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Luisa Castro

De noche cuando el eunuco...

Las montañas cristalizan en mil años...

Filosofía de María

De noche cuando el eunuco

 duerme

 soñando con mi tercera muerte y mi corazón

 divide el oro de la sangre

 un pequeño temblor me habita por la boca.

 

 Pulsar útiles arpas

 entonces,

 templar cálido hierro, cerrar

 sobre algún sexo las manos aún gritando

 sólo puedo morir, sólo puedo morir,

 quizás signifique

 estar cerca

 de mi soledad con un nudo.

 Quizás signifique verter fotografías en una zona

 a menudo extranjera

 golpeando una arena cimentada.

 

 de un vivero de mejillones

 en lata. Detrás de la fábrica, donde se pudren

 las conchas

 y las cajas de pescado. Un olor imposible, un azul

 que no vale. De allí vienes.

 

 ¡Ah!, dije yo, entonces soy la hija del mar.

 

 No.

 

 Eres la hija de un día de descanso.

 ¡Ah!, dije yo,

 soy la hija de la hora del bocadillo.

 

 Sí, detrás, entre las cosas que no valen.

 

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Las montañas cristalizan en mil años

y el mar gasta un centímetro a la tierra

cada dos milenios,

horada el viento la roca

en cuatro siglos

y la lluvia,

también la lluvia se toma su tiempo para caer.

Se paciente con mi corazón

que suspira por una obra duradera.

Como el viento,

como la lluvia,

también mi corazón

se toma su tiempo para caer.

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FILOSOFIA DE MARIA

A tiempo estás, todavía eres joven

para hacer de tus días algo puro y hermoso

que remanse el corazón

y a ti misma te agrade

como agua de una fuente que limpia la garganta

pero aquello que dejó su marca para siempre

en la más tierna edad,

lo que fue delineando las rayas de tu frente,

el daño que agrietó tu integridad

y la volvió contra ti

y te hizo la peor de tus enemigas,

que con saña y con rabia anegó

la tierra verdadera donde pisabas firme

hasta alcanzar el fondo

sin tener felicidad; aquello que maldijiste y rechazaste

de palabra y de hecho,

que tiempo te llevó odiar y combatir

y que te llevó fuerzas y no te dio descanso, con hierro y con harina olvídalo.

Porque la lucha es trabajo

que debe terminar allí donde comienza

y ya el cuerpo se ocupa,

pero que no ocupe la mente

pues soldados hay que nunca están pagados

de ver bullir la sangre

y de esto hacen oficio

y de esto comen

y de esto dan de comer,

y otros hay que combatiendo la infamia

desde la mañana a la noche

sin otra cosa no viven

y no con otra se acuestan.

Peligros tiene la guerra y ese es uno:

aprender la estrategia del enemigo,

empuñar sus armas,

acabar por vestir su chaleco.

Y otro aún más grande

que es perder la vida.

Y aún el peor de todos

que es la avaricia de sangre

y de los tristes himnos de la victoria

que sólo a los cobardes infunden valor

y hacen llorar a los niños,

avergonzarse a las mujeres

y a los viejos desear la muerte.

II

Un corazón de harina

debieras ser.

Toda de harina por dentro

y por fuera de hierro.

Que la lluvia y el viento y todo lo que va hendiendo

cada capa de piel

lo sepulte un blando corazón de harina,

lo guarde un cajón secreto.

Nada pase hacia dentro

que no atraviese la dura armazón de hierro.

Quede en la corteza lo que el corazón no ama,

no pase hacia dentro lo que rompe el corazón.

 

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