JOAQUÍN CARO ROMERO

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Atardecía en paz...

Beso goloso en profecías

Black mass

Atardecía en paz. La luz marchaba

sin prisas, sin pedirle nada al tiempo.

La soledad cercaba de renuncias

las mustias escaleras del silencio.

 Y de pronto, el amor se hizo diálogo

por un timbre, unos números y un dedo

que echaron la inquietud, la dicha a suerte

y levantaron del oído el cerco.

 Tu voz fue una dulcísima pistola

apuntada directamente al pecho

que yo puse al alcance de mi oreja

hasta meterme en la boca de fuego.

 Y me abrasé. Y obtuve de tu lengua

si un descanso, sí un presentimiento,

que todo lo imposible guarda alguna

esperanza en el fondo sin saberlo.

 Parecía la llamada de socorro

entre un barco sin mar y otro sin remos.

Y quisimos salvarnos de la nada

a uno dándole fondo y a otro aliento.

 Tanta es la soledad y hoy valen tanto

unos minutos con tu voz en medio,

que más que nuestros años de amor juntos

estos minutos de ahora te agradezco.

 Se interrumpió el contacto. No nos dimos

cuenta de que la ficha iba cayendo

en un mudo cadalso inaplazable

incapaz de ternura y retroceso.

 ¿A dónde fue tu voz? ¿Por qué de súbito

se cortó la palabra y el acento

y ni nos despedimos? ¡Qué sarcasmo

nos separa y nos rige desde lejos!

 Pero el mar nos habló. Lo oímos desde

la caracola oscura de los sueños.

 El vacío se interpuso. Hay ya culpable.

Ninguno de los dos colgó primero.

Todo podrá quedarse como estaba

mientras que no cambiemos de recuerdo.

 Te seguiré esperando cada día

con la vela dispuesta para el viento,

con ganas de vivir, de navegar

sin acordarme de aquel hundimiento.

 Aunque no suene más sobre la mesa

y me vaya con él quedando muerto,

cruzaré emocionado por la vida

con el oído pendiente del teléfono.

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BESO GOLOSO EN PROFECIAS

Tengo un beso de veinte calorías

fraguado en mortandad noche tras noche.

 

Beso que sube y baja –carricoche,

 

locomotora y ascensor de umbrías_,

baja y sube, goloso en profecías,

con vólvulo de labios, liquen, broche

tornasolado en ávido derroche

de sumisión, asombros y porfías.

Quiero pluralizar esta ternura.

En mi pecho se ceba la amargura

_incógnita ancestral_ a sangre fría.

Necesito barrancos para el beso,

adormideras para el embeleso,

salvoconductos para la alegría.

 

 

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 BLACK MASS

Desnuda, con el cáliz sobre el pecho

y música de jazz en la vagina,

satisfecha se mueve Proserpina

y su maldito amante, satisfecho.

Del introito al credo va derecho

el beatnik, que en la oscura sabatina

bautiza a la asamblea con la orina

y con el semen de Caronte al lecho.

La negra dice una jaculatoria

y cambia de postura. Salve, gloria

al padre brujo y la sacerdotisa.

Príapo y Pan levantan la casulla

 

y los cuerpos dan gritos de aleluya

 

disputándose el vino de la misa.

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