A Magdalena Es
difícil decirlo, |
Oficio de tinta Con las puertas abiertas definitivamente al dolor al dolor al dolor, al crepúsculo humano, a los acontecimientos resbaladizos, grises del corazón, de los ojos cortados, bruscamente, a la plata verde, a la plata blanda y verde del mundo, ahora que todo está un poco más claro, sólo un poco más claro, con la luna y el agua y las conversaciones, quiero buscar otros signos, otra pólvora que repita la sangre por los pétalos. Si no, ¿para qué el pulso? si no, ¿para qué el cielo? ¿Para qué los esfuerzos minerales? ¿Y el mar? ¿Y los latidos? ¿Y los labios? ¿Para qué si la tinta no salta como una antigua bestia enfurecida, como un eterno cíclope de sangre, como una ola loca y fecundada? Que salte saltando, con un corazón caliente entre las manos. Que salte, que salpique de muertos las mesas negras de los escritores. Que salte, que haga huir a la rana ya la rata. Que salte. Que hunda. Que duela. Que salte. La ciudad
de sueño y exactos precipicios, (De La soledad absoluta de la tierra)
|
¿ Qué estamos haciendo tan heridos encima de la tierra? Sí, sí, esa pregunta de lagarto abandonado tan vacía queriendo sumergir todos los hombros, muerta. Muerta de amor y de manzanas. Desesperado corazón de avispas que rueda por los ríos, por las lenguas. _Aquí no se salva nadie, hermanos.
Sólo un hombre afirmó ser sólo aire. Y se quedó sin el mar, sin la tierra, ahogado en sus traiciones para siempre. Una luna de furia y aguijones le mató de un zarpazo en las montañas. No lloró ningún hombre. Sólo el aire movió todas las hojas de los árboles. Todos los muertos del mundo le mordieron los muslos sin descanso. Una voz sin perdón se le metió en las venas y repartió dorados coágulos de odio. Aquí no se salva nadie. Ni muerto ni vivo. Dios se ha quedado dormido para siempre. Él que sólo fue aire. Se perdió con su amor, con sus manzanas. Huyó de todos los hombres, de todos los cuerpos. y no se manchó de barro. Y no bajó a las ciudades. ni a los puertos. Sólo quiso perderse por el cielo. |