Los
desterrados vendran
Sagrada Jerusalem
¿Cuál desventura, oh ciudad, |
No os sea molesto a vos, todos los pasantes, carrera, y ved si hay dolor como mi dolor, que vino a mí, que afligió al Señor en día de ira de su furor. [JEREMíAS, Lament.] ¡Oh vosotros que pasáis, y el extremo a que he llegado por dicha no imagináis, vuestro paso apresurado tened, porque me veáis! De vuestra lástima fío que, si con el Oceano no puede medirse un río, digáis que dolor humano no puede igualarse al mío. De aquello que se edifica y más su firmeza alaba, su fin la fama publica, que lo que el tiempo fabrica el mismo tiempo lo acaba. No fue mi rüina así,
que al punto
que me olvidé del cielo a quien ofendí, sin tiempo el tiempo llamé para vengarse de mí. Llamándome santidad, los efetos de mis manos eran justicia y verdad, mas, como se han vuelto vanos, siguieron la vanidad. Llorando el daño Israel del incauto atrevimiento del ídolo de Betel, yo, en lugar de escarmiento, seguí los errores dél. Yo fui la viña cercada y del rocío celeste era mi planta bañada; mas, siendo mi fruto agreste, fui de gentiles pisada. La torre, que en medio della, mi amado me fabricó, fue la casa santa y bella y, sin merecerla yo, quedé perdida en perdella. El bien fundado lagar, tan firme en mi beneficio, ha sido el sagrado altar donde se vio derramar la sangre por sacrificio. Y viendo que mi pecado el fruto era de mi gusto, con justa razón airado el Señor, como es tan justo, con ira me ha vendimiado. De Canaán he procedido, siendo Amorreo mi padre, que este bien no ha conocido, y como Hetea, mi madre, entre inmundicia he vivido. Volvió mi tiempo de amor y el que desnuda me vio, me cubrió de su favor, de precioso valor yas y prendas me dio. La diadema, que segura creía que estaba en mí, a seda y la bordadura hicieron volverme así, confiada en mi hermosura. De mis vestidos tomé, y de diversas colores mis altares fabriqué, y fui tras mis amadores, y el verdadero dejé. Fui para mí tan cruel, que sólo a quien me ofendía he sido amante fiel, y el don que a mí me debía, yo misma le he dado a él. Por esto extendió su mano el Señor, de mí ofendido, y agora sé lo que gano en despertar de mi olvido con la espada del tirano. PULSA AQUÍ PARA LEER POEMAS DE TEMA BÍBLICO |