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José Viera y Clavijo

Qué fortuna hubiera sido...

Soneto

Testamento poético

Las cometas

Viaje a la Mancha

¡Qué fortuna hubiera sido

(como dice Pedro Bayle),

para el hombre corrompido,

que se hubieran metido,

Eva Monja, y Adán Frayle!

Esto hubiera así evitado

daños y males prolijos;

pero, pues no han profesado

¿por qué después del pecado

no caparon a sus hijos?

 

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SONETO EN «elogio al nuevo método de predicación abrazado

por la mayor parte de los oradores de la Octava de Nuestra Señora de los Remedios»

 ¡Oh pura¡ ¡Oh celestial! ¡Oh verdad santa!

que en tu cátedra y trono perseguida

de una oratoria loca y atrevida

sufriste tanto insulto, injuria tanta.

Vuelve de tu destierro... canta, canta,

el triunfo de la victoria merecida,

ya la cláusula muere, ya en huida

el falso asunto está. Ya no se aguanta

y el vil realce y profano texto,

ya se dejan los vanos calamistros,

y vestida de un traje más modesto

sin temer de la crítica registros

puede decir a vista de todo esto:

Hoy conozco en sus obras, mis ministros.

 

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TESTAMENTO POÉTICO

 Una manta de lana, una calota,

un sombrero candil, que pie de paja,

un bote de bornada, y una caxa

que tuvo polvos de bergamota:

una chupa sin mangas algo rota,

una caxilla retorcida y maja,

un frasquito con opio, rica alhaja,

cuatro billetes, y una gran pelota.

Dos trozos de rabat, palos de dientes,

una toma de sal de Inglaterra,

tres petrificaciones excelentes,

dos zapatos de cuero de becerra,

dos alzacuellos viejos, indecentes,

una bayeta, un libro y mucha tierra.

 

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LAS COMETAS

Anda cometa bella

toma de mi mano el vuelo

y vete subiendo al cielo

hasta parecer estrella,

extiende como centella

esa cola con que brillas

y corriendo largas millas

por los aires más ligeros

asusta a los gallineros,

y espanta a las aguilillas.

 

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VIAJE A LA MANCHA EN EL AÑO DE 1774

 Adición a la Historia general de viajes que sale en el Diario de Madrid

                                        Día 9

  E

 

ste viaje tan pensado, tan deseado y tan bien dirigido se ha verificado por fin a las tres y media de la tarde en dos coches de colleras.Todavía no sabemos cómo se llaman las mulas, pero seguro que no faltará alguna Coronela o Comedianta. ¿Y por qué no han de tener nombre los coches como los navíos? Llamaremos al principal, que hace veces de capitana, el Tostador;el segundo, a ejemplo de la otra famosa nao portuguesa, el Cagafogo.

         Sol claro, algunas nubes, aire fresco por el sudoeste. Se rezaron las devociones, unos en latín y otros en romance; en breviario y el libro; en público y en secreto. Se leyó en el manual que precisamente deben llevar los peregrinos que van en romería a aquellos santos lugares.  Quiero decir las aventuras del famoso caballero andante don Quijote, desde la primera hasta la segunda salida con su escudero Sancho Panza. No la tiene mala el que más nos leyó, don Bartolomé, caballerizo gordo por excelencia, hombre pacífico e inalterable que no se ha sonado los mocos en su vida.

         Por la noche tuvimos una tajada de luna. Viento fresco por el oriente. Su Excelencia durmió en el coche cosa de dos horas. En el puente nuevo salieron las ninfas del Jarama con hachas  encendidas, cabellos enmarañados y medio desnudas en figura de bacantes a pedir las pesetas. Al coche Cagafogo se le ha roto una rueda. Llegamos a la posada a las nueve, en donde ya nos esperaban el retratante y el retratado, Carnicero y Caminero.

                                        Día 10

         Habíamonos recogido entre once y doce, y a las tres y media de la mañana nos quitó el sueño un furioso despertador en camisa y gorro. Éste fue el citado don Bartolomé, aquel mismo que asistió al Concilio Mexicano. A las cinco y media estaba todo listo: salimos de Aranjuez cerca de las seis. No era éste aquel Aranjuez de mayo y de las parejas, sino el de las tercianas y moscas.

         Seguimos el camino de Ocaña con la lectura de nuestro insigne caballero. A las ocho pasamos por aquella antigua corte de los grandes maestres de Santiago; tiene muchos conventos, una famosa mina, un famoso cura, etc... Entramos en la Mancha; antes de llegar a Dos Barrios nos cumplimentaron Baco y Minerva: parras y olivas. ¿A cuál de los dioses o diosas consagraron los gentiles las sandías y los melones? Con efecto pasamos por un bello melonar.

         A las diez en La Guardia. Pueblo desmoronado, precedido de una cuesta, un arroyo, una alameda, unas huertas, una ermita de un niño que crucificaron los Judíos, un calvario, unas cuevas a manera de panal.Cosas raras: el convento de Trinitarios, pobre; el retablo de la parroquia, inmenso; la cueva del martirio del Niño, friísima; las antiguas murallas y almenas, arruinadísimas;la ama del Infante,menos gorda; las piernas de su tío, presbítero y caballero de Santiago, torcidas e hinchadas, etc.

         Salimos de La Guardia a las tres y media de la tarde y, a pocas aventuras leídas en Don Quijote, nos hallamos a las cinco en Tembleque, con una descomunal giganta en la posada. La giganta, que pasa a Cádiz y a Sevilla para medirse con la Giralda, llevó su visita y cuatro pesos duros.

         Aquí lo más notable es: 1.º La real fábrica del salitre que examinamos por menor. 2.º La gran casa del Indiano, con su escudo de armas que dice: Armas de los ilustres Fernández Alexo. Así puso el otro "Este es gato". 3.º El riego de las calles con agua, siendo en la Mancha. 4.º Un sermón o plática de Nuestra Señora del Carmen que predicó un pobrecito fraile Agustino Recoleto, hijo del lugar, que le han venido 40.000 reales de Indias (es noticia del barbero), y hubo aquello de altar de transparentes resplandores que ofuscan; bula sabatina; ave fénix, etc. 5.º La iglesia es de excelente fábrica gótica. Los retablos, pinturas, estatuas, órgano, lámparas y capilla del nunca bastantemente ponderado indiano, todo, se hallará bien explicado en el Viaje de España, tomo cincuenta y ocho.

         Hay veinte clérigos sacerdotes y un convento de Franciscos. El rey saca de catorce a quince mil arrobas de salitre a año.Cómprase a los particulares a veinticinco reales y después se vende a setenta y cinco. El refinado, a ciento y tantos.

         Carnicero va observando siempre fisonomías para publicar un Viaje fisionómico de la Mancha.

Día 11

 

        Cada día amanece más temprano para nosotros: el Andaluz (hijo de San Luis de Madrid) nos despertó a las tres. Es verdad que es día de misa; salimos, sin embargo, de Tembleque a las seis de la mañana. Una mula se llama Lucera, pero ya había salido el sol; el viento, fresco. Pasado el extendido campo Cebollero y el cerro Borreguero, aportamos a la villa de Mayo, a 24 de Camuñas; serían las nueve y media. 

        Hiciéronnos el primer recibimiento dos gitanas: la señora Manuela Tirado (célebre en la historia gitánica), la su sobrina y otro gitano de figura chinesca. Fuimos a la Iglesia, y nos hallamos con un solemne entierro. ¡Oh! ¡qué mala andanza! Murió la señora Vicenta. Todo el lugar había tomado luto: luto de manto y de basquiña,  luto de lágrimas y moco tendido al meterla en el hoyo. Mientras se cantaba el último miserere, vinieron todos los feligreses uno a uno a besar la punta de la estola del señor cura y a largarle, cuál el cuarto, cuál el octavo. El sacristán les mojaba las barbas con el hisopo y decía: amén.

         Desnúdase el cura: sale de la sacristía en balandrán con bastón; da gracias, y hasta que Su Merced no se levanta del suelo, ninguno se mueve. Sale la comitiva hacia las casas mortuorias. El viudo se queda arrimado a un quicio de la puerta por la parte de afuera, el pelo tendido, el rostro mesurado, los ojos aporreados y tristes. En este puesto y en esta postura iba recibiendo el pésame (como ellos decían) de todos los santos varones. Las piadosas mujeres entraban a hacer el duelo a las parientas en la sala. Preguntamos a uno de la comitiva: "¿Quién es la difunta?" Respondió: "El alma de esta casa, la señora Vicenta, que ha muerto en la flor de su edad, pues sólo tenía cincuenta años." Camuñas, fuera del privilegio de estas flores de edad, parece un pueblo infeliz.

         Dejámoslo a las tres de la tarde. Pasamos a las cuatro y media el insigne puerto de Lápiche,  no tan fértil ahora en aventuras caballerescas como en huertas y norias; llegamos a Villaharta a las seis. Nos paseamos por el lugar y por una era en que araban media docena de borricas con otras tantas muchachas. Entramos en la ermita de Nuestra Señora de la Paz y rezamos el rosario, quisiera o no quisiera la ermitaña, que había entrado a poner mecha a una lámpara. Es probable que no le pesó por lo que dirá don Bartolomé. Es mala la posada. La torre está en el ayuntamiento.

         Día 12

         A las cinco de la mañana nos escapamos de Villaharta. Sol rojo en el oriente. Aire fresco con nubes. A dos leguas de camino está la venta de Quesada, tan digna de eterna memoria por el manteamiento de Sancho Panza, sin embargo de que la actual ventera ni siquiera había oído nombrar a don Quijote, con ser así que es quinta o sexta nieta de Mari_Tornez,  o mienten las fisonomías. Ya dijo un hermano suyo que ese tal don Quijote, a lo que él creía, había sido un guapo de la Mancha que vivió ahora mil y ducientos años. Nos admiró la exactitud de cronología. Hay en esta posada un pozo profundo y se dice que su agua es la del Guadiana que corre a sombra de tejado por allí; pero, por más que observamos, no vimos semejante Guadiana.

         A poco más de las ocho entramos en la villa de Manzanares, buen pueblo de labradores, con buenas calles y buena iglesia gótica.Un largo trecho antes nos salió al encuentro una berlina de dos mulas, que en el país llaman belrina. Era el gobernador de Valdepeñas don Josep Caballería, que habló a Su Excelencia montado en el estribo de nuestro coche con su connatural ceceo.Visita de algunos oficiales de carabineros.

         Salimos de Manzanares y del mesón de Valiente, nuestra buena posada, a los tres cuartos para las tres. Viento recio por el sudoeste. No bien habíamos caminado dos leguas y media, cuando se dijo: ¡berlina!, como quien dice en el mar, ¡vela!. Era la solemne diputación de la villa de Valdepeñas, compuesta por tres respetables individuos de su muy ilustre ayuntamiento, que salía a dar a Su Excelencia la bienvenida a sus estados. Echaron pie a tierra; parósele el coche; y el uno, que es abogado y regidor, dio la siguiente arenga: "Excelentísimo Señor, Vuestra fiel villa de Valdepeñas se pone a los pies de Vuestra Excelencia y le da la bienvenida a Vuestra Excelencia y al Señorito su hijo, con muchas gracias por la bondad que tiene Vuestra Excelencia de dar a sus vasallos este consuelo." El señor Marqués respondió: "A la villa, que aprecio mucho su atención y que deseo servirla".

         Yace a dos leguas de Valdepeñas una ermita de Nuestra Señora de Consolación, que llaman de Aberturas. Tiene una venta al lado; y, lo que todavía es más devoto, una linda plaza de toros, en donde se hace cada año una corrida. Era este el día de la fiesta y había acudido a ella toda la gente de los pueblos circunvecinos, como lo denotaba el gran número de galeras y carros. Y desde este lugar ya se dejaron ver largas partidas de muchachos y mujeres de Valdepeñas, que, levantando polvo, corrían de tropel al camino y se exhalaban en vivas: "¡Viva, viva su Excelencia!" Todos se hincaban de rodillas. Todas las mujeres estiraban los brazos hacia adelante, y, levantándolos y bajándolos cuanto podían, clamaban con ternura: "¡Ya llega, ya llega nuestro padre!". ¿Hay por ventura algún placer en el mundo que pueda competir con éste?

         Cuando llegamos a aquellas primeras viñas y olivares que crecían con su verdor los ojos del caminante, cansado de tantas leguas de tierra seca y rastrojosa, encontramos otra berlina. Era una diputación del convento de Padres Trinitarios Descalzos, compuesta de dos religiosos calvos. "Nuestro Padre Ministro _dijeron_ está enfermo, y nos envía en su nombre y de la santa comunidad a cumplimentar a Vuestra Excelencia, dándole la bienvenida, como también al Señorito". Este razonamiento pedía que Su Excelencia respondiese sentía mucho que el Padre Ministro no lo pasase bien y que agradecía la atención de la santa comunidad.

         He aquí, a poco trecho, otra diputación y otra berlina. Tres venerables clérigos representaban el cabildo eclesiástico y, en su nombre, hizo un corto cumplimiento don Tomás Díaz Felipe, sacerdote de 85 años de edad; pero todavía tan vivo, tieso y colorado, que, felicitándole de ello Su Excelencia, respondió: "Pues, Señor, aún me siento con fuerzas para montar en un caballo y echar un par de suertes a un toro; porque no sería la primera vez que de dos picadas les he hecho poner la cabeza a mis pies". Lo mismo le sucedió a San Ignacio mártir. 

        Aún nos salieron al camino otras dos o tres berlinas manchegas, con los vecinos principales. Y para describir ahora nuestra entrada pública en Valdepeñas, es necesario explicar antes el orden de la marcha:

         1.º Antonio Caminero, nuestro aposentador (bien conocido en la Corte por el verdadero retrato que hizo de su facha don Isidro Carnicero), iba de batidor en un caballo de cuello aguileño, con montera atravesada, colodrillo reverendo, casaquilla hueca etc.

        2.º Los dos insignes tontos Francico de Santa Cruz y Casimiro del Viso, capitaneando una innumerable multitud de muchachos y muchachas pelonas. 

         3.º El coche en que iba: Su Excelencia, el Señorito, ayo y caballerizo, con su gentil tiro de mulas que volvía a la patria.

         4.º El coche de cámara con familia, entre ella Diego Díaz Monasterio. 

         5.º La calesa de Carnicero y Rojo.

         6.º Las berlinas de las diputaciones de la villa, cabildo y convento.

         7.º Las de los caballeros hidalgos, etc., etc.

         Toda la carrera estaba acompañada de patrullas de muchachos, hombres y mujeres, que salían corriendo de sus casas, muchas de entre sus quehaceres con los instrumentos de sus oficios, las boquitas risueñas, los ojos relumbrantes y las manos tiesas al cielo: "¡Viva, Su Excelencia y el Señorito, que está ya tan alto como su padre! ¡Qué hermosura!". En medio de este popular alborozo, vivas y repiques, llegamos a la casa de apeo. Hallamos la clerecía y comunidad de los frailes, formados en dos alas, desde el portal y patio hasta la primera sala. Aquí se renovaron las bienvenidas.

         ¡Qué era ver al citado caballerizo y al bravo Caminero arrojar de las ventanas puñados de dinero en cuartos y ochavos! ¡Qué, la calle cuajada de aquella gente mal vestida, árida y sedienta, que no sabía huir de tan desaforada lluvia de cobre! ¡Qué, la tropelía, los gritos, las posturas, las puñadas, las caídas, las embestiduras y confusión que ocasionó esta cucaña!

         Luego fue Su Excelencia a la parroquia con mucha comitiva del gobernador, alcaldes, eclesiásticos, pueblo, muchachos y tontos. Entró en ella al son del órgano, hisopo, vivas y repiques. Hicieron padre y hijo una oración en sus sitiales y se volvieron a su casa, donde despidieron el acompañamiento.

          Día 13

         Gracias a Dios, hemos descansado y dormido toda la noche, sin miedo de los rebatos del terrible madrugador don Bartolo.  La casa es bastante buena y el patiecito interior del emparrado, elegante. Entró la corte a las nueve. Salió Su Excelencia a la sala y recibió la diputación de su buena villa del Viso. Fue después a misa a la parroquia, templo de fábrica gótica muy capaz. Sírvenla como ventiún sacerdotes con el cura, que debe ser del orden de Calatrava. De aquí se encaminó con la comitiva, precedida de tres alguaciles y dos tontos, a ver las nuevas fábricas establecidas de su orden y en utilidad de sus vasallos.

         Entramos primero en la de los paños, edificio nuevo y bien reparado. Fue Su Excelencia recibido en la larga crujía de los telares con la salva de genuflexiones y vivas. Era gusto ver aquellas dos largas filas de hombres, mujeres, viejas, mozas y muchachas, unas cardando lana y otros sacando estambre.Ver cinco telares y los tejedores que trabajaban en éste los paños, en aquél las bayetas, en el otro los albornoces y costales. Ver chicos de once, de nueve y aun de ocho años, haciendo canillas y tejiendo como unos hombres de provecho. Los mismos estropeados ganaban allí la vida y evitaban la ociosidad y la mendiguez. ¡Qué beneficio éste para un pueblo, para la sociedad, para la policía!

          Estuvimos en el cuarto del batán, en el de la prensa, aquél en que se tiñe, el otro en que se tunde, en el que se percha, se hila, se almacenan las lanas, etc., etc.

          Pasamos después a la fábrica del jabón, otro gran edificio, hecho poco ha, cuyas oficinas, graneros y almacenes, así como los cuartos de los empleados en estos ramos, son todos muy capaces y buenos. Vimos la cama de Caminero, más alta que un elefante, con seis u ocho almohadas de media vara cada una, con sus cintas, encajes y lazos. ¡Qué perro de presa tan formidable tiene! ¡Qué gato tan ágil y espantadizo!.

         La tercera estación fue a la bodega, lugar muy venerado en Valdepeñas. Compónese de largos lagares y otras galerías, cuyas inmensas tinajas (dulces prendas de Chinchón y del Toboso) están bien empotradas en número de ciento ochenta y forman un intrinca­do laberinto, o, por mejor decir, una real biblioteca de tomos y atlas de más de a folio. En esta biblioteca hay también sala separada para los libros prohibidos, quiero decir para las tinajas del aguardiente; y parece que el fabricante de jabón, castellano viejo que ha estado en las cuatro partes del mundo, tiene licencia para leerlos, porque las fue catando y dando razón de cuál es obra más pasadera. Aquí hay también tahona.

         Restituido Su Excelencia a casa, despidió a todos en la sala. Hoy llegó el regalo de la villa, con la añadidura de unas tortas que tenían esta inscripción: Viva el Señorito.

         Por la tarde, visita a la nueva posada y gran mesón que se hace de orden de Su Excelencia en la calle Ancha. Será, sin duda, uno de los mejores de la carrera de Andalucía. Visita también al convento de los Trinitarios, que salieron a la calle y le recibieron en dos filas. Entramos en la iglesia, en la capilla bien adornada y curiosa de Jesús Nazareno, en el camarín, etc. Después nos encaminamos a la antigua ermita de San Nicasio, primitivo convento de dichos religiosos, y nos volvimos por otras calles, siendo de advertir que el lugar tiene muchas, por ser grande, y aun sería hermoso, si no tuviese tantas casas de tierra. Puede ascender su vecindario a mil ochocientos vecinos. 

        Por la noche tuvimos ópera; esto es, una hora de seguidillas y una orquesta de un violín, dos guitarras y un tiple. Las cantarinas saben tanto como cualquier padre lector de artes, porque saben la lógica en seguidillas. Una de ellas posee la rara habilidad de tocar con la mano izquierda sin ser zurda, y finge el ladrido de un perrito muy al natural.

                                        Día 14

         Asistencia a la misa solemne en el altar del Santísimo Cristo de la Piedad, cantada por la música, que se reduce a un bajón,un violín y un maestro de capilla (así le llamaban), que es capilla y maestro al mismo tiempo, porque no hay más voz que la suya y, sin embargo, nos echó los kiries, gloria y el credo a toda solfa con su amén, amén, amén.

         De la iglesia fue su Excelencia en casa de la maestra de las niñas, que, puestas todas de rodillas y en orden, entonaron una parte del catecismo de Ripalda, según les preguntaban con gracia y bello pico una discípula de las más adelantadas. Este fue espectáculo muy gustoso. Luego pasamos a la escuela de los muchachos, que serían como unos ciento veintiocho. Mandó el maestro el ejercicio. Treparon dos sobre sendas mesas y se preguntaron la significación de las ceremonias de la misa. Bajaron éstos; subieron otros a ejercitarse sobre el Catecismo de Fleury, en que están muy diestros. Hicieron pruebas de leer y presentaron sus planas de escribir. También son deudores a su señor estos vasallos de establecimientos tan útiles. Al pasar por la cárcel pública, se mandó soltar a uno de los presos que había, quedando el otro por ser más grave su delito.

  Día 15

         Hoy daremos noticia de la portentosa cueva que hay en esta casa, objeto digno de la atención de los viajantes, como una de las siete maravillas de la Mancha y aún de la Europa. Toda ella está abierta en peña viva. Bajamos entre once y doce de la mañana por una boca muy capaz y unas escaleras de sesenta gradas muy anchas, tendidas y repartidas en varios descansos. Caminando después sobre la izquierda, se halla como un largo cañón de Iglesia; otro más largo corre a la derecha, que se subdivide hacia el fin en otras dos grandes galerías colaterales. Sobre una de ellas se ve cierta especie de media naranja o cimborio por donde con tornos suben y bajan las tinajas pequeñas con el vino. En esto de tinajas no hay que detenernos, porque dicho magnífico panteón o catacumbas están rodeadas y guarnecidas de estas estatuas colosales o monstruosas momias con sangre. En nuestra presencia hizo el bodeguero una sangría que ni Salesas.

         El buen orden de las tinajas, las lámparas encendidas, las lumbreras o respiraderos, la extensión, la pulidez del suelo, paredes y bóvedas, la lobreguez, el frío, el pozo, la consideración de que se tiene toda la casa encima, el excelente licor que allí se encierra: todo esto respira seriedad y provoca entusiasmo.

         Por la tarde, salida a caballo con acompañamiento de magnates. Uno de ellos, el señor Valdelomar, con el uniforme de cuando fue cadete. Dirigióse la cabalgata a los Llanos, en donde se dilata la vista por un maremágnun de viñas. Por la noche, ópera.

 Día 16

         Hay gran despacho de papel y los memorialistas hacen negocio, pues, siempre que sale, Su Excelencia recoge resmas de memoriales. Misa rezada con órgano, que dice nuestro capellán ordinario, el padre Reyes. Acompañamiento al Santísimo que ha salido en público por viático a un enfermo con toda ostentación, luces, música y cabildo. Es una antigua tradición y debe salir así veintiocho veces al año.

         Por la tarde, cabalgata al majuelo de Su Excelencia, a cuyas excelentes uvas negras hizo guerra implacable el teniente capitán de carabineros don Miguel Correa, que desde la villa de Manzanares se unió a nuestra brigada, para hacer la presente campaña con el acierto de otras veces.

         Por la noche, ópera manchega. Y así como en ciertas partes del mundo nos quiebran la cabeza con la Mariquita, la Agostini, la... aquí están discordes los criados sobre cuál lo hace mejor, si la Deogracias, la Fraila o la Milanesa. Es tan grande el concurso que, no cabiendo la gente en el patio, llega hasta la luneta.

          Día 17

         Como a media legua de Valdepeñas hay un bosque sagrado, pues tiene algo de sobrenatural: un tramo de alameda verde y espesa, con un pequeño arroyo, en medio de campos tan áridos; pero eso no quita que los vecinos le den sus buenas podas. Aquí se dirigió esta tarde la cabalgata. De vuelta al pueblo, hubo paseo público, etc.

         Día 18

         Gala. Misa solemne y procesión del Santísimo en la parroquia. Viene a la casa la escuela plena de los muchachos; fórmanse en el patio y entonan el catecismo entero de Fleury, preguntándose y respondiéndose una docena de contrincantes. El primer premio del más sobresaliente, que era el más roto, fue un vestido.

         Por la tarde, nuevo espectáculo. Hay aquí una compañía llamada de Jesús, que debería llamarse Santa Hermandad por ser cofradía de Jesús Nazareno y gobernarse en estilo de guerra. Tiene su capitán, su alférez y sus cabos de escuadra. Publicábase  hoy la fiesta para el veintinueve del corriente; y habiendo salido los hermanos soldados con sus oficiales, bandera, tambor y escapularios al cuello, marchando a cuatro por fila, vinieron a sacar a Sus Excelencias y los llevaron delante entre dos alabarderos como dos sayones, con las armas a la funerala. Entraron en el convento de los Trinitarios e iglesia de Jesús, y luego siguieron el paseo por algunas calles: bien entendido que, al pasar por las casas de los cabos de escuadra (que ellos llaman escuadras a secas), se encontraban a las puertas tres o cuatro mozos y mozas con grandes jarros de vino tinto, y todos los cofrades iban bebiendo por su turno.

         Volvieron a dejar en casa a Su Excelencia, quien salió segunda vez al campo y entró en la ermita de Nuestra Señora de la Cabeza, que es de buena fábrica. El camarín merece atención por sus bellas pinturas y su techo, en el cual se ve la historia de la aparición de la imagen a un pastor. Son de mano de un tal Alberto, manchego. Cuida de esta ermita el gremio de pastores.

         Por la noche, ópera nueva.

 Día 19

 

        Nada notable, sino la bella ermita del Santísimo Cristo de la Misericordia.

 

                        FIN DE LA PRIMERA PARTE

 

VIAJE A LA MANCHA EN 1774. SEGUNDA PARTE.

 

                               Día 20 de setiembre

  A

 

diós, Valdepeñas. Hoy a las cuatro de la tarde salimos de este pueblo, cuyo nombre dejamos atrás repetido catorce veces. Nos acompañaron algunos caballeros en caballo y en coche. Pasamos el río Jabalón, río tan sonoro y terrible como el Flegetón de los poetas; pero, descartando lo fabuloso, sólo es a la verdad un pobre arroyo o un caz de cuya agua no se aprovecha ni una gota en todo el terreno.

         De Valdepeñas a Santa Cruz de Mudela hay dos leguas de buen camino. Nos salieron largo trecho a recibir un alcalde, un abogado, un médico y otros personajes oficiales de milicias con uniformes. Luego una berlina con más gente. Luego los varios pelotones de muchachos que corrían tras el coche. Luego la descarga de fusilería de los guardas de viñas. Luego una soldadesca de bravos mocetones con sus banderas y alabardas. Luego, en fin, el innumerable populacho que coronaba las calles, plazuelas y peanas de las cruces, de manera que con dificultad se iban abriendo paso los coches. Por cierto que ésta parecía una magnífica entrada en triunfo. En medio de tales aclamaciones, de una nube de polvo y de incesantes vivas y repiques se apeó Su Excelencia en las casas que le tenían dispuestas, donde fue recibido y cumplimentado del cabildo eclesiástico y otros principales vecinos.

         Estaba toda la calle hirviendo de un enjambre de hombres, mujeres y muchachos que, con los ojos en las ventanas, las monteras, las faldas y regazos listos, esperaban del cielo el mismo maná que había llovido en Valdepeñas. No tardó mucho; porque he aquí que la nube preñada de don Bartolomé se les asoma benéfica, y, llenando los fuertes puños de moneda de Segovia, empieza a regar las cabezas de la multitud. Hágase aquí alto y contémplese la vocinglería, chillidos y cachetadas de un lance como éste. ¿Y cuáles no fueron los gritos de aplauso cuando de allí a un poco se dejó ver Su Excelencia desde un balcón? Se pudieron caer muertas las aves que volaban, como en Corinto, luego que el cónsul romano declaró libres a los griegos. En punto de gritos, bien se pueden comparar los manchegos con los griegos sin pedantería. 

        Después pasaron Sus Excelencias a la iglesia parroquial, ancha, grave, aseada y majestuosa, servida de un cura y doce sacerdotes. Hicieron oración en sus sitiales, adoraron la imagen del Santísimo Cristo, obra de las manos de nuestro compañero de viaje Carnicero; se dio un paseo por el lugar, por todo el cual resonaban los vítores de las mujeres. Nota: todas las robustas mujeres de estos pueblos visten más corto que en Madrid; todas están criando, y por cosa rara se suele ver una sin su niño en los brazos. Así estos pueblos fecundos y pobres son un taller admirable de muchachos de que están llenos como colmenas. En contraposición, hay aquí un convento de Agonizantes. Visitóse finalmente la ermita nueva de Nuestra Señora de la Encarnación, que es casa de hospital sin camas y en donde está la capilla del Cristo que crece.

         Por la noche, ópera de seguidillas con muchas voces y pocas buenas. A las ocho, hubo en todo el lugar una grande iluminación de hogueras, sobre las que saltaban los muchachos prodigiosamente.

 Día 21

         San Mateo. Asistencia a la misa mayor, que se cantó con la solemnidad posible. Visita a algunas matronas de esta santa villa y a las bodegas, graneros y lagares de Su Excelencia.

         Por la tarde, paseo como de una legua a la mina de antimonio que se acaba de descubrir. La veta que se saca de este apreciable metal es muy pura y parece rica. Se ha abierto un hoyo de diez varas en cuadro y como de once o doce de profundidad. El agua, que es de un ácido muy delicado, empieza ya a incomodar a los trabajadores. El terreno es capellanía de un clérigo de este lugar de Santa Cruz y se ha abierto de cuenta de la compañía de libreros de Madrid

Día 22

 

        Levantados desde las cuatro y media de la mañana, salimos a las seis en coches y acompañamiento de a caballo a la gran romería de Nuestra Señora de las Virtudes. Es un sitio agradable, por ser ya tierra quebrada, vecino al monte y sólo una legua lejos de Santa Cruz. La ermita es bella, larga y descollada como todas las de esta tierra, que tiene su manía en buenas ermitas. La capilla mayor es hermosa, la sacristía muy decente, el camarín bien pintado, la hospedería tal cual y la plaza de toros (que es la principal parte de estos santuarios) excelente por sus largos corredores sobre columnas de piedra. Tiene al lado una espesa alameda con dos dilatadas calles de árboles altos y derechos; y un tiro de piedra más allá queda la huerta de Su Excelencia. Hay bastante agua, y buena, de que se provee el lugar. Hay también una cantera de piedra berroqueña que, después de bruñida, puede competir con el mármol. Hay caza de liebres y conejos.

         Oída misa, se montó a caballo y se marchó tras las aventuras de aquellos montes con algunos hurones, galgos y podencos. Iba en una burra albardada y montado a lo mujeril don Pedro Membrilla, presbítero por las órdenes que tiene, cazador por la profesión que hace y hombre salvaje por el raro traje y su natural figura, su capote de monte, su chupa, su sombrero redondo, su garrote, etc. 

        Después de haber andado una legua, recorriendo parte de las tierras montuosas de la Cañada del Águila, adonde trata Su Excelencia de fundar una nueva población, se volvió a la ermita. Serían las once y media. Los perros y cazadores se habían extraviado. Don Isidoro Carnicero se había perdido; los caballeretes de Santa Cruz, que vinieron en coche, habían jugado a la treinta y una y los cocineros y reposteros habían aprontado la comida para más de sesenta personas agregadas.

         Por la tarde, hubo paseo en la dicha alameda y graciosas arlequinadas de los tontos. De vuelta, entraron los coches y demás comitiva por la calle Ancha del lugar, con los acostumbrados aplausos. Nota que la villa de Santa Cruz está situada en figura de cruz; las calles regulares y llanas, aunque mal empedradas; y las casas parecen más bien conservadas que las de Valdepeñas. Sobre un cerro inmediato tiene una ermita de San Roque por ciudadela. El vecindario es de más de mil vecinos.

         Ópera manchega por la noche, y el gentío que estaba en la calle silbó a unas de las damas operistas. 

 Día 23

         Ha llovido esta noche. Después de misa, visita de las escuelas de niñas y muchachos, quienes dan buena cuenta del catecismo. Por la tarde, se ha ido al convento de los Padres Agonizantes y a un olivar de Su Excelencia que puede dar buen aceite para la extrema unción.Tiempo fresco y nublo.

Día 24

         Lluvia por la mañana. Por la tarde, cabalgata a la dehesa de este término, compuesta de pastos y encinas. Tienen poca bellota. Las liebres no se dejaron ver.

 Día 25

         Domingo. Gala. Después de la misma mayor, vienen a casa en procesión con pendón y cruz los muchachos de la escuela. Ejercítanse sobre el catecismo de Fleury, en que están muy versados. Manda Su Excelencia calzar a seis de los más provectos y dar una colación a los demás.

         Hemos hecho visita a un colegio de garañones, burros padres de las incomparables mulas manchegas. Son terribles animales. Habitan siempre a obscuras, en celdas separadas donde estudian mucho, y salen a revolcarse al corral pocos instantes, porque también se suele profesar clausura aun cuando no se guarda castidad. Quizá por una y otra razón no padecen de gota. 

         Por la tarde fuimos a una parroquia de Francia, pues aquí hay vísperas los domingos y asisten a ellas los feligreses. Rezaron luego el rosario y la letanía. Nota que hasta lo que aquí se reza es en tono de seguidillas. También pronuncian la s de un modo raro. Después subió al púlpito el cura y dos muchachos a una mesa contigua, de manera que, haciéndoles algunas preguntas, explicó un punto del catecismo. Concluyó con una buena doctrina sobre el evangelio del día.

         En saliendo de la iglesia, paseo por todo el lugar, con vivas y acompañamiento de muchachos y niñas. Aquí todos se llaman Camilos y Camilas. El color favorito de que tiñen sus telas es un buen naranjado, procedido de las costras de hollín y yeso que sacan de las chimeneas. Es muy parecido al achote. Los niños del pecho llevan ya monteritas.

Día 26

         Vamos con el cofre a cuestas, verdaderos caballeros andantes. Ya salimos de Santa Cruz de Mudela a las dos de la tarde, con seis carros cargados y siete coches, encaminados a la villa del Viso. Hay dos leguas largas. A medio camino, coche con la justicia y diputación de la villa. Uno de los alcaldes es el que rebuznó. Un poco más allá, cuatro soldados y dos sargentos de una partida de dos regimientos de caballería que por casualidad se hallaban en el lugar y salieron a rendir honores a Su Excelencia. Los sargentos marcharon a los estribos del coche, y los cuatro soldados iban delante haciendo de batidores, todos espada en mano.

         Luego algunos caballeros jinetes del país; y como nos acercábamos al lugar, encontrábamos los pelotones de muchachos corriendo y chillando vivas. Ya se acabó el título de marqués de Santa Cruz: "¡Viva el marqués del Viso!" y pobre del que diga otra cosa. Más adelante una soldadesca de bravos mocetones que hicieron repetidas descargas de fusilería. Después una danza de espadas, cuyos diestros danzantes llevaban chupas y monteras adornadas por sus mozas de cintas y lazos. Habiendo entretejido las espadas, el que hacía de guión trepó encima y dijo a Su Excelencia una décima con ademanes de energúmeno. También había otra danza de garrotes.

         Hízose el recibimiento y entrada con toda esta rústica pompa, por medio de un juicio universal de gente que se deshacía en vítores y manoteos. Las monjas en sus vistas tremolaban tantos pañuelos blancos, que parecía lavadero en día de aire solano. En fin, al ruido de repiques, gritos y escopetazos, nos apeamos en el gran palacio del Viso, por fuera palacio encantado y por dentro un encanto. Hallamos formado otro piquete de soldados de infantería sobre las armas en el pórtico, la villa, el cabildo eclesiástico, los frailes de San Francisco, etc.

         A todas éstas ya estaba don Bartolomé Ortega en una ventana como Atabalipa, metiendo el puño en su talego, y lleno de coraje empezó a arrojar ochavos a la multitud, los cuales, como caían de muy alto, pudieran haberles hecho mal, si el dinero lo hiciese. ¡Oh, qué hombre tan amable se ha hecho este don Bartolomé en estos lugares! Por dondequiera que pasa lo señalan los muchachos con el dedo.

         Después fue Su Excelencia a rendir a Dios todos estos obsequios en la parroquia, templo pequeño, viejo y que amenaza ruina. Sírvenla mal diez sacerdotes con el cura. Luego a la iglesia del convento de monjas de Santa Clara, y entramos en el locutorio. Son once religiosas que hablan, piensan y hacen bizcochos como todas las del mundo.

         Por la noche, seguidillas, ópera del Metastasio del Viso, el licenciado Castaño, presbítero y maestro de escuela que zurra bravamente la badana a los muchachos. Son dos voces, y la orquesta cuatro guitarras y un violín. Este lo toca un boticario calvo, que quizá lo usa en su botica para la mordedura de la tarántula. Asistió la justicia y regimiento. Asistió el venerable cabildo en balandrán y palo. Iluminación de hogueras en las calles.

         Nota que no fue décima la que declamó el danzante de las espadas, sino dos redondillas y una cuarteta:

 

                Con bien venga Vuestra Excelencia

                hoy al Viso con su hijo,

                pues de su bondad colijo

                que le imita en la clemencia.

                 Con afectos liberales

                vuestros vasallos, Señor,

                os muestran el fino amor

                que arde en sus pechos leales.

                 Hoy, Señor Excelentísimo,

                para que benigno obres,

                Dios salud te dé, amantísimo,

                para consuelo de pobres.

  Día 27

         El palacio del Viso es una de las cosas buenas de España, una de las que deben ver los extranjeros y estudiar los arquitectos españoles que no han ido a Italia. Desde que se entra por la puerta se ensancha el corazón y el alma como que se halla forzada a formar ideas soberbias. ¡Que claustro tan alegre! ¡Qué arcos tan descollados! ¡Qué bóvedas! ¡Qué pinturas al fresco desde el mismo portal! ¡Qué escalera de mármol con dos derrames! Arriba, ¡qué prodigioso corredor con barandas y balaustres de igual piedra! ¡Qué puertas tan de gusto! ¡Qué pinturas históricas con sus inscripciones y encima algunos fanales de galeras tan venerables por su antigüedad como por ser memoria de los trofeos del grande don Alvaro de Bazán, primer marqués de Santa Cruz!¡Qué oratorio! ¡Qué salas! ¡Qué chimeneas! ¡Qué inteligencia de arquitectura! ¡Qué adornos! ¡Qué techos! En ellos se registran las hazañas y sucesión de la familia Bazán con sus verdaderos retratos. Hay una armería. La sala que llaman de Portugal es una de las bajas; pero ella sola merece toda atención por sus pinturas, en las cuales está todo el diario de la conquista de Portugal, con los retratos de los jefes que la condujeron y las verdaderas vistas de las ciudades, puertos, armadas, fortalezas, etc.

         Sucede que cuanto más se observa esta obra, tanto más gusta. Carnicero asegura que le parece que se halla en algún palacio de Roma. Ella, a la verdad, es un honroso monumento del grande espíritu que le hizo y del buen siglo de las artes en España. Pero al mismo tiempo es dolor que esté en El Viso y mucho más que hubiese estado abandonada desde principios de este siglo; y, a no ser el desvelo del poseedor actual, que conoce todo su precio, ya hubiera acabado de arruinar. No olvidemos que las cantinas y toda la vivienda subterránea es otro mundo y un esmero del arte... Pero salgamos del palacio, por Dios, y piquemos la retaguardia al diario, que se va haciendo inmenso.

         Misa a la parroquia con órgano: capellán de honor, el Padre don Adrián Cañete. Después, visita a los mesones y graneros de Su Excelencia. Por la tarde, a las dos, cabalgata al olivar nuevo y huerta del Valle de los Perales, que es una legua de camino. Sol fuerte. Y nótese que desde hoy ya no sale Su Excelencia al campo sino con chupa de ante y capote de monte a la manchega. Redúcese éste a dos varas y media de paño pardo, burdo y sin más corte que un agujero o abertura en el medio para meter la cabeza.

Día 28

         Visita a la escuela de los muchachos, que saben el catecismo de Fleury, y a la de las niñas, que saben el de Ripalda.Por la tarde, a las dos, cabalgata a la huerta del Judío, distante una legua del lugar. Gran sol. Agujetas.

 Día 29

         San Miguel. Visita a las monjas. Por la tarde, expedición general a la Sierra Morena y venta de Su Excelencia, distante dos leguas del Viso y demarcada en todos los mapas de España. Camino agrio, pero recién compuesto. Pásase por la nueva población de Magaña. Extravío a ver un colmenar. En llegando a la venta, se encontró apostado un piquete de cuatro soldados miqueletes que hicieron una descarga de fusilería y no más, porque los caballos se espantaban. Venían enviados del comandante de la Carolina, que estaban en la venta de Miranda, para que hiciesen a Su Excelencia la debida guardia durante su residencia en aquel paraje, con una carta muy atenta. Despidióseles luego con otra y la gratificación ordinaria.

         Es la Venta del Marqués un edificio antiguo, hecho para arriería, en forma de tres naves, cuyo punto de vista principal es la cocina y chimenea. Tiene sólo dos cuartos o celdillas tristes y penitentes, con el suelo mal empedrado, como toda la casa. Aquí pues se acuarteló todo el ejército de familia, comitiva, cazadores, ojeadores, caballeros del Viso, tontos, venteros, mozos, arrieros, mujeres, muchachos, coche, mulas, caballos, perros, borricos, bagaje, etc. Entonces sí que era esta venta un verdadero castillo.

         ¡Válgame Dios, qué bulla! ¡Cómo andaban encontrándose unos con otros! Colonos de Magaña con regalos de manteca fresca y lombardas. Unos hablan, otros cantan, otros ríen, otros regañan y todos piensan en la cena. Duérmese poco y tarde, Jamás se habrá pagado ruido más verdadero en ninguna posada. Veíanse las camas desparramadas por aquel duro suelo, cuyos colchones habían convertido en piedras su poca lana.

 Día 30

        Todavía no eran las cuatro de la mañana, cuando todo andaba bien revuelto. Ya don Bartolomé, como si hubiera hecho la vela de las armas, entraba y salía con una manta colorada sobre los hombros y su gorro tras de las orejas, despertando a los que no habían dormido, quejándose de lo mullido del catre y pidiendo migas, chocolate, pan, bizcochos, etc.

         Dispúsose la montería, Partieron los ojeadores y cazadores. Partió Su Excelencia a caballo con una caterva de aficionados y servidores. Hízose la batida. Murió un feroz venado con unas venerables astas de catorce puntas, traspasado de dos balas, una de ellas (la primera) disparada de mano de Su Excelencia. Vuélvese del monte a la una. Soles picantes. ¡Qué no se comió! ¡Qué no se bebió ¡Qué no se devoró! ¡Parecían unas segundas bodas de Camacho!         Por otra parte, otra cacería con perros desde las dos y media hasta las siete y media. El sueño y el cansancio hizo que se pasase una noche más tranquila.

 Día 1º de octubre

         A las cuatro, la manta colorada de don Bartolomé; una inundación de migas y torreznos. Salida de Su Excelencia a otra batida, camino del Viso. El Señorito vino en coche. Llegamos al Palacio a las once. Repiques de las monjas, que ahora viven todo el día en el campanario.

         Por la tarde, asistencia a las vísperas de Nuestra Señora del Rosario en la parroquia. Paseo al convento de San Francisco. Tiene ocho o nueve religiosos bien alojados. Luego se tomó el camino de los pozos de donde se saca la famosa tierra blanca para quitar manchas. Sirve también para blanquear las paredes. Es una marga muy exquisita. Acabada de extraer, está blanda y mantecosa como jabón. ¿Y quién sabe si esta provincia tomaría el nombre de Mancha de la virtud que tiene la dicha tierra? ¿Cuál sería la opinión del Padre Sarmiento?

  Día 2

         Domingo. La fiesta del Rosario. Misa y sermón de un fraile Francisco. Por la tarde, vísperas, rosario, procesión, y después otra procesión y paseo por todas las calles del lugar. Repítense los vivas de las mujeres, chillidos de los muchachos y manoteos de las viejas. Aquí hay muy pocos abanicos. Todos piden, todos presentan memoriales. Conservan el antiguo término de hogaño, hacello, decillo. Tiene el lugar una buena calle, las casas bajas por punto general. Hay más de ochocientos vecinos. La tierra es fértil y lleva buenos frutos. Los habitantes también lo son; pero no trabajan mucho la tierra ni cultivan el entendimiento.

 Día 3

         Desde las dos de la tarde, corrida de liebres en el paraje que llaman el Palancar, a media legua del Viso. Sol fuerte. Cuando volvió por la noche la cabalgata, nos encontramos con un espectáculo nuevo y muy agradable: todas las casas de la carrera estaban iluminadas con candiles que tenían las mujeres en las manos, levantando los brazos cuanto podían.

  Día 4

        Día de San Francisco. Gala y besamano en el Palacio, siendo poco lucido el concurso de las personas más condecoradas de esta villa que se presentaron en él con tan plausible motivo. Asistencia a la fiesta del santo patriarca en su convento, en que hubo descubierto, misa, sermón, procesión y violín.

         Por la tarde, jornada general a la ermita de San Andrés, o, como dicen aquí, el Santo, a dos leguas del Viso en las faldas de la Sierra Morena. Salimos a las dos y media. Extravío a ver unos castañares. Llegóse al anochecer, seguidos hasta de mujeres y muchachos del lugar que se fueron tras de Su Excelencia, o, por mejor decir, tras de Jacob y Nicolás, nuestros jefes de cocina y repostería.

         Está la dicha ermita y su hospedería sobre un cerro que hace falda a otros cerros. Tiene muy bellas vistas. Es sitio hermoso y alegre, y la ermita, sobre ser muy capaz, está bastante aseada. Al pie hay una huerta, una fuente y un castañar. Alcánzase a ver, como a tres leguas, el fuerte convento de Calatrava, plantado sobre una eminencia.

         Habíase juntado en la ermita una asombrosa chuzma, no sólo de la comitiva de familia, de eclesiásticos y caballeros del Viso, cazadores y gente del ojeo, sino también de las alquerías  y aldeas del contorno, atraídas de la novedad y de la vida eremítica que se iba a hacer en aquel santuario. Así hubo por la noche rosario, seguidillas, hogueras, ranchos, cenas, chascos y terrible bullicio.

           Día 5

         Desde las cuatro de la mañana, manta colorada, migas, almuerzos, misas, cazadores y escopetas. Sálese a la batida a las seis y media, en burros todo el mundo, don Bartolomé en garañón. Dejémoslos ir y bajémonos los poco aficionados a caza a pasar la mañana al castañar y fuente. Léese en la Vida de Don Quijote, y es cosa de ver la mala cara que ponen los manchegos a este libro. Vuelven de la batida a la una y media con sólo un venado tuerto de diez puntas. Empieza luego a rodar la comida por todas partes. Cómese y bébese sin fastidio ni cumplimiento. Pónense malos los dos tontos de tanto como tragan, y es menester sangrarlos.

         Segunda montería en burros y con perros a las dos y media de la tarde. Los demás vamos a caballo al castañar de la Cerecilla, sitio deleitoso y ameno, aunque mal cuidado. Tiene bravos castaños y muchas castañas. Tiene dos molinos. Y, sobre todo, tiene un despeñadero de agua el más gracioso y grutesco que cabe en la imaginación. Estas aventuras se acabaron con el día. Por la noche, rosario, música, más sueño y menos bulla.

  Día 6

         Así que son las cuatro, se vuelve a alborotar la colmena y, después de la misa y de las migas, se dispone otra gran batida camino del Viso. Una partida vuelve en coche, otras a caballo. Llegamos al lugar a las diez. Dos horas después llegó Su Excelencia con las manos vacías.

         Por la tarde, siesta larga, y hubo hombre gordo que durmió tres horas. Paseo a la huerta del Pilar, y nótese que en todas las huertas sólo se cultivan berenjenas, tomates y el rico pimiento. Fue la vuelta con una gran tropa de muchachos armados de albacas, cañas y eneas verdes, cantando la Ave María entre chillidos de mujeres y viejas.

 Día 7

         Después de misa, al jardín del Pradillo. Por la tarde, a las dos y media, corrida de liebres en el campo de Navazo, de cuya cacería se volvió a las ocho de la noche. No hubo seguidillas.

 Día 8

         Viene a Palacio la escuela de los muchachos presidida de su maestro, y, a presencia de Su Excelencia, hacen ejercicio de leer y del catecismo con todo desempeño. Dáseles una colación.

         Por la tarde, a las dos y media, pesca al riachuelo de la Fresneda, cogiéndose muchos peces, barbos, anguilas y galápagos, aturdidos con cal viva.

         Por la noche, música y una nueva voz de una cojita del lugar de la Calzada.

  Día 9

         Asistencia a la fiesta de San Francisco en las monjas con misa, sermón y convite a comer en el locutorio. Hubo perdices bien compuestas; hubo olor a frailes, porque estaba el guardián, vicario y predicador; hubo bomba, esto es, brindis del padre vicario con una décima a Su Excelencia. Las monjas ya pedían la llave de gentil hombre para tocarla, ya el toisón y venera para ensalzarlo, ya el reloj de faldriquera para verle menear por sí solo.

          Por la tarde, vísperas y rosario en la parroquia. Paseo por todo el lugar, etc.

         Todo está ya pronto para emprender mañana a las cinco de la mañana otro más largo paseo a Andalucía, a Sevilla, a Cádiz. Ea, a camino, a camino...

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