Todo
el ayer del mundo
no tiene más de unos diez años;
la
hoja del geranio, por ejemplo,
el verde recorrido de tus ojos
rotos en el césped infrecuente de una vida
en la que sólo las mujeres
cantaban coplas de vicios
perfectamente confesables;
mujeres que bordaban pañuelos y escribían
poemas desesperados y juraban
nunca más volverse a enamorar.
De
todo hace siempre unos diez años.
Es un largo aprendizaje el del cinismo
pero te acostumbra a morir.
Aun así, con todo lo que sabes estás solo
y el mar es más que el mar
si no piensas en la muerte;
¿y el tiempo?
Entonces había más polvo que asfalto,
más agua que espejos, es cierto,
y la luz debía a la piedra
el reflejo que hoy le falta.
Todo es claro, y es en vano.
Sólo hay últimos viajes,
y principios,
y un final.
Entonces,
para qué un reloj si has naufragado,
y para qué la isla del tesoro,
si ningún barco pondrá rumbo a tu derrota