índice 

Juana Castro

Aquaria

Disyuntiva

El potro blanco

Sentir el peso cálido

Aquaria
Llovía largamente por todos los rincones.
Gotas dulces llovían por su espalda,
miel de venas azules el cabello,
arco ciego del mar.
Nalga rosa perdida,
húmeda luz, la clara
porosidad de nieve de sus pómulos.
Arroyos, mar, cascadas inundando
los brazos y las cuevas,
golondrina en el borde su mirada.
Líquida llueve, líquida
se sumerge en las algas
y una rosa de yodo, como una ventana
le florece en la sangre.

PULSA AQUÍ PARA LEER POEMAS ERÓTICOS

ir al índice

Disyuntiva
La tentación se llama amor
                    o chocolate.
Es mala la adicción.
        Sin paliativos.
Si algún médico, demonio o alquimista
supiera de mi mal
                     cosa sería
de andar toda la vida por curarme.
Pues tan sólo una droga,
                     con su cárcel
del olvido me salva de la otra.
Y así, una vez más, es el conflicto:
O me come el amor,
o me muero esta noche de bombones.

De Alada mía, Córdoba 1996

ir al índice

El potro blanco
Tiene razón ella, y el espejo
que me enseñó esta tarde.
_Mírate, tú no eres un hombre.
Los hombres nunca tienen
esa fiebre en los ojos, ni los muslos
les florecen redondos, ni en los pechos
les crecen dos botones
erguidos como islas detrás de la camisa.
_Mírate.
               Y me miro,
y me voy desnudando
de mis tristes aperos.
Y entonces aparece, sin que yo lo convoque,
mi cuerpo como el lirio
de sol y la radiante manzana de la carne,
igual que en el milagro
del primer potro blanco saliendo de su madre.

ir al índice

Sentir el peso cálido.
Girar
previsora la vista, y saber
que no hay nadie.
Agacharse. Enrollar
el vestido, dejar en las rodillas
la mínima blancura
de la tela, su felpa
y el fruncido que abraza
la cintura y las ingles.
Mojar
con el chorro dorado,
tibio y dulce la tierra
tan reseca de agosto, el desamparo
sutil de las hormigas en la hollada
palidez de los henos.
Mezclar
su fragancia espumosa con el verde
vapor denso de mayo, sus alados
murmullos, la espantada
carrera de los grillos.
Y en invierno, elevar
un aliento de nube
caldeada, aspirando el helor
de hoja fría del aire.
Orinar
era un rito pequeño
de dulzura
en el campo.

(De Fisterra, Libertarias, Madrid 1992

 

ir al índice

 

IR AL ÍNDICE GENERAL