Cuando la tarde se rompa en silencio y en naranjas. Cuando se duerman las cosas esperando la mañana, estarán lejos, muy lejos, perdidos en turbias aguas, envueltos en el olvido, los mercaderes de España... Tú viste a Madrid herido; por las huestes alemanas. sus nubes llenas de rabia. Los gritos de independencia el aire multiplicaba... Tú viste a Madrid herido, tu sangre se rebelaba... a torrentes por tus venas loca, caliente, marchaba... de pronto, te hiciste joven con la juventud del alma... los traidores presionaron... Madrid, sin defensa estaba... no quisiste tu que entrasen, y a las puertas se quedaban. Cuando la tarde se rompa en silencio y en naranjas. Cuando se duerman las cosas esperando la mañana, recuerdas aquellos tiempos, barro en las trincheras... agua, frío de nieve en el cuerpo... siempre frío, frío y agua, pero el corazón hirviendo lleno de amor hacia España. Vinieron días gloriosos: Peguerinos, Guadarrama. El milagro estaba hecho, las milicias avanzaban... después, más días de gloria. Triunfos en Guadalajara. Italia mandó sus huestes. Contra Madrid se estrellaban. No puede vencerse a un pueblo que muere por una causa. El pueblo pide tu premio, glorioso general Miaja. El pueblo que defendiste tu recompensa reclama, y entretanto, tú prosigues por montes, por sierras pardas palmo a palmo de terreno, devolviéndonos a España... Cuando la tarde se rompa en silencios y en naranjas. Cuando se duerman las cosas esperando la mañana, los ríos no tendrán sangre ni habrá gente esclavizada: habrá una aurora más roja que las tardes de naranjas, y España será más libre, más ancha; más proletaria. (El Cantábrico, 9 de abril de 1937) PULSA AQUÍ PARA LEER POEMAS SITUADOS EN LA GUERRA CIVIL |
CANCIÓN DE CUNA PARA DORMIR A UN PRESO La gaviota sobre el pinar.(La mar resuena.) Se acerca el sueño. Dormirás, soñarás, aunque no lo quieras. La gaviota sobre el pinar goteado todo de estrellas. Duerme. Ya tienes en tus manos el azul de la noche inmensa. No hay más que sombra. Arriba, luna. Peter Pan por las alamedas. Sobre ciervos de lomo verde la niña ciega. Ya tú eres hombre, ya te duermes, mi amigo, ea... Duerme, mi amigo. Vuela un cuervo sobre la luna, y la degüella. La mar está cerca de ti, muerde tus piernas. No es verdad que tú seas hombre; eres un niño que no sueña. No es verdad que tú hayas sufrido: son cuentos tristes que te cuentan. Duerme. La sombra toda es tuya, mi amigo, ea... Eres un niño que está serio. Perdió la risa y no la encuentra. Será que habrá caído al mar, la habrá comido una ballena. Duerme, mi amigo, que te acunen campanillas y panderetas, flautas de caña de son vago amanecidas en la niebla. No es verdad que te pese el alma. El alma es aire y humo y seda. La noche es vasta. Tiene espacios para volar por donde quieras, para llegar al alba y ver las aguas frías que despiertan, las rocas grises, como el casco que tú llevabas a la guerra. La noche es amplia, duerme, amigo, mi amigo, ea... La noche es bella, está desnuda, no tiene límites ni rejas. No es verdad que tú hayas sufrido, son cuentos tristes que te cuentan. Tú eres un niño que está triste, eres un niño que no sueña. Y la gaviota está esperando para venir cuando te duermas. Duerme, ya tienes en tus manos el azul de la noche inmensa. Duerme, mi amigo... Ya se duerme mi amigo, ea...(Tierra sin nosotros)
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no “Que espantoso, tremendo, injusto, inhumano frío”. Resignadamente: “Ojú, que frío...” Los andaluces... En dónde habrían dejado sus jacas; en dónde habrían dejado su sol, su vino, sus olivos, sus salinas. En dónde habrían dejado su odio... Parecían hechos de indiferencia, pobreza, latigazo... “Ojú, que frío”. Tiritaban bajo ropas delgadas, telas tejidas para cantar y morir siempre al sol.Y las llevaban para callar y vivir al frío de Ocaña y Burgos, al viento helado del mar del Dueso... Los andaluces... Éstos que están esperando, desde Huelva hasta Jaén, desde Jaén a Almería, junto a las plazas de cal y noche, deben de ser hijos de aquellos. Esperan que alguno venga a encerrarlos entre rejas. Como aquellos, no preguntarán por qué. No se quejarán de nada. Ni uno se rebelará. “Las cosas son como son, como siempre han sido, como han de ser mañana... Ojú, que frío...” Los andaluces... Apenas dejaban sombra, sonido, cuando pasaban. Se borraban sus cabezas. Tan sólo un inmenso frío daba fe de ellos. Y aquella dejadez que rodeaba su fragilidad. Más solos que ninguno, más hambrientos que ninguno... (Deseaba que odiasen, porque los vivos odian. Los vivos perdonan. El hombre es fuego y es lluvia. Los hace el odio y el perdón.) Indiferentes: “Ojú, que frío...” Los andaluces... Un grano de trigo. Una oliva verde. (Guardad el aliento de la tierra, el parpadeo del sol para ayer, para mañana, para rescataros...) Quiero que despierten del pasado de frío, de los cerrojos del futuro. Todo está tan confuso. Yo no sé si los veo, los recuerdo, los anticipo... Hace pocos kilómetros tuve aquí, en mi mano, la madeja de los días. La emoción de los días. Como un padre que olvidó hace tiempo el rostro de los hijos muertos. Y ahora los recuerda. Y ahora vuelve a olvidarlos, unos pocos kilómetros más allá Olvidados para siempre... Cuántos años hace de esto. O cuántos faltan para esto que hace un momento viví por los caminos –ojú, que frío- de Andalucía. PULSA AQUÍ PARA LEER POEMAS RELACIONADOS CON PRESOS O CONDENADOS |
No quiero que desgranes tu pasado en mis manos, porque sólo el presente ofrece carne viva. Sería, recordar, sentir dolores de otros doliendo en nuestras vidas. Serenidad. Se siente el otoño en el alma caer, con la tristeza de su razón cumplida. A qué mirar adentro, a la espalda, pensar en la luz que declina. Quisiera preguntarte; pero yo me someto. Contengo la pregunta con la mano en la herida. No quiero que desgranes tu pasado, que tornes a lo que no se olvida. (Libro de las alucinaciones, 1964)
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S i soñaras siempre, si amarasolvidándote, abandonándote... Pensaría por ti las cosas dejando que me las soñases. Con mi velar y tu soñar el camino sería fácil. yo daría los nombres justos a los sueños que deshojases. Encontraría para ellos la voz que los encadenase, la forma exacta, la palabra que los llena de claridades. Me acercaría hasta ti como si fueses una orilla madre. Y qué descanso dar al alma sombras que el alma apenas sabe. Yo no diría de ti: es mi fresca raíz que de los sueños nace, la música de mis palabras, el hondo canto inexplicable, la prodigiosa primavera que en las hojas recientes arde, el corazón caliente que ama olvidándose, abandonándose. Tú lo sabrás un día. Entonces será demasiado tarde. |
A quí, en este momento, termina todo,se detiene la vida. Han florecido luces amarillas a nuestros pies, no sé si estrellas. Silenciosa cae la lluvia sobre el amor, sobre el remordimiento. Nos besamos en carne viva. Bendita lluvia en la noche, jadeando en la hierba, trayendo en hilos aroma de las nubes, poniendo en nuestra carne su dentadura fresca. Y el mar sonaba. Tal vez fuera su espectro. Porque eran miles de kilómetros los que nos separaban de las olas. Y lo peor: miles de días pasados y futuros nos separaban. Descendían en la sombra las escaleras. Dios sabe a dónde conducían. Qué más daba. «Ya es hora -dije yo-, ya es hora de volver a tu casa.» Ya es hora. En el portal, «Espera», me dijo. Regresó vestida de otro modo, con flores en el pelo. Nos esperaban en la iglesia. «Mujer te doy.» Bajamos las gradas del altar. El armonio sonaba. Y un violín que rizaba su melodía empalagosa. Y el mar estaba allí. Olvidado y apetecido tanto tiempo. Allí estaba. Azul y prodigioso. Y ella y yo solos, con harapos de sol y de humedad. «¿Dónde, dónde la noche aquella, la de ayer...?», preguntábamos al subir a la casa, abrir la puerta, oír al niño que salía con su poco de sombra con estrellas, su agua de luces navegantes, sus cerezas de fuego. Y yo puse mis labios una vez más en la mejilla de ella. Besé hondamente. Los gusanos labraron tercamente su piel. Al retirarme lo vi. Qué importa, corazón. La música encendida, y nosotros girando. No: inmóviles. El cáliz de una flor gris que giraba en torno vertiginosa. Dónde la noche, dónde el mar azul, las hojas de la lluvia. Los niños -quiénes son, que hace un instante no estaban-, los niños aplaudieron, muertos de risa: «Qué ridículos, papá, mamá». «A la cama», les dije con ira y pena. Silencio. Yo besé la frente de ella, los ojos con arrugas cada vez más profundas. ¿Dónde la noche aquella, en qué lugar del universo se halla? «Has sido duro con los niños.» Abrí la habitación de los pequeños, volaron pétalos de lluvia. Ellos estaban afeitándose. Ellas salían con sus trajes de novia. Se marcharon los niños -¿por qué digo los niños?- con su amor, con sus noches de estrellas, con sus mares azules, con sus remordimientos, con sus cuchillos de buscar pureza bajo la carne. Dónde, dónde la noche aquella, dónde el mar... Qué ridículo todo: este momento detenido, este disco que gira y gira en el silencio, consumida su música... ( Libro de las alucinaciones)PULSA AQUÍ PARA ESCUCHAR ESTE POEMA RECITADO POR SU AUTOR |
Cuántas lamentaciones ante el muro coronado de pálidas almenas... (No estoy seguro...) Un canto de sirenas o de cadenas... (Ya no estoy seguro...) Palpitación salada... Y el conjuro de la aventura... Sobre las arenas, pasos... (no estoy seguro...), o eran penas, llagas de sombra sobre el oro puro. Y eran las nubes y las estaciones... Y alguien pasaba... Y alguien trasponía puertas de niebla, alcázares de espanto, mar con marfil de las constelaciones... y se ocultaba y reaparecía, hijo del gozo con su cruz de llanto.
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Después de todo, todo ha sido nada, a pesar de que un día lo fue todo. Después de nada, o después de todo, supe que todo no era más que nada. Grito “¡todo!”, y el eco dice “¡nada!”. Grito “¡nada!” y el eco dice “¡todo!”. Ahora sé que la nada lo era todo, y todo era ceniza de la nada. No queda nada de lo que fue nada. (Era ilusión lo que creía todo y que, en definitiva era la nada). Qué más da que la nada fuera nada si más nada será, después de todo, después de tanto todo para nada.
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