NURIA PARES |
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A veces, cuando leo esas viejas palabras de la tierra que jamás pronunciamos, siento crecer hacia lo hondo mis raíces ya acostumbradas a horadar el viento. Suenan en mis oídos, me acompañan, dialogan entre ellas como el lento y despacioso doblar de las campanas de la iglesia mayor y el tintineo humilde de una esquila. Yo iría por la calle como el tonto del pueblo hilvanando palabras sin sentido: «bancales y serones... pan cenceño enebro, flor de jara, cardelina...». Palabras de la tierra, campaneo del alma, regusto amargo y dulce, hondo sentir que le pregunta al tiempo si este doblar de las palabras viejas no es ya un doblar de muerto. |
Por un laberinto, calle del deseo, buscándome el alma, hallándome el cuerpo. Por un laberinto, corredor del sueño, vueltas y revueltas me busco y te encuentro. Por un laberinto, callejón del miedo, cada vez más hondo, cada vez más lejos. Por un laberinto, senda del misterio, con la muerte al hombro y el andar ligero. Por un laberinto... |
ENTREGA
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