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Ricardo Carvalho

Ferrol, 1916

Al lado del pozo de la vida...

Un cabello de ángel

Belleza mascadora de chiclet

Mujer dormida

La bacante y Dionisos

FERROL 1916

Cinco duros pagábamos de aluguer.

Era um terceiro andar, bem folgado.

Pola parte de atrás dava para o Campinho,

e por diante para a rua de Sam Francisco.

No segundo vivia a minha tia aboa:

Tiña unha peza cheia de paxaros disecados

que só abria os dias de festa

para que os nenos disfrutásemos nela.

 Ainda vivia minha mãe

e todos os meus irmaos viviam,

e em frente trabalhava o senhor Pedro o tanoeiro,

e a grande tenda de efeitos navais mantinha o seu trafego.

Na casa tinhamos pombas

e, por suposto, un grande gato mouro;

e o mue pai era novo ainda

e no mar do mundo cada dia descobria eu unha ilha.

 Via o mar da minha fiestra,

e chegavam cornetas da marinha.

E baixava os degraus duas vezes ao dia para ir à escola,

e duas vezes rubia-os de volta.

As mulheres entom usavam capa e corsé,

e íamos à aldeia em coche de cavalos,

e a rua estava ateigada de pregons de sardinhas

e de ingleses que vendiam Bíblias.

Eu tinha un pacto con Deus:

que ninguén dos meus morreria.

E o pacto era observado,

e eu confiaba na perenidade do pacto.

 Todo isto fica tam longe

que aduro podo ainda lembrá-lo.

Esqueceria-o dentro de pouco tempo

se non escrebese estes versos.

 

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Al lado del pozo de la vida escrutas las aguas oscuras:

acechas tendiendo los oídos ansiosos a la piedra que tiras,

dura y pesada pregunta que inquieta la verdad del fondo

húmeda tierra de fango que los pies con que pisas ansían.

Al lado del pozo de la vida buscas en ella la verdad.

Pero la verdad y la vida son una, y están sobre la tierra.

Taladran, sedientos, los ojos sólo aguas y arcillas estériles.

            Pasa, entre tanto: la hermosa, como una mujer en silencio.

Podrías besarla sino intentaras oírla;

a su talle han de ceñirse, han de besar sus labios

sin preguntarle su nombre, que, púdica, niega al amante,

o que, tal vez, ella ignora, la casta de la flor venturosa.

De tu pregunta hoz, en el heno se oxide y more

-harta de segar aires- que es lecho de amor para el prudente.

No rinden labios de moza más dulces las mieles del beso

porque murmullen un nombre al ruego del amante importuno.

 

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Un cabello de ángel

colgando del cielo,

si no es la espada de Damocles,

es soga para el espíritu,

gemido equilibrista,

que, en él agarrado,

puede mecerse sobre la tierra

y creer que es la araña de un hilo

arrancado de su propio cerebro,

cordón umbilical que lo vincula

a su nido que está en el azul.

Pero no sabemos

qué es el norte, qué es el sur,

el cenit y la nada,

la vida y la muerte,

la tierra y el cielo,

cuál es el metro que lleva al paraíso

y qué aeronave nos conduce al infierno.

 

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Belleza mascadora de chiclet,

donde la feminidad alcanza el límite del vigor,

y los músculos campan durísimos,

inaprensibles al pellizco galante.

Próxima a las puertas del sexo,

te mantienes un milímetro distante de la salida,

y tu amenaza de desbordar el área de juego

es más una travesura que subraya

la curvatura de tu trayectoria,

falsamente estirada en súbito zig-zag.

En esta hora de indiscriminación sexual,

tus posibilidades de cotización son precarias,

y tienes que disimular tu feminidad,

para acercarte al varón de cabellos largos e ideas cortas.

Así, tu cuerpo es hermoso,

a pesar de las descuidadas prendas que lo disfrazan.

Así, tu boca es dulce,

a pesar de las toscas palabras que la manchan.

Sabrosa arcilla del paraíso, cubierta

por la seca ortiga del escombro.

Eterna y pura naturaleza, avasallada

por efímera y densa cultura.

Hay que amar la blanda pulpa de tu cielo,

por abajo y arriba

de la dura corteza de tu tierra

 

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MUJER DORMIDA

 ¿Dormida? ¿Hecha cuajado río o luna?

¿Fuera de ti, pálida voz de la tierra?

¿Labio de mármol que oscuro anhelo calla?

No oso acercar manos que tiemblan

a la desnuda y yerma saudade de tu cuerpo.

Bajo las pestañas no sé qué cabalgadas;

qué perfecci6n de bosques y senderos;

qué bueyes con cuernos de laurel adornados

con pardas muchachas en los lomos florecidas.

O nada, o sólo el negro sueño, olvido;

dos profundos pozos sin eco y sin llegada,

tu frente sin huella un mar de nieve,

el corazón como una estrella acostumbrada.

Y el blanco amor que te cubre, nube,

granizo es ya, que te conserva, nítida,

como una paloma posada más allá del arrullo.

Lejos de ti; amarte, verte de lejos;

la cabellera, mortaja de tu sueño.

En soledad, sin hombres y sin dioses.

Grises peñascos; mazorcas huecas; hiedra.

 

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LA BACANTE Y DIONISOS

_En la noche escuché tu voz.

Entre sueños fui llamada por ti.

             Sin pereza aparté la ropa de mi lecho.

En seguida puse mi pie en el frío suelo.

              Y pisé las aliagas para subir a tu monte.

Apretando los espinos busqué tu cumbre.

              En una mano el tirso, en la otra el collar de la fiera.

Levantaba la vid en la derecha,

con la izquierda arrastraba el animal.

              Bajo las estrellas desparramé mis cabellos.

En las sombras desaté mis ataduras.

              A sedientos sorbos, mi sedienta garganta acabó con tu vino.

 Borracha de ti mismo, en el gemido de mi boca ardes.

              Puse mi corazón, como un racimo, bajo tus pies de vendimiador .

              Mi espalda, como una yegua virgen, al estallido de tu relinga.

              Me hice gesto en todas las liturgias que te honran.

 Me hice palabra en todas las oraciones que suben hacia ti.

           Sabes bien que soy tuya: desde tu trono recibiste mi ofrenda.

              Mi amor resplandece a tus ojos: se ve su llama desde el más allá.

              Sin embargo, me dejas arder en el fuego que me escuece.

A pesar de todo, no alejas el torrente de angustia que me empapa sin descanso.

              Desde el fondo de mi amor despreciado clama a ti mi tormento.

              Mi ternura de paloma lucha con tu crueldad de buitre desgarrador.

            Si tu brazo poderoso me arrastró a la noche de tu misterio;

si con voz de tórtola acurrucada me llamaste al bosque de tu nido

    ¿por qué golpeas mis senos rendidos con el granizo de tu dureza?

¿hasta cuándo clavarás en mi dulce vientre las saetas de tu furor?

              _Ama, calla y aguanta, si de verdad amas.

Envuélvete en tu dolor y en tu noche, si me tienes por placer y por luz.

            ¿Piensas que se puede amar a un dios sin llegar a ser diosa?

¿Piensas que puede nacer una diosa sin que muera una mujer?

              Porque me eres bienvenida, he de macerar tu cuerpo para las nupcias.

Porque has de gozar conmigo, te igualaré a mí.

              Te quemaré, te quemaré, para que en chispas subas.

He de herirte, he de herirte, para beber tu sangre.

              ¿Cómo has de nacer en tu ser de mañana si no agonizas en tu ser de hoy?

¿Cómo nacerías para mí si no murieras para ti?

              De las tablas de tu ataúd he de hacer tu cuna.

Amasando tus cenizas esculpiré el cuerpo que ya no perderás.

              Cuando me dices crueldad son tus labios de tierra los que me hablan.

Cuando tengas tus labios de cielo me has de decir amor.

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