Joaquín Benito de Lucas

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Escándalo de olvido

El robo

Un dedo como una pluma

El búho

Escándalo de olvido

Te llevaré como la caracola
lleva el rumor del mar entre sus dedos,
laberinto de viento y de sonaja,
ruido de selva, escándalo de olvido.
Te llevaré como la estela
de los barcos, perfume de eucalipto,
incienso de jardin, brasa de espuma
que purifica el fuego, escapulario
contra las rocas de los malos sueños.
Porque tu cuerpo suena por mi cuerpo,
tu lengua por mi boca, tu mirada
por el bosque abrasado de mis ojos.
Y no te olvidaré. No. Nunca. Nunca.
Aunque la mar desate sus delfines,
aunque la noche cambie en mediodía,
aunque mi corazón se haga ceniza.

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El robo

Llegamos tarde a casa,
a la hora de cenar, y no había nadie
ni nada en la cocina. No sabíamos
qué hacer con tanta ausencia.
Mi hermano que era práctico,
sobre todo en las cosas materiales,
_y eso que sólo era dieciocho
meses mayor que yo_ me dijo: Espera.
Yo sé dónde hay que ir; vente conmigo.
Dejamos la ciudad, fuimos al campo,
hacia donde la tierra da sus frutos mejores.
Al regresar a casa,
nuestra madre esperaba
sentada, y silenciosa, a la mesa vacía.
Y con las uñas sucias de tierra le ofrecimos
como un don los productos de la vega del Tajo
¿De dónde viene? dijo entristecida.
Eran los años de color ceniza.
 

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Un dedo como una pluma

                                                                                                                                                                                          
A Antonio Quilis en su muerte

Como el que mira triste las palmas de sus manos,
las rayas de las palmas de sus manos, los ríos
de esos pequeños mapas de carne sin orillas
y ve desconsolado cómo no desembocan.
Como el que cuenta uno por uno, muy despacio,
los dedos que abanderan a los brazos desnudos
y comprueba que faltan de cada mano dos:
el pulgar y el meñique de sus padres y hermanos.
Así yo, en esta tarde, miro con gran tristeza
cómo la raya oculta de tu vida se ha roto
y cómo de mi mano derecha sólo queda
un dedo, el que esto escribe, que te nombra y señala.
Un dedo como flecha rota a tus pies caído,
un dedo como pluma para escribir tu nombre,
un dedo que quisiera devolverte a la vida,
que se viste de luto, lee en tus libros y llora.

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El búho 
 El búho ¿vive dormido
o meditando? La noche
le abre caminos de luz,
el día le sobrecoge.
Descansa sobre la rama
de una encina mientras pone
en orden su pensamiento.
Ni se muestra ni se esconde.
Su color es el color
de la madera del bosque;
en la frente le han crecido
dos hojas con las que oye
_verdinegras_ el sonido
silencioso de la noche.
Cuando ésta llega despliega
sus alas y vuela al monte,
al llano, al valle, al río
desperezado e insomne. 

¡A cazar va por el Tajo
lo que las aguas esconden!

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