Rafael Soto Vergés

índice 

Arrobo

La aceña

Vida en la grama

 

 

Arrobo

 

COMO UN gallo. Se ha puesto la mañana

 a cantar como un gallo. ¡Como un gallo!

y cómo, entre los frutos, reconozco

esa mudez plural de los arcanos

mayores y menores. Bien quisiera

morirme ahora, aquí, porque cantaran

también los crisantemos y las sombras

y los gusanos más sedosos, junto

al riachuelo de mi infancia, muerta

en su secreto que es temor y dicha.

ir al índice

La aceña

LA MÚSICA del agua desordena

sentimiento y razón. Cardos y trojes

 tumultuosos, blancos. ¡Remolinos

entre las sombras de mi desconsuelo!

¡Atado estoy al caz de  golondrinas

 en el rústico ámbito gozoso!

y muero, desoyendo las consejas

de la luz de algodón y de la grama,

cuando me precipito en la existencia

 ignota y ruidosa.¡Días de muerte,

 alrededor de salvias y cuclillos!

Muero en la negra espuma, como aceña

de aturdido girar desesperado

cuando, perplejo en el comicio agrícola,

busco en el mundo oscuro mi destino.

 ¡Arriba, abajo, estrellas, crisantemos,

 rodando en el confín del sol hojoso!

Me ahogo entre las yerbas sentenciosas

 y, fascinado, grito en la estación

de ruedas, cereales y planetas.

ir al índice

VIDA EN LA GRAMA

Para morir aquí, he vuelto, Bornos,
cabeza de ataúd, madre de imágenes
entre la incertidumbre de los lirios
y la esfera mortal del heno en llamas.
Para llorar aquí, regreso, patria,
ermitaña del fin de mi existencia,
carro de yerbas hortelanas, mijo
de luz brizada por el aire de oro
entre las narraciones de la infancia.
Para callar aquí, retorno ahora,
y para devolverte tu palabra efímera,
tu molino de agua entre las zarzas
y tu oscuro licor de brumas moras.
Todo lo que diste, el aire mágico
de oscuridad mojada por la yerba;
el pecho libre, colocado y puro
en las destilerías del romero,
te entrego ahora, herido mortalmente
por los verdes fragores de la grama.
Y por la triste lágrima que cae
sobre la yerba última del pasto,
Aullante bajo el cielo, condenada.

 

ir al índice

 

IR AL ÍNDICE GENERAL