A una muchacha
Si alguien sabe qué puede destruir a la muerte,
Si alguien supiera detener al tiempo
Cuando toque tu piel el daño no hay remedio;
Donde vivió la rosa vivirá para siempre
Que nadie escuche el ruido de lo que se destruye |
No me alcanza la vida para pensar la muerte. |
Gabriela anda con los pies del musgo; no roza el aire con su planta queda. ¿Quién trajina en la casa? Ella, andorina,
nos coge de la mano. Transcurrimos, entramos en su corro: ya el dolor no nos quema. Al abrir el zurrón saca su infancia: todos los niños son de nochebuena. Cuando bulle la luz no se atardece, las piedras se hacen cuna, la nieve nos conlleva. Qué limpios nos respira por su herida; el amor sólo es un chorro de agua fresca. Un día que está escrito nos negará tres veces; un viento duro golpeará sus puertas. Lámparas que encendía su alma clara, hierba de infancia entre las hierbas, hierba... Ah, niña libre, buscarás el mar: el ruedo de tu enagua se ha cortado las trenzas. Hacia la vida vas, de la vida has venido: que tu vida sea justa cuando pises la tierra. |
Mamá se olvida la llave del armario |