No
estaba cierta de su desventura.
Miraba Tisbe el cuerpo traspasado
de Píramo sin alma y sin aliento,
vuelto en ceniza aquel color rosado
los bellos ojos de un color sangriento.
El sol que le alumbraba ya es clipsado,
señales ciertas de su fin violento,
y aunque tenía delante la figura,
no estaba cierta de su desventura.
Vuelve, revuelve, reconoce y mira
el desdichado joven recién muerto
y de su blanca mano y pie le tira,
por ver si duerme o le verá despierto.
Ya le escucha a los labios si respira,
deseando que aquello fuese incierto,
mas, aunque se desvela en tal locura,
no estaba cierta de su desventura.
Mas del bravo desmayo se levanta
con varonil esfuerzo luego al punto,
y alzando al cielo manos y garganta
con voces dijo al alma del difunto:
"Espera, que ya voy, ánima santa,
no me esconda de Píramo el trasunto,
que hasta ver en sueños su figura
no estaré cierta de mi desventura.
Y a Píramo llegó toda turbada
queriendo ejecutar el cruel intento,
y por lo que sobraba de la espada
su tierno pecho atravesó al momento.
Mas no pudo llegar la desdichada
a abrazar su gloria y su contento
que aún le fue allí contraria la ventura,
estando cierta de su desventura.
Mas abrazándose con el escudo
que le sirvió de cama y dulce abrigo,
la débil voz alzando cuanto pudo.
vueltos los ojos a su caro amigo.
dijo: "¡Fortuna, cielo, hado crudo,
usad cuanto quisiéredes conmigo!
¡Y a vos, mortal, y a vuestra sangre pura
testigo os pongo de mi desventura".
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