Duda
amorosa
Si por una cosa rara
dos corazones tuviera,
en uno Filis entrara,
en otro a Doris pusiera,
y allí a las dos contentara.
Pero si uno solo tengo
no podré darlo a ninguna,
porque luego me detengo
en que si le doy a una
al rigor de la otra vengo.
Darlo a las dos es
buscar,
si se examina despacio,
guerra en que siempre han de estar;
porque en un solo palacio
dos no pueden gobernar.
Qué hacer en tal
confusión
no alcanzó; mas si supiera,
que no había de haber cuestión,
sin duda a cada una diera
la mitad del corazón.
Así una vez discurría,
y amor, que en mi pecho estaba,
en lo interior me decía
que si a dos darlo pensaba,
a ninguna lo daría.
Que es la ley la más
oportuna,
aunque de un tan ciego dios,
que se quiera sólo a una;
porque aquel que quiere a dos
no quiere bien a ninguna.
Luego el corazón lo di
a Doris; y mal pagado,
al punto me arrepentí,
de que no lo hubiera dado
a Filis. ¡Triste de mí! |