A tu divina frente ¡oh poderoso niño! una venda con trabajo y arte tejí de oro y colores, donde parte dibujé de tu triunfo glorioso. En ella se ve atado al victorioso carro el gran Febo, que la luz reparte, preso Mercurio, encadenado Marte, y Vulcano con muestras de celoso No se pudo librar con las reales insignias Iove; mal pudiera Psique resistir, si a éstos rinde tu fiereza. Agravan mi prisión mayores males, pues es fuerza que a un niño sacrifique mi firme amor, y a un ciego mi belleza. |
Después qu'en tierno llanto desordena Citerea la voz por el violento fin de su Adonis, y con triste acento el bosque Idalio a su dolor resuena; Y en flor, sobre el acanto y azucena hermosa, trueca el mísero y sangriento joven, modera el grave sentimiento, y el ímpetu a sus lágrimas enfrena. Y no hallando en su tristeza medio, vuelve al usado ornato, y reflorece del ya sereno rostro la luz pura Así el pesar con la razón descrece, desesperado el bien, que tal vez cura a un grande mal la falta de remedio. |
«¿A quién me quejaré del cruel engaño, árboles mudos, en mi triste duelo? ¡Sordo mar, tierra extraña, nuevo cielo! ¡Fingido amor, costoso desengaño! »Huye el pérfido autor de tanto daño, y quedo sola en peregrino suelo, do no espero a mis lágrimas consuelo, que no permite alivio mal tamaño. »Dioses, si entre vosotros hizo alguno de un desamor ingrato amarga prueba, vengadme, os ruego, del traidor Teseo». Tal se queja Ariadna en importuno lamento al cielo; y entretanto lleva el mar su llanto, el viento su deseo. |
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