Manuela Temporelli

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Si digo "buenos días"...

Reporteros

Sarajevo

El sur

Si digo: "buenos días",
no crean que es compromiso.
Se trata, simplemente, de una provocación.
Sé que estos 'buenos días' vienen tintos,
heridos con el sol de doce y cuarto.
Y digo, "buenos días", por si acaso
confundido el misil de tierra-aire
se viniera a estrellar en las narices
de la computadora programada.
Repito: "buenos días".
Son las siete del alba.
El transmisor diluye entrecortado
una esquela de cifras y de nombres:
" ...la-bom-ba-ex-plo-sio-nó-a-las-cin-co-y-me-dia.
Die-ci-sie-te-ci-vi-les,-
ni-ños-y-mu-je-res-MUER-TOS". 

Encuentro en la escalera a un convecino:
"Buenos días", responde
sacudiéndose el sueño.
Preparo calderilla, el autobús arranca...
Son diecisiete muertos y aún el día
no ha llamado a maitines. 

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REPORTEROS 

La fortuna de la resurrección
no alcanzará
ni siquiera a ese hombre que aún palpita,
que, aún hoy, soporta el estertor de muerte
enterrando/desenterrando huesos.
Los macilentos odres, que visten
esos cuerpos del hambre,
siguen sobreviviendo en la esperanza
de que, a la prontitud de la noticia,
pueda seguirle un rápido remedio.
Sin embargo, las cámaras enlatan
la barbarie y el hombre la contempla
como quien mira un film de Tarantino:
La sangre le es ajena.
Porque contar los muertos se convierte
en tarea rutinaria,
no alcanzará a ese hombre la clemencia:
Las liendres emponzoñan el desierto.
Una imagen inunda el bienestar,
la sobremesa...,
La cámara recarga baterías
y un óxido de llanto
derrama por la lente... 

 

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SARAJEVO 

Volví  a encontrar al hombre
sentado en la grandeza de su sombra,
esperando la bala que sepulte
el odio en las trincheras.
La ciudad es cantera desolada
y llora la piedra la desdicha
de derrotar la vida a puntapiés.
Lloran niños, metralla son los ojos
gangrenados por la última explosión.
Niño-viejo de llanto, de lodo enmascarado:
Llora tu pena luego, sobre la piedra amiga.
Llora luego, que ahora es tiempo de volver
el cuerpo al polvo,
no te importe la sangre pegada a la camisa.
 
Y en la última sombra
de los cuerpos tumbados,
el hombre se encarama
y araña entre las piedras
buscando la palabra que detenga el abismo:
no existe mas palabras, la paz viste de luto
 y las piedras sólo cantan penas, penas
penas,
en palabras oscuras. 

 

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EL SUR 

Sin que los viejos tópicos derramen
su obviedad por las líneas de mi verso,
quiero escribir de ti, tierra de luces;
gentes que el Norte convierte en paradoja.
Sin repetir palabras, decir que la ceniza
de tu piel repta por una tierra estéril
dispuesta a sepultar semillas.
Germinarás un labrantío de sangre,
y parirás un hombre, que no verá más día
que el que apunta la aritmética parda de la resta:
Los animales mueren,
la tierra resquebraja su epidermis,
las mujeres se secan, y los hombres
lloran mientras despojan el nutriente
de tus pechos al hijo que murió :
Un alimento agrio,
pegajosos calostros de sangre envenenada.
Sin que los viejos tópicos derramen
lágrimas en mis versos, decir que sólo tengo
un aforismo, una palabra: ¡HAMBRUNA!.
Pero el Sur no se muere, sólo mueren los hombres
tumbados al desierto.      
      Los oasis
siguen dando
                         fusiles
                                    para matar
                                                            las moscas
en tu rostro. 

 

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