Manuel Justo
de Rubalcava

 

 

 

Oda

Letrilla

Las frutas de Cuba

 

 

Oda
S
i cuando te serenas
y engalanas de risa tu semblante,
desenojas tu amante,
quitándole sus males y sus penas,
con sólo abrir tus labios carmesíes,
¿por qué, Roselia amada, no te ríes?

Si mientras más festiva,
llenando de placer la faz graciosa,
pareces más hermosa,
siendo del mismo Amor imagen viva,
ya que no hay quien motive tus agravios,
¿por qué alejas la risa de tus labios?
Dime, ¿por qué despojas
de todo tu primor tu alegre ceño?
¿Tienes acaso empeño
en aumentar mis males y congojas?
¿Quién a tantos disgustos te precisa
que así me privas de tu dulce risa?
Deja tu enojo, deja,
que es cosa que entristece ver airado
semblante tan amado;
¡no des lugar a llanto ni a la queja!
Que pues ningún tormento te provoca
¿por qué ocultas la risa de tu boca?
¿Por qué así, cruel, me niegas
tu halagüeño reír? Cese el disgusto,
pues me muero de gusto
cuando risueño el labio me despliegas:
Vamos, Roselia, alégrate de modo
que nuestro enojo sea risa todo.

 

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Letrilla

Busca, Amor,
quien te descifre mejor
.
Niño y ciego con antojos
te venera el vulgo lego,
pero mal puede ser ciego
quien hiere con muchos ojos.
Visibles son los despojos
de tu arco triunfador,
busca, Amor,
quien te descifre mejor.

Te comparan al veneno
por tu mortal frenesí,
pero admiro que sin ti
no puede haber nada bueno.
Y pues nadie vive ajeno
de tu piedad o rigor,
busca, Amor,
quien te descifre mejor.
De homicida cruel te trata
quien se queja de tu herida,
pero otros de que das vida,
cosa impropia del que mata:
Y pues ninguno retrata
tu carácter vencedor,
busca, Amor,
quien te descifre mejor.

Fuego voraz diz que eres,
publícalo necio el mundo,
como si fuera infecundo
el autor de los placeres.
Ya reproduzcas los seres
o aniquiles su verdor
busca, Amor,
quien te descifre mejor.

Con sátiras descubiertas
te llenan de mil apodos,
y aunque carezcas de modos
todo cuanto hay lo conciertas.
Y pues agravios despiertas
a la sombra del favor,
busca, Amor,
quien te descifre mejor.
Que te figure el villano
tan humilde como él es,
y por su loco interés
atrevido y cortesano,
lo mismo es para tu mano
el esclavo que el Señor,
busca, Amor,
quien te descifre mejor.

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Las frutas de Cuba

Más suave que la pera
en Cuba es la gratísima guayaba,
al gusto lisonjera,
y la que en dulce todo el mundo alaba,
cuya planta exquisita
divierte el hambre y áun la sed limita.

El marañon fragante,
más grato que la guinda si madura,
el color rozagante,
¡oh!, Adonis en lo pálido figura;
árbol, ¡oh maravilla!
que echa el fruto después de la semilla.

La guanábana enorme
que agobia el tronco con el dulce peso,
cuya fruta disforme
a los rusticos sirve de embeleso,
un corazon figura
y al hombre da vigor con su frescura.

Misterioso el caimito,
con los rayos de Cintio reluciente
en todo su circuito
morado y verde, el fruto hace patente,
cuyo tronco lozano
ofrece en cada hoja un busto a Jano.

La papaya sabrosa
al melón en su forma parecida,
pero más generosa
para volver la vacilante vida
al ético achacoso,
árbol al apetito provechoso.

El célebre aguacate
que aborrece a1 principio el europeo,
y aunque jamás lo cate
con el verdor seduce su deseo,
y halla un fruto exquisito
si lo mezcla con sal, el apetito.

La jagua sustanciosa
con el queso cuajado de la leche,
es aún más deliciosa
que la amarga aceituna en escabeche:
no se prefiere el óleo que difunde
porque acá la manteca lo confunde.

El mamey celebrado
por ser ambos en la especie: uno amarillo
y el otro colorado,
en el sabor mejor es que el membrillo,
y en los rigores de la estiva seca
la blanda fruta del mamón manteca.

El mamoncillo tierno,
a las mujeres y á los niños grato,
y, pasado el invierno,
topo de los frutales el moniato,
y el sabroso ciruelo que sin hoja,
amarillo ó morado el feto arroja.

Amable más que el guindo
y que el árbol precioso de la uva
es acá el tamarindo:
licores admirables saca Cuba
de su fruto precioso, que fermenta,
almásigo mejor que Horacio mienta.

El Argos de las frutas
es el anón, que á Juno he consagrado;
fruto tan delicado,
que reina en todas las especies brutas
de ojos llena su cuerpo granuloso,
al néctar comparable en lo sabroso.

La piña, que produce
no Atis en fruta que prodiga el pino,
que la apetencia induce,
sino la piña con sabor divino,
planta que con dulcísimo decoro
adorna el fruto con escamas de oro.

El níspero apiñado
por la copia del fruto y de la hoja,
en más supremo grado
que las que el marzo con crueldad despoja,
árbol que, madurando, pende y cría
dulcísimos racimos de ambrosía.

El coco cuyo tronco
ruidoso con su verde cabellera,
aunque encorvado y bronco,
hace al hombre la vida placentera
y es su fruto exquisito
mejor plato á la sed y al apetito.

El plátano frondoso…
Pero ¡oh Musa! ¿qué fruto ha dado el orbe
como aquel prodigioso
que todo el gremio vegetal absorbe
al maná milagroso parecido,
verde o seco, del hombre apetecido?

No te canses ¡oh numen!
en alumbrar especies pomonanas,
pues no tienen resumen
las del cuerpo floral de las indianas,
pues á favor producen de Cibeles
pan las raíces y las cañas mieles.

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