A Francisco Guillén Tendida en la madrugada, la firme guitarra espera: voz de profunda madera desesperada. Su clamorosa cintura, en la que el pueblo suspira, preñada de son, estira la carne dura. Arde la guitarra sola, mientras la luna se acaba; arde libre de su esclava bata de cola. Dejó al borracho en su coche, dejó el cabaret sombrío, donde se muere de frío, noche tras noche, y alzó la cabeza fina, universal y cubana, sin opio, ni mariguana, ni cocaína. ¡Venga la guitarra vieja, nueva otra vez al castigo con que la espera el amigo, que no la deja! Alta siempre, no caída, traiga su risa y su llanto, clave las uñas de amianto sobre la vida. Cógela tú, guitarrero, límpiale de alcol la boca, y en esa guitarra, toca tu son entero. El son del querer maduro, tu son entero; el del abierto futuro, tu son entero; el del pie por sobre el muro, tu son entero... Cógela tú, guitarrero, límpiale de alcol la boca, y en esa guitarra, toca tu son entero. (PULSA AQUÍ PARA LEER POEMAS DEDICADOS A LA GUITARRA) |
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Canción de cuna para despertar a un negrito
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Tu vientre sabe más que tu cabeza y tanto como tus muslos. Esa es la fuerte gracia negra de tu cuerpo desnudo. Signo de selva el tuyo, con tus collares rojos, tus brazaletes de oro curvo, y ese caimán oscuro nadando en el Zambeze de tus ojos. * * * MADRIGAL II Sencilla y vertical como una caña en el cañaveral. Oh retadora del furor genital: tu andar fabrica para el espasmo gritador espuma esquina entre tus muslos de metal.
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Para
hacer
esta muralla,
- ¿Quién es?
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¡Yambambó,
yambambé!
Mamatomba,
El negro
canta y se ajuma,
Tamba,
tamba, tamba, tamba, PULSA AQUÍ PARA ESCUCHAR A NICOLÁS GUILLÉN RECITADO ESTE POEMA |
Como
si San Martín la mano pura
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Esta mujer angélica de ojos septentrionales, que vive atenta al ritmo de su sangre europea, ignora que en lo hondo de ese ritmo golpea un negro el parche duro de negros atabales. Bajo la línea escueta de su nariz aguda, la boca, en fino trazo, traza una raya breve, y no hay cuervo que manche la solitaria nieve de su carne, que fulge temblorosa y desnuda. ¡Ah mi señora! Mírate las venas misteriosas; boga en el agua viva que allá dentro te fluye, y ve pasando lirios, nelumbios, lotos, rosas; que ya verás inquieta junto a la fresca orilla la dulce sombra oscura del abuelo que huye, el que rizó por siempre tu cabeza amarilla.
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