Aquí
en mi cuerpo acabó
de pasar el mediodía y por mi piel respira un agua
atardecida.
Los labios están secos,
guardo en la lengua
los aromas.
Si acaso pusieras
tu mano
entre mis muslos,
sabrías que estás vivo.
Saborearías mi sal.
Haríamos un pozo
en el tiempo,
y dejaríamos que el sol
nos madurara.
Enredados
los cuerpos
en
el agua del amor
gimiendo sudorosos.
Latigazos de sangre
alucinados.
Me abres de par en par,
nos penetramos.
El deseo con sus brazos de sed
navega ahogando las fronteras,
rompiéndolas.
Más allá de nosotros el sol
amor, el sol
que es carne viva.
No
es verdad
que tú cuentas
conmigo,
ni con nadie.
Sólo cuentas
contigo
y tu mentira.
Entraste en el túnel
de ti mismo,
volcándote
en los otros.
Cuando te puse
enfrente del espejo
te encegueciste más,
y me dejaste
a la orilla de ti,
sin brazos para hallarte.
Vincent
Van Gogh
bendice tu locura.
Derramaba pintura
y pasión con furor.
Tú dabas alaridos
azules y naranjas.
Emborrachaste
el aire provinciano.
Inyectaste en el trigo
movimientos
de color amarillo.
Llegaste a darle
a Dios
el cielo tuyo
agitado y oscuro,
y te quedaste
sentado en el taburete
del rincón
de tu cuarto,
iluminado.