Laura 
Monroig
Salom

 

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Tiendo a ver luces...

Acaricia la rosa

Yo borré en mi vida la tuya...

Un hombre tan noctámbulo y soñado...

Tiendo a ver luces por insinuantes resquicios.
Deposito en la transparencia del aire
infinitud de estrellas.
Reconstruyo antiguas torres, y princesas asomadas a la espera
de galanes con blanco corcel en el terco horizonte.
Saldo cuentas con la oscura faz monótona…

En resumen:
fluyo hacia el sueño y la fantasía.

Después de todo ese derroche,
reflexiono sobre mi obstinado impulso
a pesar de heridas y cicatrices
que han dejado su marca con el tiempo.
Rememoro milagros que fueron sal,
admito mi innata osadía ante el relámpago fugaz
y me propongo ser distante, fría, metálica…

Pero resulta que hay en mi registro ancestral
una perenne llama,
un travieso ardid,
una tenaz esperanza,
que me obliga a seguir avanzando
con el ímpetu cándido de la niñez.

 

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ACARICIA LA ROSA

Acerca tus dedos para acariciar la rosa

complacerá tu tacto la suavidad rojiza:

advierte como se tensa indomable tu gozo.

Utiliza los labios para lograr que mane

la fuente que lubrica sus delicados pétalos,

juega a entrar en su corola de cálida seda

y roza con la lengua su deleitoso núcleo.

No dejes hojas pares al arbitrio del viento,

precisan de tu empeño para mostrarse tersas.

Bordea el delicioso contorno que te sabe

como dulce merengue con guinda en la cumbre.

Cubierta de rocío perlado y transparente

tendrás como regalo la perfumada rosa,

no temas removerla para aspirar su aroma:

huélela mientras muestras lo mucho que te place,

y ella,

rendida ante tu gozo,

se abrirá esplendorosa.

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Ya borré en mí la vida tuya,

y nada queda del arrebato;

el metal duro de intenso brillo

se fundió en sombra que no me alcanza.

Ya fuiste mío cuando te hacía,

y recorrí mil laberintos

para alcanzar a los cometas

que se abrasaban de luz fugaz.

Ya desdoblé números pares,

y puse el cierre en los calendarios

que ardieron fatuos en el exceso:

rojos caballos de veloz trote.

Ya diluí todo mi anhelo

con tristes flujos de desencanto;

ya te saqué de mis derrotas

y te borré:

ya no me dueles

 

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Un hombre, tan noctámbulo y soñado,

que sólo existe mientras

fantaseo en la noche.

Habita en un cómodo rincón,

bucea en mi aposento,

se ausenta en la batalla

y anhela mi carmín.

Yo le reto,

y le abro la ventana

para que salga conmigo

a bañarnos en la luz de la luna.

Le regalo dos rosas,

el color de mis sueños,

le recito poemas...

Algunas noches también discutimos

la teoría del cateto,

el número de los planetas

o los metros de la muralla china…

Mientras, él excava profundos túneles

en busca de otras rosas,

y no sabe qué perfumes

aromatizan mi piel.

Intenta escribir los versos

de unas rimas imposibles

y hasta se atreve a ponerme

algún dedo en el ombligo.

Cuando amanece, se escapa...

Sólo logro retenerle

por las noches,

mientras sueño.

 

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