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José Roberto Cea

Mi soledad

Óptica

Conjuro entre hierb as sin nombre

Como en todos los combates

MI SOLEDAD

Hoy he visto caer de mis ojos la sombra.
como un viaje cansado;
y dejó mi soledad
cómo ciudad deshabitada de estrellas
y perros que nos ladran;
sin la novia prendida en el recuerdo,
sin el beso primero que nos llenó de asombro,
sin amables señoras que nos dicen:
"---Cómo está, joven, buenos días.---"
Sin éste mundo amargo y cotidiano
que nos duele en el pecho,
como la muerte del pastor de caracoles
que murió sobre la arena
y apareció su viaje desnudo ante el crepúsculo...
¡Dejó pues la sombra, mi soledad vacía...!

Mi soledad vacía.
Tremendamente sola.
sin un grito siquiera.
¡Sin mis huesos!
Sola.
Sin perfume.
¡Como un lirio quebrado en pleno invierno!
Pura.
Como un ángel despierto
sigue mi soledad.

 

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ÓPTICA

El poste que distingo
en el extremo norte de la calle,
donde mi habitación enciende su ternura,
parece un lirio aéreo, vertical y desnudo,
que perdió sus ojos y su lengua.

Un automóvil pasó desesperado
quebrando con su ruido de mariposa negra
mi momento más puro.

...Todo es así, en el instante exacto
de retener lo amado
o escribirlo en el fondo más rojo
de la sangre más honda.

 

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CONJURO ENTRE HIERBAS SIN NOMBRE

Esta bien por la Juana,

la Juana Torres;

la que hacia crecer la ruda y el misterio.

La enemiga de Dios y del Infierno.

Ella tuvo la flor de los amantes.

El castillo en el aire.

Y le importaba un rabano la muerte, su ropaje de angustia.

Esta es mi Juana Torres, de punta a punta;

con su sartén de barro nuevecito

para quemar seis chiles en la noche del viernes

mientras cae su voz agria a tabaco,

diciendo un Padre Nuestro al revés y otro al derecho.

Mientras cae su voz de ángel perdido

con cuatro Avemarías al derecho y un Credo al revés…

Salve, Juana, tu espacio sin medida y lleno de ojos,

tus alfileres penetrados de orégano y tempate.

Tu voz,

saliendo a gritos por viejos tecomates aromados de incienso,

llamando la querida del vecino.

Tus manos colocando en gastadas fotografias de muchachas silvestres

los alfileres mágicos

que antes vivieron en puros milagrosos…

Nada de otro mundo hacías, nada del otro mundo

pero bien que salvaste corazones,

reputaciones y muchachas burladas.

Juana Torres. ¡Qué nombre para decirlo en ángeles!

¡Cómo ha de estar Izalco sin tu nombre!

Sin tu nombre corriendo de boca en boca

como un raro amuleto de presagios.

¡Cómo se ha de vivir alla en Izalco, tu muerte que no vive!

Tu silencio sin fondo, las cosas que tu hiciste,

el vacío que dejas.

¡Tu gran cordialidad con el misterio!

Tu andar por esas calles pedregosas

con el deseo de hacer feliz al mundo.

Juana Torres, cómo vivo tu muerte que no vive.

Aquí, donde yo existo, me preguntan por ti, Juana querida,

que si son ciertas las cosas que se dicen de vos, de nuestra tierra…

Dudan de tu lucha por encontrarle rumbo al corazón,

no creen que hayas hecho arder verdes hierbas y chiles colorados…

Pero desean saber

mo es eso del puro y del conjuro, la oración para el pacto

con el diablo

y otras cosas

como encontrar novia, que no falle el marido,

que la mujer no se acueste con otro en ausencia del hombre,

conseguir dinero o sacarse la lotería.

Juana, preguntan

y no puedo decir muchas cuestiones, no las debo decir…

¿Cómo puedo explicar que mirabas la ruda y el augurio

y crecía la paz y el mal de ojo quitabas?

¿Cómo puedo decir que tu aceite de iguana lo ungías al aire

y el amargo brebaje de la vida se olvidaba?

La Juana, no tiraba las cartas por tirarlas.

Ella, no construía muñecos por construirlos.

Ella, al usar alfileres y tabaco y culantrillo y santos boca abajo

era porque los novios se encontrasen.

Era por ese afán de hacer feliz al mundo…

Esta es mi Juana Torres, de punta a punta.

Y jamás entregó gato por liebre.

Y le importaba un pito los decires.

Y lloraba como una Magdalena.

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COMO EN TODOS LOS COMBATES

Llego y te embisto.

Empujo tu cuerpo hacia la cama,

tus flancos se estremecen y ruges entre ardores

y placer y amor y pujiditos …

pones en mí tus uñas y maúllas feliz gata deseada.

Me llenas de saliva con tu hocico.

Me muerdes las orejas me recibes

se iluminas los días y el lecho.

He penetrado en ti , me fui a fondo

y te has venido conmigo a la intemperie, casi a la eternidad,

al vacío, suspendidos de tiempo y en el tiempo.

Buceas, nado a ciegas, nos deslizamos: Yo en ti, tú en mí.

Bramo contigo, rufiana de agua dulce, refinada expresión

de bramadero…

“Déjame ser tu puta”.

Y ya no te detienes para nada

hasta caer en esa santidad que dan los hijos …

“Después de este combate ya no somos los mismos”.

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