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Jorge Robledo Ortiz

Canción sin luz

Para cantar tus senos

Soneto abierto

Egoísmo de amor

 

Canción sin luz

Cómo duele la noche
cuando tu voz se curva
fría de indiferencia lo mismo que una hoz;
Cómo duele la vida
cuando alzas tus palabras
sin caridad ninguna contra mi corazón.

Cómo duelen tus ojos
cuando clavan su hastío
-desnuda hoja de acero- sobre mi adoración.
Cómo duele esta angustia
de saberte lejana
llevándote en la sangre como se lleva a Dios.

Cómo duelen tus labios
cuando muerden el aire
para romper los hilos sencillos del amor.
Cómo duele tu risa
cuando cruza insensible
los abismos sin fondo de mi nuevo dolor.

Cómo duele tu pelo
cuando agita en el viento
la negación del trigo bajo el casco del sol.
Cómo duele el milagro
de tu nombre pequeño
cuando enciende nostalgias en mi inútil canción.

Cómo duelen tus brazos
_danzarines de nardo_
entre los bastidores de mi renunciación.
Cómo duelen tus manos
esas manos que un día
sobre lino bordaron mi callada ilusión.

Cómo duele tu ausencia
tan alta de silencios
que empinándose, casi ya toca mi dolor.
Cómo duele la tarde
cuando al norte del canto
ya no alumbra el lucero que orientaba mi voz.

Cómo duele, pequeña,
esta espina clavada
en el sitio donde antes existió el corazón.
Cómo duele tu nombre,
cuando contra la mía
se cumple inexorable la voluntad de Dios.

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Para cantar tus senos,
imaginé la forma
de redondear dos veces la misma castidad.

Quise cantar "el yunque
donde forjas la vida"
y todos mis sentidos llegaron a cantar.

Entonces me di cuenta
de que el poema estaba
en el límite exacto del pecado mortal.

pulsa aquí para leer poemas dedicaddos a los senos femeninos

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Soneto abierto

Esta paz ya es calvario, la patria ya no es patria,
este amor que nos mueve es un amor vacío,
ya el cielo de los pueblos no se baña en el río
ni le reparte trinos a la vieja campana.

Ya no hay calor humano en la humilde cabaña
donde el fogón y Cristo agonizan de frío,
ya el camino no llega sin sangre al caserío
ni el pan llega a los hijos sin su ración de lágrimas.

Esta patria nos duele en la sangre, en los huesos,
en las cenizas de los padres, en las cometas de los nietos
y en la savia que huye escondida del sol.

Nos cambiaron la patria, amigo presidente,
y, aunque no lo admitamos, ya comprende la gente
que mientras perdonamos nos secuestran a Dios.

 

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Egoísmo de amor
Te quiero así, con celos y con rabia,
con toda la potencia de la sangre
y sin claudicaciones en el alma.

Te quiero como un hombre enamorado,
que comparte la vida y la esperanza
pero no el tiempo del objeto amado.

Te quiero con dolor y sin temores,
como quiso a la lanza de Longinos
quien fabricó una cruz con sus amores.

Te quiero con amor, sin tolerancias,
midiendo el universo con tu nombre
y el vacío estelar con tus distancias.

Te quiero sin renuncias, toda mía,
como el amanecer que no tolera
que le quiten un átomo del día.

Te quiero con razón o contra ella,
como el acantilado indiferente
al mar que lo acaricia o que lo estrella.

Te quiero con pasión, como el gitano
a quien le brilla el alma en la pupila
y el filo de la sangre entre la mano.

Te quiero con violencia y desespero,
como quiere el marino en la tormenta
el áncora remota de un lucero.

Te quiero contra todo y contra todos
sin medir el amor ni el sacrificio
y sin buscar esguinces ni recodos.

Te quiero con temblor, con la entereza
de no haber conocido la sonrisa
de quien entrega el alma por flaqueza.

Te quiero como hombre, alta la frente
y sin las cobardías que arrodillan
la indignidad servil de mucha gente.

Te quiero con furor, como mereces,
montando guardia al pie de tu cariño,
dispuesto a dar la vida una y mil veces.

Te quiero así: con celos y con rabia,
con el golpe total de las arterias
y el ancestro viril de nuestra raza.

 

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