José Quiroga y Pla |
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Ciudades de mi España en el destierro |
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CIUDADES DE MI ESPAÑA EN EL DESTIERRO
¡Ay, ciudades, ciudades de mi
lejana España _lienzos de sombra, cubos de fría cal de luna_, cuando cantan los gallos y gira la guadaña de la alta noche, y surgen las torres, una a una, para ofrecer sus cirios de oro, marfil y rosa a la matutinal neblina en que descubre el ojo del viajero una gracia borrosa de abril nuevo, esfumado en matices de octubre! Ávila, Salamanca... ¡Y mi Madrid! ¡Y, acaso, tal lugarón dormido en el alba, al ocaso, entrevisto un momento desde la ventanilla del tren! Ciudades mías, panales de mi España, cuya miel al secano de mi destierro baña como un llanto que baja, lento, por la mejilla. |
La luna,
trotacalles de la noche, sube conmigo al taxi y me acompaña, la mano en mis rodillas. Desde el coche, cuna de azar, mi sueño vuela a España. Cuando a la sombra vuestra dejé puerto, ¡qué lejos torres de mi Salamanca! ¡oh agonía de amor, de manifiesto, con letras negras en la piedra blanca! Agonía de amor, y la agonía de la tierra, y los hombres contra el muro, crispado el puño que la muerte enfría… ¡Y esta ansia desgarrada que confía volver a hacerte tuyo en el futuro, cara a cara y en paz, mi España, un día! PULSA AQUÍ PARA LEER POEMAS RELACIONADOS CON EXILIADOS |
En el balcón
estás puesta de codos, asomada a esta noche en que la aguja magnética del ansia, terca, en todo los rumbos del cuadrante te dibuja. ¿Por qué cristal me ves? ¿Tras de qué reja un sollozo de amor te quiebra el pecho? Entre tapias con luna, ¿qué calleja guarda en jaula de tórtolas tu acecho? En qué silencio de ciudad dormida, ciego y sordo, buscándote me pierdo (¡andar y andar!) por calles sin fachadas. ¡Hallarte y recobrarte! A la ancha vida salir, de los profundos del recuerdo, por las puertas del sueño... Están cerradas.
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de cariños que guarda mis raíces. ¿Qué encontraré, si vuelvo, cuando vuelva, cubierto el corazón de cicatrices? Del viejo hogar dos veces desertado _amor y guerra arrancan de él al hombre_ quedarán las cenizas del pasado: sombras, flechas, la calle con su nombre... ¡Y yo estaré cansado, envejecido y sediento de olvido y de descanso, después de tan en balde haber corrido para encontrar por tierra, en polvo, el nido, y, en mí, al juvenil toro vuelto manso, y la inutilidad de haber vivido!
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