Ya tengo frío, se acabó. Hay que irse. Los pies se me entumecen, la alegría se acongoja, y hay pájaros pequeños que desean crecer allá en mi bosque. Adiós. No te preocupes, que me llevo la manta a cuadros y esa alfombra roja que permite volar a la tristeza. Irse es fácil. (Lo cierto es que me alejo porque llega el olor de los pantanos hasta aquí. Y el frío, ese gris frío, es hielo que me insulta a voces). Salgo a la intemperie y ¿ves? no está tan fría como el gesto cobarde de los muertos que ignoran que lo son. Déjame, —suelta las amarras, por Dios— déjame irme a mis distancias, a mi aire. Juro que me iré muy despacio y muy tranquila, toda silencio, y sin pisada apenas que pueda molestar a eso escondido que se pudre y se queda congelado en su propio terror. Me aleja el frío y el hedor de la sangre que no cesa de procrearse en lodazal. Te dejo lo poco que me queda. Ata al perro, y evita que me vea ir mañana, que he de salir temprano. Cara al día. |
ir al índice |
Ya no importa saberlo. Será el día del arco iris cómplice del agua que llore demasiado por los muertos, y habrá quizás en el ambiente estigmas de señalada indecisión, palomas que endulzarán la luz, gaviotas grises salobres de renuncia y de recuerdo y golondrinas, golondrinas blancas... Hasta vendrán las olas más rebeldes llenas de pez disuelto, a verte quieta y a dejarte la brisa en vez del viento sobre la piel, con terquedad amorosa. Un día como tantos. De la huida tan sólo quedará aquella palabra que seguirá secreta, intraducible, y, cada vez que vuelva el arco iris, vendrás —roja, amarilla, azul y verde— a pretender decirla. |
NOCTURNO DE LA CÁRCEL DE MUJERES Sueñas con hijos. Pasan los ríos caudalosos de la sangre ahogando nonatas criaturas. (Cada año más, les asesina un hijo) Sueñan con las navajas, con el veneno y el disparo cierto: un lago de ternura intemperante, un alarido de silencio en sombra. Duermen la vida. Sueñan al hombre de la herida en la garganta, al de la turbia boca del pecado, al que llega a la altura del olvido. Fuego enjaulado. Fiebre. Suspiran como fieras en lo oscuro, fieras de amor bajo la noche libre de repetidos sueños en oasis... No, no hay ya pluma de ángel. Ni hay siquiera plumón desteñido de ave tibia, estrellándose rebelde en vuelo inútil, loco, de aire ciego. Está en la verja y grita un monstruoso pájaro sin alas, cuando la primavera acerca abrazos a la alambrada yerma de rosales... Y esta noche florida, algunas cantan con lejanas voces (voces de niña hondas), recobradas para el camino amigo de la muerte. Las hay que sólo mecen una idiotez de risas procacísima, un relincho fatídico y grotesco, una mirada vívida de ofidio. Otras llueven cansancios en llamas que anticipan la ceniza, destruyéndose ya, y aún soñando, amando aún, y envejeciendo siglos... PULSA AQUÍ PARA LEER POEMAS RELACIONADOS CON PRESOS O CONDENADOS
|
ir al índice |
I La isla de los pinos se ve apenas entre almendros. ¿Qué ensueño la visita? Amantes espectrales se dan cita entre ramos de aroma y luces plenas. Allí, silentes fueron y serenas nostalgias que la ausencia facilita cuando el amor se niega, cuando quita corazón a la voz, sangre a las venas. Entre almendros se pierde. (Adiós, te quiero, en la arboleda, en ti, mi nombre olvido, que de alma y de nombre me aligero.) Para el recuerdo, amor, sólo te pido a aquella luz sin esperanza, el fiero gritar de tus silencios en mi oído. II Hay una desnortada golondrina que sale del verano, y en viciosa y extraña curva elíptica, desposa al cielo que recubre la colina. Viene el calor gritando en la bocina del hibiscus rojísimo, y le acosa su perfección impúdica a la rosa, cuando del lado erótico se inclina. Otoñea el verano, y yo te pienso lejano, en tus almendros, almendrado, donde la paz se me quedó en suspenso. Por lo que tú me diste y yo te he dado, nos de el campo y la luz, todo su intenso corazón, en almendra concentrado. III Porque no sé decir amor, espero que tu perdón me alcance, me detenga, y que de tus mejores nubes venga la gota amiga, nunca el aguacero. He ido al monte y encontré romero. Que en él mi savia crezca, y que sostenga el aria, el salmo, la canción, la arenga de sol, cuando a la sombra me interfiero. Si el amor verdadero está en el monte, con todo romeral que exista, arrasa, y que así el corazón la paz afronte. Y si es el desamor eso que pasa clavando su puñal al horizonte,
venga el romero para siempre a casa.
PULSA AQUÍ PARA LEER POEMAS DEDICADOS A ÁRBOLES
|
ir al índice |