| A SU  
			DAMA.Que yo cien bocas 
			tuviese
 y la voz fuese de fierro,
 es imposible sin yerro,
 que mis angustias dijese:
 y mandaisme vos agora
 mi triste vida escribir,
 y no es posible, Señora,
  en dos mil años decir
 lo que sufro cada hora.
 Mas que esto sea verdad,
 seguiré lo acostumbrado,
 que es hacer vuestro mandado
 y nunca mi voluntad:
 y pues de mi perdimiento
 sois verdadero testigo,
 veréis que de mi tormento
 más de lo que puedo digo,
 y menos de lo que siento.
 Desque soy por mi fortuna
 de vuestra vista apartado
 mi lecho hago laguna,
 llorándola demasiado:
 ni jamas cesan mis males
 ni mis acerbos dolores,
 tan grandes que no sé cuales
 se puedan decir mayores,
 aunque sean infernales.
 Las noches mi sentimiento
 de claras faz tenebrosas,
 y mi triste pensamiento
 de pequeñas espaciosas:
 aquellas son memoradas
 las mis angustias crecidas,
 presentes como pasadas,
 por lo cual son mal dormidas,
 maguer sean bien lloradas.
 ¡O cuan bienaventurados
 son aquellos que gustaron
 del Leteo, pues quedaron
 de sus fechos olvidados!
 Mas ya yo no podería
 querer tal buena ventura,
 ca maguer mi fantasía
 me da vida con tristura,
 sin ella no viviría.
 Porque la pena presente
 de algún pasado placer
 por grave que suele ser,
 algo me deja contente:
 mas este conocimiento
 no me quita de pasión,
 antes crece mi tormento,
 sintiendo a mi perdición
 cada hora mas aumento.
 La vuestra forma excelente
 que mi memoria retiene,
 ante mis ojos viene
 como si fuese presente:
 y con esto, mi sentido
 y mi triste entendimiento
 me deja triste afligido,
 tan cercano de tormento
 cuan apartado de olvido.
 Cada un día imagino
 como en aquel vos miré,
 y la hora determino
 en que entonces vos hablé:
 y digo lo que a mi ver
 me parece que decía,
 y no os viendo responder,
 antes mi muerte quería
 que tal pena padecer.
 Aquellos lugares todos
 do vos vi y no vos veo,
 por cien mil vías y modos
 cada día los rodeo:
 y pues lloro en el lugar
 donde entonces me alegré,
 vos debéis imaginar
 ¡que haré donde lloré!
 Pues nada puedo olvidar.
 las sierras por do andamos,
 agora sin vos las ando,
 allí donde descansamos,
 allí muero suspirando:
 los verdes prados y ríos
 es forzado que acrecienten
 tanto los dolores míos,
 que no sé como se cuenten
 y no diga desvarios.
 La música que solía
 mis cuidados amansar,
 agora multiplicar
 los ha fecho en demasía:
 si digo alguna canción
 que dije en aquellos días,
 es en tanta alteración
 que no las lágrimas mías
 sufren disimulación.
 Para que yo escribiese
 enteramente mis daños,
 cumpliera que viviese
 grande multitud de años:
 mas es mi vida penosa
 para mis males sentir
 en extremo copiosa,
 maguer corta por decir
 pena tan espaciosa.
 |