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Macky Corbalán

Frutas e insectos

Acaricio su rostro con el pie

Las moscas

Humanos

Abuelos

FRUTAS E INSECTOS
1
Muerdo el aire en que estuvo
tu boca, el vacío me devuelve
el aliento zumbón de los
muebles que miran, piadosos
el abrazo asfixiante
del rechazo, esta otra piel
que arde sin sol que la toque.
2
¿Te dije o imaginé
decirte: abrime, horadame,
grabá tu nombre en
el revés de la piel?
¿Te dije o soñé decirte:
sé mi hormiga particular,
mi obsesivo insecto,
mi fruta firme, ácida
manzanita?
3
Esperé de vos y de mí
ser una. Contra todos
los augurios y consejos,
que la vida y la muerte
nos tejiera con hilos
de transparente,
indisoluble unidad.

Únicas. Una. Ambas.

No éstas, dos que cruzan la
calle para no saludar.

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Acaricio su rostro con el pie.
Su piel es fresca,
aún cuando afuera
puede oírse el alarido del aire
incendiándose.
Ahora interpone su cuerpo
entre la lámpara
y esto que la mira,
entonces la luz es una forma,
una delicada ondulación de la carne,
un eclipse presentido
y esperado por sig
los.

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Las moscas,
inevitables en el verano,
como el calor que sofoca
al envolvernos en su membrana
sudorosa y anodina,
los frutos henchidos y rojos,
descomponiéndose en la acera,
y _enlazados por el talle_
las parejas de enamorados
que habrán de odiarse
el próximo invierno.

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HUMANOS

Leo en ellos como en páginas escritas.
Atravieso sus órganos opacos, su piel,
el susceptible hilado de los nervios.
Es lo de siempre, lo de cada época:
rencillas, acuerdos y desánimo. Una cosa
no entiendo: esa oscura,
repentina agitación
cuando recuerdan.

 

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ABUELOS

No hubo entre ellos
más que las palabras
de la necesidad;
desconocidos compartiendo
amor e hijos,
viendo madurar los cuerpos
con los manzanos,
bajo el soberano sol de la siesta.

Cuando el ruido cesó,
llegó la lluvia.
La lluvia era el silencio
cubriendo las casas sucias
de una pátina
entre brillante y olorosa.

Un sonido de sirenas recorre
la ciudad, denuncia el crimen
o la enfermedad; las caras
preferidas de una moneda
que no deja de girar,
en el aire liviano de la tarde,
al final del verano.

Levísimo rumor sobre
la hierba en que,
acostadas, veíamos
al día moverse
con el sol
por el cielo.

 

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