es implacable, Barreño! Mi familia y la de ese otro desde muy remotos tiempos vienen dándose de palos por ciertos resentimientos. En el salón de mi casa he visto, siendo pequeño, los venerables retratos de mis queridos abuelos; unos las narices rotas, otros torcido el pescuezo, ¡todos con cada chichón que daba lástima verlos! Los ascendientes de ese hombre de aquel modo los pusieron; pues la tradición lo manda, ¡siga sus huellas el nieto! |
¿Qué importa lo que sudé? ¿Qué vale lo que sufrí, si en este momento oí... lo mismo que ha oído usté?... ¡La Mancha! ¡Allí sin sosiego terribles luchas sostuve! ¡Un año en la Mancha estuve comiendo pisto manchego! Pasé a las yerbas revista para buscar sin reposo el remedio portentoso que ha de curarle la vista. ¡El espíritu se ensancha y se agita el corazón ante la vegetación esplendente de la Mancha! Allí aromático brota junto al roble el azafrán; allí las encinas dan bellota, ¡mucha bellota!; allí observar he podido en sus campos, nunca yermos, los orondos paquidermos que dan tan buen embutido. Mil fieras, ¡qué atrocidad!, hallé al buscar mi tesoro, y un día, por poco un toro me parte por la mitad. Allí hay yerbas prodigiosas que no hay en toda la tierra, y entre sus fibras se encierra una esencia... y otras cosas. Esas yerbas, que en gran parte yo he recogido el primero, las machaqué en un mortero, las destilé según arte, y de éste en lo más profundo, anti-oftálmico-científico, se encierra el gran específico que será asombro del mundo. En cuanto aspire su esencia tendrá vista la que yo amo, ¡y esto será un gran reclamo para La Correspondencia! ¡Huya ante mí la desgracia! ¡Yo a la humanidad consuelo! ¡Si el sol siempre está en el cielo, yo estoy siempre en mi farmacia! |
Pues si eso es lo que deseas, para que a ciegas me veas te voy a hacer mi retrato. Mi estatura es regular y bizarra mi apostura, es flexible mi cintura, gracioso el modo de andar; es rosada mi mejilla, mis ojos son muy rasgados, son mis cabellos rizados y uso en la cara patillas; tengo la frente espaciosa, son mis labios de coral, mi sonrisa angelical y mi nariz primorosa. Y después de todo esto, te digo, mi bien amado, que si es que de algo he pecado, he pecado... de modesto. PULSA AQUÍ PARA LEER POEMAS SATÍRICO-BURLESCOS |
a su ocupación, va la segadora con el segador, sin temer los rayos del ardiente sol, que ambos en sus venas llevan más calor.
Y por los trigos viéndolos ir, los maliciosos suelen decir: ¿a dónde diablos irán los dos juntos por esos trigos de Dios?
Y ellos, ¡pobrecitos!, no piensan más que en ir cortando espigas: ¡ris-ras! ¡ris-ras! Y mirando al suelo van a compás, haciendo con las hoces: ¡ris-ras!, ¡ris-ras! |