Por los fardos oscuros, por los paraguas rotos, por los trapos ajados, por los plásticos yertos, por las bolsas sin nada, por las manzanas secas, por los mendrugos áridos… descuelga su mirada vacía _a la deriva_ por su hediondo museo del que es dueña absoluta. Quizás, en otro tiempo esta mujer fue bella, dejara en sus amores su risa cristalina y sus manos de piedra fueran manos de musgo para tiernas caricias. En su cripta de ratas, de polillas y hormigas donde su sombra expande su plenitud de heridas, atónita contempla las manos que derriban su devenir de sueños, su riqueza baldía.
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Mujer sin alcuza
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Ángeles barrocos |