Ocurre que el olvido antes de serlo fue grande amor, dorado cataclismo: muchacha en el umbral de mi egoísmo, ¿qué va a pasar? Mejor es no saberlo. Muchacha con amor, ¿dónde ponerlo? Amar con cercanías de uno mismo. Como siempre, rodando en el abismo, se irá el amor sin verlo ni beberlo. Tumbarse a ver qué pasa, eso es lo mío; cumpliendo años irás en mi memoria, viviendo para ayer como una brasa, porque no llegará la sangre al río, porque un día seremos sólo historia y lo de uno es tumbarse a ver qué pasa.
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La voz es la esperanza que se amasa con sangre de silencios y de ruido, miedo sonoro, porvenir de olvido, perro ciego en la puerta de mi casa. La voz es una llama que fracasa con su rojo propósito aterido; en los labios estaba y se ha perdido, que venga Dios a ver lo que le pasa. ¿Adónde irá mi voz con su estatura mínima y luminosa de vilano?, ¿quién le presta las alas para el vuelo? Procure yo en su frágil andadura que el aire me la lleve de la mano y Dios no quiera que se caiga al suelo.
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¿Quién le ha dado este Tajo al tiempo quieto, al tiempo hecho peñasco y serpentina, donde empiezan los cielos y termina la roca por mostrarnos su esqueleto? Greco encrespado. Puesto en un aprieto de terraplenes y de arena fina. Cielo de águilas. Suelo de honda mina desenterrada a ras de su secreto. Ciudad de ayer. De algún tiempo acabado que se quiso morir y se ha quedado vivo entre cigarral y geología. Todo lo que ya ha sido nos espera y nosotros, también, en la ribera lloramos "la su muerte cada día".
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A UN PINO NEGRO DE MONTE CASTILLO, ENTRE EL SEGRE Y EL NOGUERA PALLARESA Sé que se quedará ganado el cielo, acendrando maderas temporales. Pino montana alzado entre cristales de nieve maniatada a ras de suelo. Sé que se quedará mirando el hielo sobre las extensiones forestales mientras yergue el rebeco dos puñales de leña ardida y ronco desconsuelo. Hay Pirineos. Nieve en el helecho, aliagas y urogallos por el pecho de este pino montana en la montaña. Sé que se quedará, pero quisiera quitárselo de cuajo a la ladera y apuntalar el corazón de España. PULSA AQUÍ PARA LEER POEMAS SOBRE ÁRBOLES |
He quemado el pañuelo, por si acaso se pudiera tejer de nuevo el lino. Le sobra la mitad de vaso al vino y más de media noche al cielo raso. Tenía que pasar esto. Y el caso es que estando yo siempre de camino y estando tú parada, no te vi y no me ha cogido el amor nunca de paso. Puede que salga a relucir la historia porque nunca se acaba lo que acaba, que se queda a vivir en la memoria. Echa a andar el amor que te he tenido y se va no sé dónde. Donde estaba. De donde no debiera haber salido.
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