Balada del ultra Casi nunca te he dicho que eres bella |
Las manos extendidas al aire recogen este aliento que vibra. Noche hermana de las cumbres celestes. Péndulos del ritmo en el gran acorde sin lengua. Aquello que es profundo ama el silencio de los signos. Despierta la ciudad poco a poco bañándose en el río. El azul enarbola los mástiles viajeros en su inmovilidad. Todo es un tránsito. Palabras mías ancladas al movimiento. ¿Quién vio la flecha donde va? Los animales desconocen la envidia, los hombres la sinceridad. Es ya de día y no sabemos el color de la levita de Dios. Canta el esfuerzo. ¿A dónde vamos? Fábricas, laboratorios. ¿Qué significáis? Nadie te comprende. Hombre excelso, pies ligeros. Ultraísmo: alegría de ser poeta. El mundo pesa mucho imán que tira de los nombres. Las frases atan como el hierro y la tierra abruma los hombros de la Humanidad. Pocos se escapan de su prisión sin muros. Que os libertéis canta la rana peluda entre la yerba fresca de rocío. Y el lago verde lleno de burbujas que se rompen bajo las estrellas muestra sus parajes recónditos de Capella y del Al Aaraaf ¿más allá o más acá del sistema de tres perpendiculares entre sí? Un siglo perfumista se alborota. Por todas partes hay periódicos embadurnados de cosmético. Los teatros, las redacciones, los cafés son peluquerías confortables con todos los adelantos modernos. Pero nosotros hemos roto las amarras y se va el muelle y todo el puerto hasta desaparecer detrás de cada hora. Ultraísmo: la alegría de ser poeta. Allí donde el silencio se rompió las musas danzaron. Fragmentos de dioses y ruinas. Bajo la vegetación nueva aún es bello el viejo friso roto. Un silencio pasa como el agua sobre el arco. Cristo el nazareno, inventor de los mendigos, agostó los aljibes. Arquitectos reconstructores trasiegan moldes. Parlamentarios agridulces cogen rosas de espinas. La turbamulta romántica se lamenta de pasiones que no sintió nunca. Desequilibrados que muestran su miseria se quejan de todo y de sí mismos como perros aullándole a la luna. Hoy las musas danzan vestidas de ciudades, de mares y campiñas. Apolo toma el tranvía para ir a la imprenta. Y desnudos nos bañamos al sol que estalla bajo todos los meridianos. Ultraísmo: alegría de ser poeta. (De la revista Ultra, en Poemas dispersos del período ultraísta, 1918-1922)
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Casi nunca te he dicho que eres bella Ni es preciso ni tú lo necesitas Las ansias de mi amor son infinitas y no pueden contarse las estrellas
Se admira el cielo y no se dice nada El amor verdadero es casi mudo Es casto el aire porque está desnudo La voz del corazón es la mirada.
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Tu voz, que no se escucha, se mantiene en el interno fondo regalada; y es nuestra propia voz, que aunque no suene, ¡acaso sea la única escuchada!
-Senda escondida, manantial que viene del infinito en marcha sosegada; isla que sueña... lascitud selene... Palabra no sabida ni olvidada.
A esta quietud del alma para el mundo, nada se acerca tanto y se asemeja como el cristal inmóvil de la fuente,
que en un silencio vasto -¡el más profundo!-, y en un éxtasis, ¡todo se refleja en su fondo, serena y mansamente!
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Nidos de locomotoras las estaciones libran los tránsitos Arcos puertas de las ciudades como el cielo palpitantes a todas horas en los centros bajo las humaredas Belleza del esfuerzo He aquí la velocidad bien encauzada hija de la voluntad Adioses Bienvenidas Lágrimas Alegría Y también la indiferencia muda que rueda y rueda en los días sobre los caminos Todo va a alguna parte El tiempo desfila vestido de todos los paisajes todas las ciudades del mundo
Es la flecha del tren que se dirige fuerte sobre su fin. Detrás el último vagón engendra de nuevo el espacio |
L'immense usine toujours chante sans repos La fábrica inmensa canta siempre sin reposo en todos los tiempos y en todos los lugares Ante mi casa llena de luz y en las calles Es un eco redondo a la vez muy próximo y lejano La canción profunda y siempre idéntica de los dínamos Auteuil estaba azul como Passy El Sena de plomo y la Torre Eiffel de guardia dominando los barrios y los alrededores de París Sutiles vértices recónditos lanzaban invisibles ondas de oro La Torre hablaba con todo el mundo Yo contemplaba las figuras de las estrellas a lo largo de las avenidas geométricas fumando mi pipa sobre el puente el metro venía como un relámpago Eran las 18 horas En la estación de Grenelle Arriba la ciudad pasaba sobre nosotros Un cambio de tren en la Motte-Picquet rápidamente Siempre rápidamente Cuando subimos en la ópera arcos voltaicos chorreaban su claridad sobre los bulevares sonoros
La ciudad estaba llena de gente Cada actividad correspondía ocultamente a percusiones de dínamos distantes y en el fondo se oían sus resonancias palpitantes |