José Joaquín de Mora

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Estío

El desterrado

La irresolución

Recuerdos

Epigrama

La del humo

Estío

Hermosa fuente que al vecino río
sonora envías tu cristal undoso,
y tú, blanda cual sueño venturoso,
yerba empapada en matinal rocío:

Augusta soledad del bosque umbrío
que da y protege el álamo frondoso,
amparad de verano riguroso
al inocente y fiel rebaño mío.

Que ya el suelo feraz de la campiña
selló Julio con planta abrasadora
y su verdura a marchitar empieza;

y alegre ve la pampanosa viña
en sus yemas la savia bienhechora,
nuncio feliz de la otoñal riqueza.

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El desterrado
En abandono sumido
mis pesares entretengo
con este refrán sentido:
Tuve hogar y lo he perdido,
tuve patria y no la tengo.
 
Miro en redor y no encuentro
quien me halague y me sonría:
vivo fuera de mi centro,
y el alma me dice adentro
que esta no es la patria mía.
 
Al bosque voy aburrido,
y cuando del bosque vengo
canto mi refrán sabido:
Tuve hogar y lo he perdido,
tuve patria y no la tengo.
 
Con tenacidad extraña
me aqueja esta pesadumbre;
y la ilusión no me engaña,
que en desventura tamaña
no hace mella la costumbre.
 
Meditando en lo que he sido,
mi triste vida mantengo,
y nunca esta letra olvido:
Tuve hogar y lo he perdido,
tuve patria y no la tengo.

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La irresolución
                                                                                                                                Wether'tis better.
                                                                                                                           Shakespeare

En la soledad umbrosa
de un bosque, al anochecer,
pensativa y afanosa,
batallando está una hermosa
entre el amor y el deber.
 
Si va donde amor la llama,
sus pasos deber reprime;
el deseo que la inflama
con acerba voz comprime
temor de perder la fama.
 
Sabe que ansioso la espera
quien fe eterna le ha jurado;
mas la obligación severa,
de su pecho atormentado
la inclinación exaspera.
 
Venció amor, no hay más temer
lo que diga la opinión.
Echa a andar...; mas sin querer
deja hablar a la razón
y cede amor al deber.
 
Otra vez amor insiste,
y otra deber reconviene.
Turbada, anhelosa, triste,
se adelanta, y se detiene,
y ora cede, ora resiste.
 
En pensar lo que ha de hacer
pasa el tiempo sin sentir,
aunque es sentir padecer:
ya es tarde para acudir,
y tarde para volver.
 
Después, de amargo rigor
entre esperar y temer,
reflexiona con dolor
que está ofendido el deber,
y descontento el amor.

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Recuerdos
                                                                                 What fairies haunt this ground!
                                                                                                    Shakespeare.
Cerca de los repechos,
 a cuya sombra Bornos
alza sus pardos techos,
ensancha sus contornos
el claro Guadalete,
cuya margen sombría,
fue de la infancia mía
sosegado retrete.
 
La adelfa y el suspiro,
y el mirto y el taraje,
cubren su ameno giro,
como nupcial ropaje:
mientras la vid enreda
sus colgantes vistosos,
en los ramos pomposos
de la inculta alameda.
 
Más lejos, altos riscos
se elevan como muros,
que adornan los lentiscos
con sus ramos oscuros.
De entonces escasean
los risueños adornos
que del modesto Bornos
la mansión hermosean.
 
Barreras eminentes,
con aspecto sombrío,
sujetan las corrientes
del celebrado río:
no ya verde follaje
cubre el árido giro;
ni adelfa ni suspiro,
ni mirto ni taraje.
 
Sino la aguda laja,
y la guija escabrosa,
por do rugiendo baja
la lluvia tormentosa,
y el desgajado risco
de la nativa piedra,
que cubre escasa yedra,
cual añoso obelisco.
 
Domina estas regiones
Arcos de la Frontera,
con altos torreones
do tremoló guerrera
la osada media-luna,
cuando al brío esforzado
del árabe tostado
sonrió la fortuna.
 
Allí pasó mi infancia,
ceñida de altos dones,
en feliz ignorancia
de sangrientas pasiones.
La maternal terneza
abrió allí a mis miradas
las páginas sagradas
de la naturaleza.
 
Y este tierno recuerdo
postra al alma afligida,
ora que inútil pierdo
el raudal de la vida
lejos del Guadalete,
cuya margen sombría
fue de la infancia mía
sosegado retrete.

 

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Epigrama
Trajes de moda y muy finos
tiene Juana la elegante,
pero nada es semejante,
al pañolón de merinos.
 
Gil, que celebrarlo oyó,
dijo con tono sincero:
pues, señores, el carnero
que da la lana, soy yo.

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La del humo
Vuestra merced este año
 ha tenido mil partidas
parecidas
al engaño.
 
Con extraña sutileza
mis deseos ha frustrado,
y ha burlado
mi simpleza.
 
Vuestra merced ha querido,
aburrirme, sofocarme,
y dejarme
sin sentido.
 
Viéndome amante sencillo,
me estrujó con arrogancia
la sustancia
del bolsillo.
 
Vuestra merced dice a gritos
que divido mis afanes
con afanes
infinitos.
 
Que es para ellos el halago
que ellos mis bienes destrozan,
que ellos gozan
y yo pago.
 
Si empiezo con arrebatos,
uesarced sólo me deja,
o se queja
de los flatos.
 
Y si le toco a las faldas,
como un tigre se revuelve,
y me vuelve
las espaldas.
 
Cuando vamos a paseo,
tanto amiguito se ofrece,
que parece
jubileo.
 
Soy en el baile estafermo,
a usted todos se abalanzan;
ellos danzan
y yo duermo.
Todos marchan de puntillas,
y os andan con secreteos,
y meneos,
y cosquillas.
 
Os escapáis allá dentro,
dándole el brazo a algún chusco,
y si os busco
no os encuentro.
 
Y pues me aburre esta fiesta,
(que sostenéis con descaro)
por lo caro
que me cuesta,
 
aunque de dolor estalle,
voy a salir sin reyerta
por la puerta
de la calle.

 
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