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Manuel Rubiales |
Tu
nombre
En mis sueños estás atada a mi cama... Morir de paciencia
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La mujer que amo se llama Resignación. Yo hago equilibrios con su nombre y caigo al vacío de sus ojos con la ceguera de un reclamo y el precio de un beso.La mujer que amo se llama Universo y no hay tentación que no encierre ni distancia que no albergue. Me siento un desguace de su tiempo, un desfile de monólogos frente a un espejo.La mujer que amo se llama Piel, Boca, Mejillas, Senos, oración de carne y anhelo en el tálamo de su vientre, puñal de lengua en mis labios. Hay mil horizontes entre nosotros y serpientes en mis dedos para alcanzarlos.La mujer que amo se llama Eterna, la llevo guardada en un cofre que palpita, extendida sobre mi ser como una caricia de navajas. La mujer que amo ahoga bajo su pecho el reclamo que necesito, que requiero y que espero.La mujer que amo se llama Azar, Capricho o Destino…, lamería las huellas de su sombra por una sola atención, discreta, sencilla; por saber si me ha nombrado alguna vez, si a solas me llamó Loco, Iluso o Poeta por ella, por ella..., por ella... |
una ilusión ondulante y huidiza, tu cuerpo es un recuerdo que renace cruel y saquea mi cordura hasta el delirio. Tu cuerpo es un espejismo, tu cuerpo es el epílogo de estas manos derrotadas, cansadas de acariciar las sombras y merodear tus fronteras heladas. Tu cuerpo es un erial que me alimenta de escarcha. Tu cuerpo es el final y el principio de mis palabras, tu cuerpo, tu piel, tus poros clausurados, tus formas, tu geografía encarcelada, tu modo de llenar el espacio, tu ingrávida indolencia, tu cuerpo, al fin, tratado de impaciencia. |
En
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No te quiero cuando niegas tus abismos, ni cuando ocultas tras la sonrisa de hojalata la necesidad de odiarme hasta el delirio. No te quiero cuando reduces la vida entera al efímero presente de las mentiras. Ni te quiero cuando intentas ofrecer tesoros con remiendos y limosnas. No te quiero cuando me invitas a inventar paraísos en la fría distancia de tu espalda. Yo te quiero más allá, te quiero cuando no me ves, ni me tocas, ni me hueles, ni me intuyes, ni me piensas. Te quiero a tu pesar, te quiero cuando no me necesitas, te quiero cuando no te merezco, cuando estás ajena al precio que pones a mis días, y te quiero sin el antídoto preciso para no morir cada instante un poco más de vacío y de paciencia.
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LA BUENA MUERTE
despacio libando insaciable y furtivo cada
sílaba al pronunciarlo.
de proponerte, de incitarte… de una caricia, que mi lengua orbite, sinuosa, líquida,
donde atrincheras tu sexo tembloroso, dulce, estrecho
y hambriento. derretir los relojes impertinentes en el fuego de tu vientre
y hacerme un templo de gemidos en las lunas de tus
pechos. se abran y se cierren empujándome a tus adentros y, despues de vaciarnos, con la piel cosida a besos,
quedarme abrazado a ti, moribundo y satisfecho. una vez, diez veces y un ciento… |