Rafael Laffón |
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Mediodía
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Llega estremecida la onda limpia y clara, de espuma somera que aún orla sus flancos. Al fin _en las pozas calientes_, se para. Y es la espuma risa de unos dientes blancos.
En prisión el agua cara al cielo queda, muda y traspasada de la luz del cielo; y en el seno inmóvil de su plata leda la sal cuaja en ansias de un andante anhelo...
¡Qué andante el del agua! Nube, pluvia, fuente, río, mar... ¡Qué anhelo ahora en el letargo! ¡Qué anhelo que pone cabe el agua riente la sal como un poso de inquietud amargo! |
Pasan las aguas por el cauce
y no terminan de pasar;
mas si de un agua no bebimos
nunca aquel agua tornará.
Y mientras corre el tiempo y llega
la hora feliz que imaginamos,
se va la vida, huyendo siempre,
cual se va el agua entre las manos...
Gocemos hasta marchitarlas
todas las flores del camino,
ya que el dolor jamás perdona
ni un paso de nuestro destino.
Gocemos la vida, gocemos...
¿Quién del mañana gozará?
Gocemos hasta embriagarnos
con una absurda saciedad.
Y aunque de luz se abrase el alma,
presto vayamos a la luz...
¡No hay más que al fin de los caminos,
sobre una lápida, la cruz!
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EL PIE LIGERO
Salvar tiempo y distancia
-moroso empeño siempre a la fatiga-,
milagro es en vosotros de elegancia,
¡oh, pies alados de la dulce amiga!
Pies alados, pies breves,
aquí de mis querellas:
¿cómo pisáis tan frágiles y breves
si dejáis al pisar tan hondas huellas?
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