No
tengo que decir adiós... Ya te
has ido...
Algún día nos reconoceremos
en la niebla que será nuestra
amalgama.
Floreceremos
como lo que siempre fuimos:
formas grises,
insustanciales; levedades que no
pueden con la brisa
y mueren arrasadas, sin alas,
sin canto, sin colores…
Un
colibrí traerá la señal de los
duendes
buscando anegarnos en la gota
parsimoniosa de la rosa.
El silencio de los setos –brutal
resonancia del recuerdo_
permanecerá hasta el instante
del reencuentro.
Después,
en el abrazo final de este amor,
la tierra fecundará un póstumo
olivo
y la última de las glorias...