Oda en sáficos_adónicos¿De qué me sirve, Primavera
hermosa, |
La rosa de abril
Zagalas del valle,
Su sien, coronada
Veis allí la fuente,
La dije:_¿Me amas?_
De mi rabel dulce
En mi blanda lira
El rosado aliento
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Idilio-los celosTú, ruiseñor
dulcísimo, cantando |
Idilio -la agitación¡Ay! ¡Cómo ya la alegre
primavera, |
Perico y Juana
Este
poema fue censurado por el Santo Oficio
por no se que disgusto o
fantasía,
ya de tanta altivez
se arrepentía.
volver quiso a
entablar nueva armonía
diole una cita que él
aceptó ufano.
madrugó Juana, y
desde el pie pulido
de traje más airoso
que lucido
que en un sombrío
valle está escondido,
esperando a su
amante tomó asiento.
y que era solitario
aquel paraje,
abrió de las
enaguas el encaje,
que ocultaban las sombras
del ropaje
pero, ¡qué pierna!,
Dios se la bendiga.
que casi estar desnuda
parecía,
todo el lienzo
sutil lo descubría,
en que un rollizo
globo se partía,
que no pudo el
brial tener ocultos.
atento observaba en
tan graciosa planta. ya del pie a la estrechísima garganta, ¡qué redonda y nevada es la rodilla!,
¡cómo a los ojos y
aún al alma encantan
la media blanca y
el azul cuadrado!.
de la imaginación y
los sentidos, con brazos amorosos y atrevidos, ciñó a la ninfa, y señaló en su frente
la estampa de los
labios encendidos,
esto le permitió decir
apenas.
que a la nieve ha
robado su blancura,
sin sufrir de cotilla la
clausura
el cordón de esa
enana dentadura!
en un abrazo mil
deleites gozo.
mostrarse intentó,
tal vez por gala
el color tiene y el
olor exala,
poco menos le envió
que en enhoramala.
finge serenidad,
calla, y se
ausenta.
de su capricho y
melindre raro;
cuando en tales
escrúpulos reparo? la que su cuerpo le vende caro, no merece los gustos de Cupido,
sino que su beldad
muera en olvido.
Vuelto de cara a un
roble y despachando
estaba el joven (si
lo diré) meando.
a observar de
Perico el contrabando
se chupaba los
labios de recreo.
las crecidas
insignias de varón.
con un miembro más
blanco que algodón,
negros rizos se
asoman al calzón
que no dejó el calzón
distinguir bien.
el grueso tronco
cuando, descuidado,
un bello brazo de
su dueño amado
cayeron ambos en el
verde prado,
y con las faldas
ella en la mollera.
de inferiores
poetas imaginan,
sirvió de lecho al
hombre, y que la encina,
del tálamo nupcial
era cortina.
lo gozó con Perico
una mañana.
en el desnudo muslo
y la rodilla.
del empeine la
suave almohadilla.
con saltos de lasciva
rabadilla
enlazados los
brazos y las piernas.
al nervio altivo echó la
mano blanca!
empuñarle intentó,
pero fue en vano.
el paso del
estrecho gaditano
las dos columnas de
Hércules separa.
con los bordes
teñidos de clavel, más rubio el crespo pelo que oropel, aquel en que unos dicen que hallan sal
y otros son de
dictamen de que hay miel,
hospedó el
instrumento varonil.
palpa el joven los
pechos de la moza,
el tacto de la
picara retoza,
se empina, se
columpia, se alboroza
que en éxtasis
suspensa hablar no puede.
con la lengua
cogida entre los dientes
En lugar de dar
ósculos ardientes,
solo indica
repentinos accidentes
le ha dado un
parasismo de los buenos.
pronto se ha
serenado. No, no es cosa
¿qué
tal, estais mejor? Duerme, reposa,
¡Ay, ay, qué enfermedad
tan contagiosa!
también el angelito
se desmaya.
la causa de aquel
mal, su especie y cura,
del zagal la
amorosa calentura,
el remedio aplicó
con tal blandura
de copioso sudor la
delantera.
alegremente suspendió el
oído
los jilgueros del
valle, y el ruido
no habían hasta
entonces atendido.
embargó sus
espíritus el sueño.
penetraba guardando
su vacada,
encontró a nuestra
gente embelesada.
el pecho de Perico
era almohada,
y sin pañuelo su
garganta bella.
¿son estos los que
quieren que se crea
Condujo allí las
mozas de la aldea,
"mirad como esta su
beldad emplea, así habéis de dar fin a vuestras riñas". PULSA AQUÍ PARA LEER POEMAS ERÓTICOS Y AQUÍ PARA DESCRIPCIONES DEL SEXO DE LA MUJER |