(Camino apartado con árboles al fondo, al atardecer. Al levantarse el telón, la escena sola. Unos segundos después entra por el lateral derecho Honzigera, ladrón, y tras él, andando trabajosamente, su compinche Panarizo.)
HONZIGERA:
Anda, anda, hermano Panarizo; no te quedes rezagado, que ahora es tiempo
de tender nuestras redes. |
LUQUITAS.- iAnda, anda, hermano Alameda! ALAMEDA.- iQue ya voy! iPardiez, que me la he colado! LUQUITAS.- iQue en viendo una taberna te has de quedar aislado! ALAMEDA.- Si me hace del ojo el ramo, ¿quieres tú que use con él de mala crianza? LUQUITAS.- Acaba, anda, caminemos presto, que no es mucho que señor de malsufrido, que no piense que nos habemos ido de casa con el dinero. ALAMEDA.- ¿Qué, tanto te parece que hemos tardado? LUQUITAS.- iMira si no ... ! A tardamos un poquito más, podría ser que el señor nos recibiera con lo que suele ... ALAMEDA.- Pardiez, si tú no te detuvieras tanto en casa de aquella, que buen siglo haya el ánima que tan buen oficio le enseñó, allí me tuvieras de mi propia voluntad, con una cuerda de lana más amarrado que si estuviera por fuerza en el cepo de la Casa Fosca de Valencia. LUQUITAS.- En casa de la buñolera querrás decir. ALAMEDA.- ¿Buñolera se llama aquella? iOh, qué autorizado nombre, bendito Dios! LUQUITAS.- Pues, ¿ tú no lo viste? ALAMEDA.- Pardiez hermano Lucas, no me curé de saber cómo se llamaba. Basta que si Dios o mi buena dicha me llevara otra vez a la villa, que no le marre la casa, aunque vaya a gatas y con los ojos puestos tras el colodrillo. LUQUITAS.- ¿Comiste mejor cosa después que tu madre te parió? ALAMEDA.- ¡Pardiez, ni aun antes de que me pariera! Yo, como los vi tan autorizados y en aquel platel con aquella sobrehusa encima, no sabía qué cortesía les hiciese, que en cada uno de ellos me quisiera estar larguísima hora y media. Mas, ¡cómo debían ser tus amigos y los debías de conocer de antes, que así menudeabas sobre ellos como venda de gallinas sobre puñado de trigo! LUQUITAS.- Sí, sí, que a ti te faltaba aliento ... ALAMEDA.- Eso fue, mal punto, cuando yo vi el pleito que se sentenciaba contra mí, que, de antes, a fe que me hacías engullir sin mascar. LUQUITAS.- Aquellos pasteles estaban mal cocidos y el suelo áspero. Debía ser puro afrecho. ALAMEDA.- ¿Qué, suelos tenían? LUQUITAS.- Sí, ¿pues no los viste? ALAMEDA.- Yo juro a los huesos de mi bisagüela la tuerta, que ni miré si tenían suelos, ni suelas, ni han tejados. Mas no digo yo que fuera de puro afrecho, como tú dices, mas de serraduras de corcho me lo comiera, que ni dejara alto ni bajo, pequeño ni grande ... Holgueme, hermano Lucas, cuando te vi dar tras ellos tan a sabor, y como te vi que de rato en rato te ibas mejorando en jugar de colmillo, y como quedé escarmentado de aquellos redondillos, el pastel tomele a tajo abierto, de modo que hice que se desayunase mi estómago de cosa que jamás hombre de mi linaje había comido. LUQUITAS.- Habías de comer primero el hojaldrado y después la carne, y así te supiera mejor. ALAMEDA.- ¿Y qué era hojaldrado? LUQUITAS.- Aquello de encima. ALAMEDA.- La tapa querrás decir. LUQUITAS.- Sí, hermano, la tapa y aquello de los lados. ALAMEDA.- ¡Válame Dios, y qué de nombres que sabes en cosas de comer! LUQUITAS.- En fin ¿hate sabido bien el almuerzo? ALAMEDA.- Mira que tanto, que aunque nunca hubiéramos acabado, no me diera nada, según el almuerzo ha sido de autorizado. Mas por tu vida, hermano Lucas, ¿dirasme una verdad? LUQUITAS.- Sí, sí, la sé. ALAMEDA.- ¿Por el ánima de tus difuntos? LUQUITAS.- Ea, que sí diré. ALAMEDA.- ¿Por vida de tu madre? LUQUITAS.- iAcabemos! ALAMEDA.- ¿A cuánto llegó el gaudeamus de hoy? LUQUITAS.- A más de veintidós maravedís. ALAMEDA.- ¡Qué bien te das a ello! ¡Bendita sea la madre que te parió, que tan bien te apañas a la sisa! Todo muchacho que sisa no puede dejar de ser muy honrado. Honrados días vivas, que honrado día me has dado. LUQUITAS.- ¡Oh, cata el señor do viene! Si te preguntare en qué nos hemos detenido, dirás que había mucha prisa en las cebollas y el queso. ALAMEDA.- ¿Cuáles cebollas o queso? Yo no vi tal. LUQUITAS.- ¡Que ya lo sé! Sino, porque no nos riña, echarás tú esa mentira. ALAMEDA.- ¿Quiés que mienta? En eso, mis manos por candil, no tienes necesidad de avisarme, que yo haré de manera que tú quedes condenado y señor con queja. LUQUITAS.- Que no dices bien, sino que yo quede disculpado y señor sin queja. ALAMEDA.- Así iba yo a decir, sino como quemaba tanto aquella pimienta de los pasteles, háseme turbado la lengua. LUQUITAS.- Pues, hermano Alameda, por tu vida, que mires por la honra de entrambos, pues te va tanto a ti como a mí. ALAMEDA.- Calla, calla, que no es menester avisarme, que los hombres de bien y amigos de amigos tienen la cara con dos haces, que toda mi vida lo tuve: "no por sí, sí por no". |
SALCEDO.- ¡Oh, qué buena gentileza! ALAMEDA.- Garrote trae, riendo se viene, de buen temple llega ... ¡Ja, ja! SALCEDO.- ¿De qué te ríes? ALAMEDA.- ¿No quiere vuestra merced que me ría? ¡Ja, ja! SALCEDO.- Pues, señor, cuando haya acabado, merced recibiré que me avise. ALAMEDA.- Ya, ya empiezo de acabar. ¡Ja, ja! SALCEDO.- ¿Habéis acabado, señor? ALAMEDA.- Ya puede vuestra merced hablar. SALCEDO.- iOh, bendito sea Dios! ALAMEDA.- Espere, espere, que me ha quedado un poco.¡Ja, ja! SALCEDO.- ¿Quédate más? ALAMEDA.- No, señor. SALCEDO.- ¡Alabado sea Aquel que os ha dejado aportar acá! ¿Y en qué ha sido la tardanza, galanes? ALAMEDA.- ¿Qué hora es, señor? SALCEDO.- ¡Ya me parece que pasa de hora de haber comido! ALAMEDA.- ¿Que ya han comido en casa? SALCEDO.- ¿Ya no os he dicho que sí? ALAMEDA.- ¡Reventado muera yo de ese arte! ¿Parécete bien, hermano Lucas, hacerme trocar una comida por un almuerzo? ¿Cuándo lo podré yo alcanzar, aunque viva más que de aquí al día de los merecientes? SALCEDO.- ¿No me decís en que ha sido la tardanza? ¿Vos, Lucas, de qué huis? ¡Tomad, tomad, don rapaz! Tened cuenta de venir presto del mandado. LUQUITAS.- iAy, ay, señor! Que había gran prisa en las cebollas y el queso ... Si no, dígalo Alameda. SALCEDO.- ¿Es verdad esto que dice Luquillas? ALAMEDA.- Vuestra merced ha de saber que cuando ... al tiempo que vuestra merced ... y yo estaba ... SALCEDO.- ¿Qué dices, villano? ¡Toma tú también! ALAMEDA.- ¡Luquitas, en medio, en medio! Yo juro a San ... , que no ha sido hecho de hombre de pro: ¡Al muchacho con la mano y a mí con el garrote! ¡No se sufre entre hombres de buena crianza! SALCEDO.- Ora dejaos de eso y decidme la verdad: ¿en qué habéis tardado? ALAMEDA.- (¿Cómo me dijiste antes, Luquillas?). LUQUITAS.- (Que había gran prisa en las cebollas y el queso). ALAMEDA.- (¿Cuáles cebollas ni queso? Yo no vi tal). LUQUITAS.- (Dilo tú así, porque no nos riña más). ALAMEDA.- (¡Ah! ¿Por eso? Pues tú ten en cuenta que, si me errare, de tirarme de la halda). SALCEDO.- ¿Qué conciertos son estos? Acabad, contádmelo vos. ALAMEDA.- Ya lo empiezo de contar. SALCEDO.- Pues acaba ya. ALAMEDA.- Vuestra merced ha de saber. .. ¿Cómo empieza, Luquillas? LUQUITAS.- Lo de las cebollas. ALAMEDA.- Sí, señor, que como llegamos a la villa y fuimos a la plaza y entró Luquillas y sentose, y como había tantos platos por allí, y había tantas cebollas en la prisa, como digo, señor, tantas cebollas en el queso ... SALCEDO.- ¿Qué dices? ALAMEDA.- Digo, señor, tantos quesos en las cebollas ... Parece ser que no nos pudo despachar más presto la buñolera ... No, no, la pastelera quise decir. LUQUITAS.- ¡Mirá el asno! Por decir la vendedora dijo la buñolera. iComo todo acaba en a ... ! ALAMEDA.- Sí, sí, señor: ¡Como todo acaba en a ... ! Eso debe de ser. Dígame vuestra merced: ¿cómo se llama aquello que echan como arrope encima de unos redondillos? SALCEDO.- La miel querrá decir. ALAMEDA.- ¿Qué, miel se llama aquella? Pues en despegarla del plato se ha detenido más Luquillas que en todo. LUQUITAS.- En verdad, señor, que miente. ALAMEDA.- ¿Que miento? ¡Juro a diez que habéis pecado! ¡Llevaos ese pecadillo a cuestas! ¿Mentís a un hombre huérfano como yo? LUQUITAS.- Mire vuestra merced: yo llegué a casa de la que vendía el queso y, de un real que le di, negábame la vuelta, hasta que vino, el alguacil de la villa e hizo que me lo volviese. ALAMEDA.- ¿Alguacil era aquel que estaba a la boca del horno en la pala larga? LUQUITAS.- A la boca de la calle, querrás decir. ALAMEDA.- ¿Aquella era boca de calle? iJuro a San ... que era boca de horno y tabla de pasteles! SALCEDO.- Agora este negocio veo muy mal marañado ... y no puedo juzgar cuál de los dos tenga la culpa. Mas tú que lo viste y tú que lo hiciste, tanta pena merece el uno como el otro. LUQUITAS.- Sepa, señor, que Alameda entró delante. ALAMEDA.- Es verdad, señor, que yo entré delante, mas ya llevaba el señor Luquillas la sisa repartida, dónde había de cuadrar lo uno y esquinar lo otro. SALCEDO.- Baste, que entrambos me lo pagaréis. LUQUITAS.- (¡Ce, Alameda, ce! Oye acá). ALAMEDA.- (¿A mí ce?). LUQUITAS.- (A ti. Ya sabes que tú entraste delante en casa de la buñolera y comiste tanto como yo). ALAMEDA.- (Ya, ya, no me digas nada). LUQUITAS.- (Mira que somos amigos y, por tanto, discúlpame con el señor y di que lo dijiste por burla). ALAMEDA.- (Pierde cuidado, que yo te disculparé). Sepa, señor, que Luquillas es uno de los mayores sisones del mundo, y que de un real sisa el medio. SALCEDO.- Decidme como pasó. ALAMEDA.- Sepa vuestra merced que, cuando él entró, yo ya estaba alli. Y púsose entre los platos y tomó, al tiempo que yo dije... SALCEDO.- ¿Qué miras, villano? ¿Por qué me diste? ALAMEDA.- ¡San Jorge, San Jorge! SALCEDO.- ¿Qué es eso? ¿Araña? iMátala, mátala! ALAMEDA.- Espere, señor, que allí se quedó. SALCEDO.- ¡Eh, mírala! ALAMEDA.- No, no, señor, que no es nada. La sombra de la oreja era, perdone vuestra merced. SALCEDO.- Ora entrad acá adentro, que todo me lo pagaréis junto, como el perro los palos. ALAMEDA.- iOfrezco al diablo pescuezo tan duro, amén, amén, que me ha lastimado la mano! SALCEDO.- ¿Pues habíase de tomar así, señor? ALAMEDA.- Con un ladrillo se matara mejor. .. SALCEDO.- Así pues, entrad. ALAMEDA.- Vaya vuestra merced ... SALCEDO.- iPasad delante! ALAMEDA.- ¡Ande de ahí, que me hará reír! Mejor beba yo que tal haga.
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