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Julio Herrera y Reissig

El camino de las lágrimas

Luna de miel

La reconciliación

La gota amarga

La sombra dolorosa

Fiat Lux

 

El camino de las lágrimas
C
itándonos, después de oscura ausencia,
tu alma se derretía en largo lloro,
a causa de quién sabe qué tesoro
perdido para siempre en tu existencia.
Junto a los surtidores, la presencia
semidormida de la tarde de oro,
decíate lo mucho que te adoro
y cómo era de sorda mi dolencia.
Pesando nuestra angustia y tu reproche,
toda mi alma se pobló de noche...
Y al estrecharte murmurando aquellas
remembranzas de dicha a que me amparo,
hallé un sendero matinal de estrellas,
en tu falda ilusión de rosa claro.

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Luna de miel
Huyó, bajo sus velos soñadores,
la tarde. Y en los torvos carrizales
zumbaba con dulzuras patriarcales
el cuerno de los últimos pastores.
Entre columnas, ánforas y flores
y cúpulas de vivas catedrales,
gemí en tu casta desnudez rituales
artísticos de eróticos fervores.
Luego de aquella voluptuosa angustia
que dio a tu faz una belleza mustia,
surgiendo entre la gasa cristalina
tu seno apareció como la luna
de nuestra dicha y su reflejo en una
linfa sutil de suavidad felina.
 

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La reconciliación
Alucinando los silencios míos,
al asombro de un cielo de extrañeza;
la flébil devoción de tu cabeza
aletargó los últimos desvíos.
Con violetas antiguas, los tardíos
perdones de tus ojos mi aspereza
mitigaron. Y entonces la tristeza
se alegró como un llanto de rocíos.
Una profética efluxión de miedos,
entre el menudo aprisco de tus dedos,
como un David, el piano interpretaba.
En tanto, desde el místico occidente,
la media luna, al ver que te besaba,
entró al jardín y se durmió en tu frente.
 

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La gota amarga
Soñaban con la Escocia de tus ojos
verdes, los grandes lagos amarillos;
y engarzó un nimbo de esplendores rojos
la sangre de la tarde en tus anillos.
En la bíblica paz de los rastrojos
gorjearon los ingenuos caramillos,
un cántico de arpegios tan sencillos
que hablaban de romeros y de hinojos.
¡Y dimos en sufrir! Ante aquel canto
crepuscular, escintiló tu llanto...
Viendo nacer una ilusión remota,
callaron nuestras almas hasta el fondo...
y como un cáliz angustioso y hondo
mi boca recogió la última gota.

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La sombra dolorosa
G
emían los rebaños. Los caminos
llenábanse de lúgubres cortejos;
una congoja de holocaustos viejos
ahogaba los silencios campesinos.
Bajo el misterio de los velos finos,
evocabas los símbolos perplejos,
hierática, perdiéndote a lo lejos
con tus húmedos ojos mortecinos.
Mientras unidos por un mal hermano,
me hablaban con suprema confidencia
los mudos apretones de tu mano,
manchó la soñadora transparencia
de la tarde infinita el tren lejano,
aullando de dolor hacia la ausencia.
 

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Fiat lux

 Sobre el rojo diván de seda intacta,

con dibujos de exótica gramínea

jadeaba entre mis brazos tu virgínea
y exagüe humanidad de curva abstracta ...

 Miró el felino con sinuosa línea

de ópalo, y en la noche estupefacta,

desde el jardín, la Venus curvilínea

manifestaba su esbeltez compacta.

 Ante el alba, que izó nimbos grosellas,

ajáronse las últimas estrellas...

El Cristo de tu lecho estaba mudo.

 Y como un huevo, entre el plumón de armiño

que un cisne fecundara, tu desnudo

seno brotó del virginal corpiño...

 

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