Sentados en la gótica ventana estábamos tú y yo, mi antigua amante; tú, de hermosura y de placer, radiante; yo, absorto en tu belleza soberana. Al ver tu fresca juventud lozana, una abeja lasciva y susurrante clavó su oculto dardo penetrante en tu seno gentil de nieve y grana. Viva gota de sangre transparente sobre tu piel rosada y hechicera brilló como un rubí resplandeciente. Mi ansioso labio en la pequeña herida estampé con afán... ¡Nunca lo hiciera, que aquella gota envenenó mi vida! |
I Mimí Pinsón, la griseta seductora, arrulla, dulce y coqueta, con su risa trinadora, la juventud del poeta. Junto a su amada, el cantor da al olvido toda amargura y dolor, al pie de rosal florido donde mora un ruiseñor. Y ella, con vivos fulgores en los ojos, al vate de sus amores ofrece sus labios rojos y una corona de flores. Y a la luz de astros radiantes y entre notas argentinas del ave, estallan triunfantes las rotas frases divinas y el beso de los amantes. II En tarde resplandeciente y aromada, reclina el genio la frente sobre el cabello esplendente de su gentil adorada; cuando, envuelto en áurea bruma, cruza el cielo cisne blanco, cual la espuma, que, herido, pierde en su vuelo, una ensangrentada pluma. Con rápida sacudida se alza el vate, y ase, el alma conmovida, la pluma, en sangre teñida cual lanza tras del combate. Y arranca de ella el tesoro de sus más tristes canciones, bajo cuyas alas de oro se anegan en dulce lloro los dolientes corazones. PULSA AQUÍ PARA LEER POEMAS SOBRE OBRAS LITERARIAS |
El salón, por deliciosas mujeres, se halla adornado; parece estuche dorado lleno de piedras preciosas. ¡Oh brillante diversión! Notas, perfumes, colores, gasas, diamantes y flores, en lujosa confusión! Los brilladores reflejos de los ojos de las bellas; la luz, salpicando estrellas en los grandiosos espejos; los tapices, las pinturas, los elegantes tocados, las alfombras, los brocados, las correctas esculturas, los cojines orientales, las blondas, la gentileza de las damas, la riqueza de mármoles y cristales, el raso, perlas y tul, plumas, risas y fragancia, forman de la hermosa estancia un mundo de oro y azul .............................. Allí se ve al caballero feudal, al cinto la espada, ostentando la celada y la cota del guerrero, prodigando madrigales a una linda jardinera de rizada cabellera y pupilas celestiales. Allá, un alegre estudiante baila con una sultana; aquí, una lista aldeana se burla de un almirante. Allí, un grave capuchino de mirada tenebrosa y barba blanca y sedosa, baila, en raudo torbellino, con una bella gitana que luce negra mantilla, y exhibe la pantorrilla bajo la falda de grana. Mirad, mirad aquel clown en brazos de alta señora; ved aquí, esta labradora bailar con un infanzón. Allá, marcha un mosquetero con una monja del brazo; mirad, en estrecho lazo, una reina y un torero. Allí, un astrónomo gira bordado el manto de estrellas en derredor de las bellas aquel trovador suspira. Y se encuentran confundidos payasos, reyes, gitanos, griegos, moros y cristianos, guerreros, frailes, bandidos. Monjas, magas, bailarinas, labradoras y princesas, rusas, gitanas, inglesas, moras, gallegas y chinas. Y en medio de ese ruido, de esta locura y afán, del espumante champán se oye el báquico estampido. Y vestido de escarlata, y ceñida la tizona, Mefistófeles entona la sublime serenata. |
Choca tu dulce boca con la mía, mujer deslumbradora; y brotará la ardiente poesía que mi mente atesora. Deja, deja que rompa ese lujoso traje de terciopelo que oculta, como amante cariñoso, de tu belleza el cielo. Quiero una bacanal regia y grandiosa; que el dios de los amores en ella cubra tu cabeza hermosa de perfumadas flores. Un banquete de dioses, una orgía tan rica y deslumbrante, que exceda a la más bella fantasía del genio más gigante. Que esté el salón cubierto de brocados, y telas suntuosas; la mesa, de manjares delicados y de divinas rosas. Y que haya esos licores deliciosos coronados de llamas, que engendran en la mente luminosos y bellos panoramas. Los generosos vinos espumantes dejemos al olvido; ¡quiero beber en copa de brillantes el oro derretido! Y cuando de estos goces y delicias esté mi pecho lleno, expirar entre besos y caricias, reclinado en tu seno. |
Es de rayos de sol tu cabellera la línea de tu rostro seductora; eres la encarnación de la hermosura; de las gracias la diosa. La voluptuosidad, ave de fuego, tiene por nido tus divinas formas; y hay un cielo de esencias y rubíes en tu risueña boca. Sólo te falta el alma, hermosa mía no tienes alma, no; pero, ¡qué importa! tampoco tienen alma las estrellas, las perlas, ni las rosas. |