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José Cereijo

Tarde

Te miraré despacio

Amanecer

El amante recuerda

 

Tarde

No las ramas desnudas de diciembre,
ni la calle mojada, ni esas nubes
que una gran mano indiferente lleva
lo mismo que las trajo, ni las luces
en tal o cual ventana, siempre lejos:
no es eso lo que ves, sino a ti mismo.
Tarde deshabitada e inclemente,
y no más que la noche a su final.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Te miraré despacio
T
e miraré despacio,
me perderé en tus ojos,
igual que un viajero
que se pierde en un bosque
en el que vive aún
alguna antigua magia.
Conoceré el silencio,
la angustia y la belleza
que existen en las cosas
más grandes que nosotros.
Y luego, al retirar
mis ojos de los tuyos,
llenos de vida,
habrá pasado un siglo.
Que así el amor construye
su eternidad, tan breve.

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Amanecer

Amanece otro día, y va ordenándose
todo lo que se pierde con la noche,
la insaciable riqueza de detalles
que hace al mundo real. Lentas y fieles,
todas las cosas vuelven a su sitio,
súbditas inconscientes del milagro
de ser, de seguir siendo. Únicamente
faltas tú, que prefieres a la gloria
vocinglera del mundo, la infinita
desnudez y reserva de las sombras,
lo que sabe la tierra, y su silencio.

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EL AMANTE RECUERDA

No todo lo he perdido. Queda tu nombre. Queda
la hondura del silencio después de pronunciarlo.
Queda lo que no pasa ni puede pasar nunca:
lo que nunca ha pasado.

 

 

 

 

 

 

 

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