielo ceniza me conducen mis piernas.
Esta noche no tengo ni esperanza ni amor.
Sólo queda el calor de mi pobre navaja.
Hoy me he visto la cara de un retrato-robot.
A pesar de sus ojos he salido a la calle,
a pesar de sus ojos me ha tocado vivir.
En un barrio de muertos me trajeron al mundo.
Esta noche canalla no respondo de mí.

 

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Sobre estos leños

arderá mi cuerpo;

Amor. Amor. Amor.

Sobre estos leños.

Sobre tu sexo en ascuas

se posarán mis besos.

En un hogar de brasas.

Risas. Llamas. Tu pelo.

El humo es el final

de las caricias.

Siempre estoy junto a ti

sobre los días.

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Mientras mayo florece

ya todo es letra muerta,

hojarasca, ceniza, tiempo

roto.

Madrugadoras,

las columnas de hunmo,

las páginas vencidas,

van llegando a mi casa.

Vienen desde la cuna del

silencio

a mi garganta triste

y tristemente cantan.

Viscosa soledad

ahumedecer el corazón

se viene

que es época de lluvias aquí

adentro

que hay barro por los

patios interiores

y las palabras huelen

a corazón mojado.

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