EL
DANDY
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Déjame que te diga que te quiero en las arenas del desierto como Lawrence de Arabia y mira con qué aplomo te digo "adiós amor" y luego muero. O déjame colgarme de una liana y gritarte mi amor con hipoaullido huracanado y colocar el nido de nuestro gozo encima de una rama. Déjame que te vista de pantera y déjame que asuste y muérdeme y desgárrame el alma con tus garras y el corazón como una hambrienta fiera. Concédeme esa dicha o líbrame ya para siempre de tu amor de marras.
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Es bueno ser el malo algunas veces, sobre todo al principio del rodaje, cuando uno estrena chica, estrena traje y su maldad feroz crece con creces. Tienes por fin el arma que mereces _una pistola de oro_ y el visaje entre protervo y cínico y salvaje de un villano implacable. No pareces entonces el guiñapo que serás cuando el metraje avance y el fornido superagente venga y te recuerde que el héroe siempre gana por demás y que el pequeño, el feo, el resentido y el pobre antagonista siempre pierde.
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