Te quiero mucho más de lo que yo sé. Te quiero con órganos que me habitan e ignoran, que te quieren sin futuro ni venia, a mi pesar.
Te quiero mucho más de lo que yo sé. Y tengo suerte que vísceras blandas y dulces, más dulces y dignas que yo para quererte, al fin te quieran como yo no alcanzo y me permitan, a veces, sin miedo ni archivos, saber que te quiero, que te quiero más de lo que yo sé.
Tendría que darte un amor alto y claro, sin sombra de duda, un amor como un túnel, el hambre, la infancia, volver.
Tendría que ser un amor que pusiera tus ojos en todos sus actos, Polonia invadida Cyrano callando, un coche estrellado, un último aliento, cosas así.
Y a la fecha de hoy, sólo quiero decirte, (ya sé, no es necesario) pero quiero decirte que te quiero mucho, mal, más allá de lo que nunca sabré.
Todavía no, entre nosotros, el beso perfecto |
A veces no hago el amor contigo.
Ocurre que tu cuerpo me rescata (un cuchillo ignora su importancia, su tremenda importancia) de la soledad que la piel impone (tener filo condiciona seriamente) a mi sangre. Y se vierte o escapa no sé qué marea, acaso antigua. |
No
sientas la angustia hasta que sea necesaria... ...y si viene como agua dale garganta, interrógala a su paso. La angustia impone su ley a los contornos, avasalla la luz, convoca una miseria que no lleva tu sangre, y hace súbditas tus manos, más allá, el arsenal de vuelos que espera en tus pulmones. Es un dios sin educar, lleva miel y tiranía en el regazo. Por eso, vino hospitalario, tiéndele tu grey, deja que te invada, y en su ritmo condotiero, su desastre, pues te va creciendo un cansancio de no verte que reclama al más terco morador: tu pureza y su desorden. Siente la angustia mientras sea precisa y ve pidiendo la cuenta; te amenazan con su vida los amigos, ciudades sin nombrar y mi cuerpo en nuestro cruce peligroso. No sientas la angustia. Hasta que sea necesaria |