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Salvador de Madariaga

Tres sonetos de  W. Shakespeare

A los mártires piamonteses

TRES SONETOS DE W. SHAKESPEARE

Soneto XXXI

Amo en tu amor a todos los amores

que por faltarme un día, di por muertos,

y en tu pecho reviven mis mejores

amigos que en la tumba creí yertos.

¡Cuánto mis tristes lágrimas lloraron

con religioso amor seres queridos

que a tu seno en su tránsito pasaron,

y en tu seno yacían escondidos!

Ornada por amores que ya fueron,

eres la tumba donde mi amor vive.

Lo mejor de mi ser ellos te dieron,

lo que a tantos debí, hoy tú recibe.

En ti su amada imagen renació

y tú, todo ellos, eres todo yo.

XV

Sea. Si me has de odiar, ódiame ahora

mientras combato con la suerte aciaga.

Alíate a mi estrella, sin demora.

Doblégame al dolor, mas no, a la zaga.

Mi corazón ataques, que salía

de otra pena, dolido y victorioso.

Noche de viento por lluvioso día

no hagas seguir al retrasar tu acoso.

Pues que me has de dejar, hazlo primero

que otro mal me haya herido, más mezquino.

Sé mi primer dolor. Cuanto antes quiero

conocer lo peor de mi destino

y otros males, que ahora creo males,

perdida tú, no los tendré por tales.

CIV

Para mis ojos nunca serás vieja,

pues tan bella hoy pareces cual te vieron

por la primera vez. Ya la bermeja

pompa de tres estíos consumieron

tres inviernos; ya he visto; tres gentiles

primaveras tornarse otoños de oro,

y perfumes arder de tres abriles

entre julios, sin ver en ti desdoro.

Mas la belleza, cual sobre el cuadrante

la manila que inmóvil nos parece,

huye también. Y el rosa que constante

creo en tu faz, acaso palidece.

Antes de nacer tú, ya era bien cierto

que estíos de belleza habían muerto.

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A LOS MARTIRES PIAMONTESES

Venga, Señor, tus santos inmolados,

cuyos huesos secó la Alpina altura.

Quienes tu antigua fe guardaron pura

cuando piedra doraban mis pasados,

no olvides. En tu libro ten marcados

los ayes de Tu grey, la saña dura

del Piamontés, que madre y criatura

roca abajo arrojó. Desesperados

sus gritos lanzó el valle al monte, el monte

al cielo. Con su sangre, el erial

siembra, de Italia bajo el horizonte,

y nazca de ella multitud leal

que del Triple Tirano el brazo afronte

y pone en fuga al babilonio mal.

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