Cuidado nuevo venido, me da, de nueva manera, pena la más verdadera que jamás he padecido. Yo ardo sin ser quemado en vivas llamas d'amor; peno sin haber dolor, muero sin ser visitado de quien, con beldad vencido me tiene so su bandera. ¡Oh mi pena postrimera, secreto huego encendido!
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Fuego del divino rayo, dolce flama sin ardor, esfuerzo contra desmayo, consuelo contra dolor, ¡alumbra tu servidor! La falsa gloria del mundo e vana prosperidat contemplé, con pensamiento profundo el centro de su maldat penetré; el canto de la serena oya quien es sabidor, la cual temiendo la pena, de la fortuna mayor, plañe en el tiempo mejor. Así yo, preso de espanto, que la divina virtud ofendí, comienzo mi triste planto hacer en mi juventud desde aquí; los desiertos penetrando, do con esquivo clamor pueda, mis culpas llorando despedirme sin temor de falso placer e honor. FIN ¡Adiós, real esplendor, que yo serví e loé con lealtad! ¡Adiós, que todo favor e cuando de amor hablé es vanidat! ¡Adiós los que bien amé! Adiós, mundo engañador, adiós, donas que ensalcé, famosas, dignas de loor: ¡orad por mí pecador!
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Vive leda si podrás, y no penes atendiendo, que según peno partiendo, ya no espero que jamás te veré ni me verás. ¡Oh dolorosa partida! ¡Oh triste amador que pido licencia, que me despido de tu vista y de mi vida! El trabajo perderás en haber de mí más cura: que según mi gran tristura, ya no espero que jamás te veré ni me verás. |
La primera ora passada
de la noche tenebrosa, al tiempo que toda cosa es segura y reposada, en el aire vi estar, cerca de las nuves puesto, un estrado bien compuesto agradable de mirar. En medio del que vi luego ell Amor con dos espadas, mortales, emponçoñadas, ardiendo todas en fuego, para dar penas crueles a vosotros los amantes, porque no le sois costantes servidores, ni fieles. De la terrible visión estando con gran recelo, una boz quebró del cielo diziendo por este son: ¡O tú, verdadero amante, bandera de mis batallas, piérdese mi bien, y callas! Hablarás de mí adelante. Dirás a los mal reglados amadores desleales, a las penas infernales
que cedo serán juzgados si no enmiendan su bevir, la mi dicha ley guardando, vicios, errores dexando de los que suelen seguir. La justa ley, amadores, de que vos manda usar, es que os puede acrescentar o menguar vuestros dolores, si en partes mis mandamientos, los quales voy prosiguiendo según que más largo entiendo declarar sin argumentos.
EL PRIMER MANDAMIENTO
El primer mandamiento, si miráis cómo dirá, ¡quanto bien que vos será de mi poco sentimiento! En tal lugar amarás do conoscas ser amado; no serás menospreciado de aquella que servirás. Mirad que me contesció por seguir la voluntad, ofrescí mi libertad a quien la menospreció. El tiempo que la serví hasta aver conocimiento de mi triste perdimiento, entiendo que lo perdí.
EL SEGUNDO
Al segundo luego vengo; guardadlo como conviene, que por éste sostiene lealtad, la qual mantengo. Serás constante en amar la señora que sirvieres; mientras que la mantovieres, ella no te deve errar. Quien gualardón quiere aver del servicio que hiziere(s), a la señora que sirviere muy leal tiene de ser pues lealtad vos hará venir al fin desseado, quien amare siendo amado con razón lo guardará.
EL TERCERO
El segundo es acabado; donde[e]l tercero comiença, ocupar tiene vergüença, al que lo tiene passado. Serás casto, no te mueva tal cobdicia de trocar la que tienes de guardar
por otra señora nueva. ¡O qué derecha razón es que pierda el que ganar presume por su mudar! ¿Do tiene su coraçón? Para mientes al cuidado que nunca se partirá de quien lo recebirá, dubda, por aver errado,
EL CUARTO
Cessando de más sonar el tercero que fenesce, pues el caso se me ofresce, del quarto vengo a tractar. Muestrate ser mesurado a todos generalmente con alegre continente, si quieres ser bien tractado. La mesura hallaréis en las damas castellanas, en especial sevillanas, si tractar vos las queréis. Los que de aprender ovieren de nuevo ser mesurados, cedo serán enseñados, si de aquestas aprendieren.
EL QUINTO
El quinto vengo diziendo, una virtud que qualquier puede bien amado ser esta sola poseyendo. Cura por ser esforçado,
de los que siguen amor, deven perder el temor, pues es virtud ser osado. De sólo ser esforçados se vos puede recrescer tanto que sin conoscer alcançaréis ser amados. Mirad cómo Ector fue esforçado en la pelea, por do la Pantasilea, sin lo ver, le dio su fe.
EL SESTO
Del quinto más no se lee; de hablar va ya cesando: el sesto viene mostrando las virtudes que posee: siempre serás verdadero: que posseyendo tal fama, te recebirá tu dama de grado por compañero.
Antes quiso fenescer Régulo, cónsul romano, en poder dell Africano, que la verdad fallescer. Pues nuestros antecesores que fueron en otra edad murieron por la verdad, mantenedla vos, señores.
EL SETENO
El sesto se va dexando de más largo razonar, al seteno da lugar que se venga demostrando. Trabaja por te traer ricamente con destreza, qu[e]el amor con la pobreza mal se puede mantener. Mirad bien en quánto grado la riqueza favoresce: en la casa donde cresce, del necio haze avisado: assí por el consiguiente donde no le plaze estar, en breve haze tornar al discreto imprudente.
EL OCTAVO
Del seteno me despido, el octavo començando, mi proceso acrescentando de ciencia fallesciendo. Fuirás la soledad, bevirás en alegría, buscando la compañía padescerá tu voluntad. De bevir sólo recrescen grandes males sin medida, y, la fama destruida d[e]aquellos que lo padescen; tristeza, poco saber, desesperación, olvido pensamiento desavido, causan el seso perder.
EL NOVENO
El octavo ya acabado, queriéndose retraer, el lugar de proponer al noveno traspassado; estudioso tú serás en obras de gentileza con discreción y destreza de la qual no partirás. Gentileza hallarás en quien ama lealmente, y su propio continente quanto lo demandarás: nunca sigue en otra parte si no donde amor prospera, y allí se muestra bandera por los que siguen su arte.
EL DEZENO
El noveno despedido de todo lo processado, por dar fin a mi tractado soy al dezeno venido. Serás franco del querer; con todos avrás cabida, y mayor de quien tu vida tiene en su libre poder. La virtud de la franqueza qualquier que la buscará, sepa que la hallará donde govierna nobleza. Vayan al muy soberano príncipe, rey de Castilla, que de la más alta silla la reparte con su mano. A sus pies está mesura rigiendo toda su sala; a man[o]izquierda la gala, de otro cabo cordura, de semblante muy diverso; sobre aquesta discreción, alférez de su pendón, governando el universo.
FIN
Toca, toca cavalgar, essos trompetas clarones desembuelvan los pendones, iremos a pelear con todos los condenados perdidos por eregía, que mantovieron porfía contra Amor y sus criados.
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