¡Salve, alegre, genial
Primavera,
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LA ETERNA LUZ DEL PENSAMIENTO MIO Con larga mano te otorgó, señora, virtud, gracia y nobleza el alto cielo; es tu casta hermosura rico velo, digno del alma regia que atesora. Tú del místico fuego guardadora, del desvalido perenal consuelo, pasas haciendo bien por este suelo: la santa caridad tu techo mora. Prez y decoro de tu estirpe clara, luz de tu esposo, gloria de tus lares más que por timbres cien, por ti soberbios. El sabio Salomón te comparara a la amante mujer de los Cantares, a la fuerte mujer de los Proverbios.
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Volaste, alma inocente, alma querida, fuiste a ver otro sol de luz más pura; falsos bienes de vida que no dura truecas por bienes de la eterna vida. Por Dios llamada, para Dios nacida, ya de vana ilusión vives segura; feliz te creo, pero mi ternura con puñal de tristeza queda herida. ¡Desdichado mortal, insano, insano, en llorar por los hados de quien mora en palacio de eterno soberano! Perdona, Anarda, al triste que te adora; tal es la condición del pecho humano; si la razón se ríe, Amor te llora.
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Cual trocose de Frigio en la marina la Tantálida antigua en piedra dura; cual de Tereo la consorte impura un tiempo convirtiose en golondrina. Convirtiérame yo, virgen divina,, en espejo do vieras tu hermosura; trocárame en la rica vestidura que ciñe tu alba forma peregrina. Agua quisiera ser para lavarte, aroma para ungir tu blanco lecho, collar que circundase tu garganta, o cinta que ajustases a tu pecho; sandalia quiero ser para calzarte, porque me huelle así tu leve planta.
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